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Al Alba, Amor Mío, al Alba (una Invitación a la Literatura)

Las palabras del río se bañan en la luz del sueño; no descansa nunca el olmo de la ribera moviendo las hojas el viento anáforo y, por el sendero, una galaxia de guijarros se mece bajo la luna. El cosmos se asoma a lo trascendente de la fresca ribera que, con verbos elegidos en el paseo de los enamorados -caprichos de las Musas- siempre se eternizan en la niebla, cantando una especie de sinfonía de besos.

Versos colgados en los poemas del sonoro silencio. Hay ideas que cuelgan de las rosas y los cantos armoniosos de un carretero se llenan de voz y en la profunda hondura de sus tiernas esencias hay una especie de estrofas soñadas. Al silbido lejano del pastor, la amante esposa instala, en su pecho, el recuerdo de sus dos sombras abrazadas junto a la chimenea. El canto del amor rebosa su alma mientras él se acerca.

Pensando en el momento en que las huellas dejan su impronta sobre las hierbas recién lavadas por la lluvia de los recuerdos, el poeta se forja dentro de la mente y las complacidas sombras de los abedules convierten en azules los sueños del cielo. En el pecho del carretero se enhebra la ternura y la alegría recorre su corazón haciendo, de toda su vida, una cordura mientras el amor le despeja la ventura de ser cada vez más humano.

Sentir cómo nace una estrella. Sentir cómo brilla el aleteo de una paloma que se acerca a las aguas del río mientras la fruta del manzano baila con el aire. En las sombras del anochecer, la montaña se hace más cercana y, entre los arbustos, un conejo gris se convierte en olvido. Vida, placer, corazón y alma. Déjenme todas estas cosa para conmoverme con estos momentos en que viene la joven noche alumbrando presencias que se quedan siempre en esta mi memoria, ocultos en la niebla de la espesura, para seguir entregado a este cotidiano quehacer que ha de inventar palabras que son siempre como preguntas que responde el viento.

Vendrán los poemas, cada vez más encendidos, para darme calor a mis recuerdos. En el alma del chopo también hay esperanza. Yo sigo marchándome más lejos de todas las nostalgias porque se me abre el horizonte y miro al cielo abierto donde la luz es un racimo de versos, de ilusiones, de palabras presentes sobre la torrentera de mis pensamientos. La paloma viajera me indica cuál es el camino y atravieso la luz para sentir.

Tras los pinos está, al otro lado del bosque, ese mar/amar que busco para navegar hacia la libertad que me susurra amor de vida; ese amor continuo y triunfante que sigue alimentándose de metáforas surgidas en los caminos errantes. Encuentro la esperanza de las mágicas alondras y los gorriones me acompañan, limpios y felices, hacia la verdad de la playa del caminar de mis pies que son imanes atraídos hacia el sueño de la luna.

Y ahora se han perdido los pesares del adiós, porque un nuevo modo de caminar me invento entre las siluetas perfiladas de los álamos blancos y ese apretado lazo amoroso que me impulsa, con el aliento de los aventureros del sueño, a buscar el horizonte, siempre infinito, siempre presente en esta búsqueda de inmortales y heroicas hazañas vividas en los espacios de mis memorias. No caigo en el hueco de los olvidos. Remonto hasta llegar a la cumbre y, desde la cima, diviso el oleaje.

Lucen ya las estrellas más esplendorosas y entre los pinos y las olorosas jaras, voy nombrando cada ausencia con nombres de mujeres que pudieron haber sido pero no fueron. Y eso es porque la primavera es un todo en llegar a la playa y renovar el tiempo para volver de tan larga marcha hacia el Destino. Y regreso, una vez más, para unir canciones de amores, cantadas al aire libre de mi blanca y limpia conciencia, con este amor único y unívoco que me impulsa más allá del vacío de las cosas.

Aquí está, cuerpo presente, la presenciada la paz de los tallos erguidos que parecen suspirar a fiuerza de soñar caricias. Existen. Son. El reloj del tiempo se ha detenido en ellos y ya el devenir es la fuente, la rosa, la floresta y ese murmullo de pájaros en nido que están llamando a ser paráfrasis del viento. Los niños están dormidos y las luces que bajan del cielo reflejan sus deseos en las tranquilas olas en donde descubro ese mundo que reposa, céfiro suave, en un todo parecido al cobijo de la luz y la fantasía. Se me llena el alma de paz y la paz se me enreda entre los dedos señalando la distancia que se acorta hasta fundirse con mi propia sombra.

Fuente de la hiedra de los pensamientos. Cobijo del alma solitaria repleta de sueños por nombrar. Sempiternas luces, siempre eternas por verdaderas, del alba que empieza a resplandecer. Se mueven las hojas de los acantos y el canto de las aves arpegian el silencio como hablando palabras de distancias que se acortan en las voces del amanecer. Suenan, allá al fondo, al otro lado del bosque, como encantamientos de las pasiones, las voces tempraneras de los que despiertan con las últimas luces de las luciérnagas. La infinitud del alma se mide a golpes de corazón mientras el hacha del leñador golpea sobre esos troncos apilados. Somos porque existimos.

En esta hora del amanecer blanco, la felicidad consiste en trenzar, mansamente entre mis manos, las caricias al perro pastor que acude a la llamada de su popio afán. Y el perro me hace una ligera compañía entre los bejucos y se pierde en el tiempo mientras los primeros rayos del sol adivinan sentimientos en esta inmensa presencia del mar.

Soy tan joven, me digo porque es verdad, que al mirar levemente a las olas girando en mis sentidos con toda su plenitud, aprisiono los recuerdos para convertirlos en historias de palabras ya olvidadas y de silencios y de caricias en las olas del viento, ventanas abiertas para la armoniosa compañía de jilgueros que son como gorriones pintados de color. En el umbral sereno de la playa trazo una línea imaginaria y la silueta morena de su presencia femenina me despierta dejando de ser solamente sombra.

Dedico un poema que debe ser algo así como un cuerpo para saber embarcarme en la aventura de despertar los versos y dedicarme a ser ilusión en movimiento mientras reposa, en las aguas tranquilas del amanecer, esta forma de vivir la vida sonriendo en el centro corpuscular del poema; en ese cuerpo femenino que descansa. Y es que todo lo que amé se ha centrado en un sólo punto que es su cuerpo lleno de liberación bajo las estrellas.

Desbordado por los sinuosos vuelos de las gaviotas, abro el corazón y escucho la magnitud del mar besando la arena blanca. Arriba, el cielo azul se muestra como una especie de estela en los caminos del agua.

Vuelan las penumbras en miles de suspiros lejanos. Una brillante luz, como aura de un joven añil de primavera, se abre camino entre las nubes y el centelleo de la calma se penetra en mi alma como una etérea composición de paisajes coloreados por el pincel de mi entusiasmo. Se esparcen los jazmines alrededor de las violetas en el jardín de las inquietudes internas. Apasionado afán de ser como flor de agua, siempre igual al paso de los siglos, siempre igual en todos los segundos de este estar en medio del centro de la gravedad de mis impulsos. Sostengo a todo el mar con mi mirada y me envuelvo en la mañana como si me arropase el manto de todos mis recuerdos.

Con la aparición de los primeros latidos del sol late mi corazón con una esperanza abierta en este estremecer de sentimientos. Por el silente paseo de las hondas ondas, el oleaje me aventa sensaciones que recojo para fundirlos en las palmas de mis manos. Escucho el pausado rumor de la bruma que comienza a calentar mis ilusiones. Y en cada una de ellas coloco un nuevo misterio por descubrir. Allá donde mi vista alcanza está el espacio a donde me encamino bañando mis sensaciones de espumas como de algodón que rompen sus esencias en medio de mi corazón.

Me sorprende este estar sintiendo en la mañana, dulce añoranza de mi porvenir, los suaves y esparcidos vuelos de las aves. En la nueva claridad se encuentra ese asomarse a lo ya desconocido pero que vive dentro de mi ser. Hace años que olvidé la contraseña para escapar de los grilletes de la soledad y, en medio de este nuevo puzzle de conciencia, siento que mi caminar se hace leve, como si al flotar entre las olas, la mano de Dios me acariciara el rostro para decirme que llevo bien encaminada la visita al amoroso sentido de los versos. Y, de vez en cuando, entorno mis pupilas para no herir lo que de tranquilo tiene la espesura de este idioma donde sólo caben los sentimientos.

Entornados los párpados, el aroma de las aguas se hace más fiesta blanca, más flor nueva, más nombre de mujer que lía en sus cabellos mis pronombres para darme ese hálito de fuerza que me guíe hasta el encuentro. Y me encuentro con un llegar sosegado bajo el alba que se empeña en acunarme como un niño. Pudiera ser que haya traspasado el velo de todos los misterios y he vuelto a nacer a un solo amor pero verdadero. Como el viento juego con las olas de presencia inacabada, y entro, lentamente, en el panorama de la vida.

Quizás me recuerden quienes vieron a un niño jugando entre las áridas callejas de los sentimientos. Quizás me recuerden quienes escucharon mi voz en las noches solitarias; pero ahora estoy acompañado de céfiros celestes que alumbran como fanales en medio de este nuevo amanecer. Renuevo los sentidos. Renuevo este ser que busca para hallar lo que nunca ha perdido: ese niño que no creció para asustarse sino para luchar por sus sueños emergentes. Si ahora emergen las distancias es porque he encontrado esa luz que me hace llegar hasta el límite de lo viviente. Y vivo. Y un grito clandestino de niño -y a la vez juvenil presencia- abre su estela para sembrar poemas como aprendizaje de la primavera.

Hay momentos en que uno se debe preguntar por las esencias y no por las presencias. Y al elegir la que tiene un solo rostro, una sola mirada, un solo cuerpo, una sola verdad, se convierte la duda en victoria y la victoria en triunfo y el triunfo en amor. El amor es mi verdadera tierra amable, esa tierra de recordar que nunca he crecido en medio de las envidias de los dioses sino que sigo siendo lo que soy con una sola creencia nada más. Y su cuerpo se levanta de la playa y busca mi mano levantada que le sirve de referencia para decirla dónde estoy, dónde me encuentro, dónde puede hallar mi existencia.

Nací en esta nueva primavera, lejos del invierno en soledad, lejos de la avaricia del soberbio, lejos de la inquina de los envidiosos, y en esta nueva primavera soy y sigo siendo esa referencia para que ella no se pierda por las rutas marineras. Soy como el faro que la transmite mensajes de un querer tan sincero que sólo se llama amor.

Alguien me dijo adiós y yo no perdí mi rumbo. Alguien me dijo jamás y yo no perdí mi calma. Alguien me dijo nunca y yo no perdí mi sueño. Alguien quizás ya no sepa nunca cuál fue mi búsqueda en esta alba en que me inundo de sensaciones para poder sentirme. Alguien me llenó de barro para decir que soy el sucio caminante de las polvaredas y, sin embargo, aquí estoy al alba, amor mío, al alba, bañándome en las claras aguas del mar para demostrar que siempre he estado limpio de cualquier brizna de basura. No. La basura no es donde yo me alimento, sino en las gotas del rocío mañanero que me surcan el rostro algo así como de lágrimas sinceras. Y, sin embargo, estoy cantando.

Caundo la luz te haya demostrado todo lo que de verdad existe en mi existencia, ven a buscarme para iluminar mi conciencia con tus mirada y, de esta manera, olvidar a ese alguien, a esa alguien, a todos ellos y todas ellas sin tener que reprocharles nada; porque por cada voz de rechazo surgieron miles de voces que, como las estrellas del cielo, me acompañaron en este arduo llegar hasta tu cuerpo, llegar hasta tus ojos, llegar hasta tu alma.

Estoy rememorando, mientras llegas al alcance de mis manos extendidas sobre las olas del mar, recuerdos que se pierden en la distancia para reencontarse en el punto exacto de las verdades y así rebatir todas las mentiras y ser solamente uno en ti y uno en tu presencia. Ser uno en tu esencia sin haberse perdido jamás en las noches oscuras de la vida. Rememoro este encontrar tu paz y tu esencia ya muy lejos de todas las insidias. El final de las batallas sólo ha consistido en vencer a las sombras.

Dueño de mis caminos, ajeno a los caminos ajenos, fiel a tu fidelidad y tu sonrisa, yo te nombro en todas las esferas de mis saberes y he podido comprender, aprender y aprehender, la verdad de tu romance con mis versos, con mis poemas, con esas cosas tan sencillas de explicar pero tan difíciles de entender si no se vive enamorado de verdad.

Nadie sabe de mi amor callado más que este destello de luz de tu mirada bajo la diáfana presencia del alba en que amanecer es nacer de nuevo, profundo, liberado de axiomas que ya no nombro porque quedaron olvidados en los filtros de mi memoria; pasando a ser, solamente, las sombras que se han quedado silenciadas en el anochecer de los tiempos del desamor. Ando ahora entre las olas y sumergido en la dulzura de tus labios que dicen mi nombre y yo, gozando del placer de tu cuerpo, me lleno de ternura para contarte lo que de dichoso es tu nombre para mí.

Te mantengo, suavemente, en la mirada de tus ojos profundos, entre estos dedos que forman tallos de palabras con las que acumulo los pétalos de esa rosa que, aferrada a tu mano, es la voz que me llama, la voz llena de caricias y de infinita presencia como todo lo dibujado en el mapa del cielo donde la luz ya es posible para encenderte. Es la infinita sensación de la calma desatada, y esto de verte es la consecuencia de todos mis contados pasados. Ya, como las hojas verdes del renacido laurel, te veo joven, hermosa, feliz. Y recuerdo, otra vez lleno de memoria, ese mundo que reconoce que en otros tiempos era ya un corazón triste pero sonriente y ahora soy sonrisa alegre con el corazón henchido de aventuras. Algo así como un imposible al que llamo Vida en este intento de conseguir ser el mismo joven de siempre, amante de la misma mujer de siempre; ese niño que llegó hasta este alba y que no se ha desprendido, para nada, de su eterna juventud. Por eso todo mi pensamiento eres tú.

Si me escuchan las olas sonoras, cadenciosas del pleamar, es porque más que nunca te retengo llenando el vacío de lo inexistente. Somos y existimos. Los dos somos y existimos dentro de un sólo y noble corazón. Nadie puede alimentarnos de insidias porque bebemos del agua fresca de nuestras dos ternuras y comemos del infinito placer de nuestros besos. Encuentro versos desconocidos que afloran a la superficie marina porvenientes de ese lugar donde viven las anémonas y los sorprendentes espacios de la fantasía.

Es hora de sentir el aire y, roto ya el esilencio, nos convertimos en sublime presencia con voz, con palabras sutiles y gentiles que, en un solo instante, se revierten en verbos transitivos gracias al amor. Al alba, amor mío al alba. Y en este instante convergemos en un virginal suspiro y nos invadimos de luz y de conciencia. Retumbante manera de ser el uno en el otro, el uno con el otro, y el uno y el otro en una hora llamada Eternidad.

Sé medirte exactamente con la distancia de mis brazos y cuando vuelvo a renacer en esta playa coralínea mis manos acarician las caracolas que han venido a festejar sus bailes de lágrimas pasajeras, ya olvidadas las del dolor, para permitir el paso de la sensibilidad haciendo huellas que dejé en algún lugar sediento. Ya la sed sólo eres tú. Ya aquellas huellas son solamente minúsculos segundos dibujados por la luz de este tu mirar bajo el alba.

Algo de ti es mucho más que todo aquello de los tiempos olvidados, recordados solamente para olvidarlos, porque tras la travesía del desierto calcinante y la hoquedad de las tristuras he llegado a conseguir este tu mirar impregnado de tiempo joven, de infancia llena de infinito, de algo sin igual que es paciencia transformada para comprender que no olvido el sueño o que, alma de sueño, eres una realidad tangible que baila en los destellos de los rayos del sol.

No importa si hube de sufrir demasiado o si mi cuerpo se cansó tantas veces por el caminar. No importa. La verdad es que, bajo las apariencias de los desamores, siempre he sido la calma hecha persona y, cual persona de la paz, nunca perdí la sonrisa ni las tristezas me derribaron: así que jamás olvidaré que tú, mágico obsequio de la misericodia de Dios, eres todo lo que amo de verdad.

Llegué sin equipaje alguno, con la miríada del tiempo que no conoce ni siquiera el rumbo de las gaviotas que aletean sus sueños en medio de este amanecer, pero he aprendido a saberlas, a sentirlas, a vivirlas tan dentro de mí que me he convertido en marinero de las fantasías ondeando mi bandera liberada. Y el alba me halla, convergencia de caricias justas y juntas, en la primavera de tus besos. Largo camino de transformaciones tuve que respirar y asumir. Pero volví. Volví siempre cuántas veces me lo pidieron tus ojos. Volvi a detener el tiempo y en la paz infinita de esta tranquila playa, crecida ya la marea, mi rumbo dejó de ser incierto y la barca nos espera, en la caliente arena de la playa, como un nuevo regreso a la edad que Dios ha pintado en nuestro horizonte. Hacia ese horizonte vamos.

Ya no quedan más jazmines por descubrir. Ya no queda más Destino que perdernos en esta hora hermosa del alba con brisas de fugacidad que han llegado para fundirnos en un sólo contorno humano. Te he visto llorar por primera vez tras el primer beso de tu romántica expresión. Yo también he llorado por eso muchas veces; pero al alba, amor mío, al alba, sonreímos dentro de donde estás y dentro de donde estoy. Únicamente tú eres mi bandera.

En la reunión de la primavera tuya, chiquilla de la sonrisa de Venus, yo soy un loco de la bohemia azulada bajo el cielo de la Vida. Los dos somos ya el grito liberado que ha salido por la ventana para unirnos en la ingrávida estancia del tiempo convertido en impoluta Primavera. Bajo la firme turgencia del amanecer tú eres mi yo y yo soy tú: un binomio sutil y enamorado de nuestros propios sentidos.

Aquello de las calles ya no son recuerdos de silencios sino andares que nadie recuerda pero que mi voz fecunda permite sentirlos y los escribí bajo los anocheceres en las mismas calles. Pero ya el tiempo determinará si eran los productos de la Razón o lo que ellos se perdieron viviendo en esa nada de los amores vanos, vacíos, vacuos, que yo jamás quise conocer por ser falsos e impuros. El reloj de la vieja taberna sabe de la verdad y esa verdad mía es mi comprensible ascenso hacia tus ojos para decirte que sí, que yo nunca me perdí en ningún abismo y que si ellas no me recuerdan, o nos nos recordamos mutuamente, es porque a pesar de todo su griterío me son, tal como antes me eran, totalmente indiferentes.

Dejo que las aguas laven mi tranquila conciencia para llenar este silencioso amanecer de voz entre tú y yo. Las demás voces no me interesan ni me inquietan. Al alba, amor mío, al alba, hacemos del amor el oportuno encuentro y las aves, hechas nubes de la compañia, cruzan por nuestros destinos porque nadie ya nos incomodas los besos, los abrazos, las caricias y esa fuerza de amor que vence a los que se marchitan carcomidos de envidia. Quizás todo es la felicidad de haber superado sus falsedades. Yo sigo siendo el mismo joven verdadero que no se vende jamás porque te ha encontrado, juvenil presencia, en este alba femenino donde te beso lleno de infinito. Tú sola eres mi verdad.

Si he madrugado con las flores colgantes de las fantasías ha sido para conseguir que ese tu rostro virginal se llene de sonrisa, de amable beso y de caricia. Pasó la noche como un desvelo desgajado del tronco de la felicidad y, feliz con mis venturas, avento mis ideas mientras tomo, de tu cuerpo, todo el ferviente aliento de mis sentidos. Y navegamos hacia el horizonte donde la curva de la superficie marina es la atractiva esfera de nuestra misma condición de amantes sin temor, de amantes que no tienen miedo a lo desconocido porque hemos conocido mucho más que las sombras de las nocturnas jornadas besando sueños en la almohada. Y ha aparecido la madrugada. Y bajo el oro del sol nos volvemos cuerpos plateados con el bronce de la piel tuya, de la piel mía, de la piel que nos une en un sólo haz de luz.

Es así, tan sencillo como el clarear de la mañana, cómo he caminado siempre por todas las horas de las auroras ya vencidas. Siempre en ese punto exacto donde la diana de tu corazón se puso al alcance de mis versos y ahora, paseando la mirada hacia la lejana costa, hablo lo justo para sentirte y tu mirada inquieta juega, alegre y disparada como flecha amorosa, en el centro de mi gravitación humana. Mucho de divino hay entre los dos.

Te tengo. Te tengo y te retengo mientras tú me tienes y, en el éxtasis de nuestras liberaciones, nos hemos unido en un solo sentimiento. Me buscas, mes fascinas, me imaginas mucho más fuerte de lo que soy; y, sin embargo, soy tan fuerte como sueñas, tan fuerte como piensas, tan fuerte como me sientes en el plano convexo de la superficie del mar y la barca que navega guiando nuestro destello de luz. Eres como el viento que refresca mi rostro y con tu beso enciendes toda mi conciencia de ser. Ya no soy más que tú. Ya no soy más que ese hombre forjado en las mil y unas nocturnidades para surgir del misterio de la niebla y convertirme en sentimiento.

Terminada la andadura de este estar siempre presente, en presente, más que en presente siempre, soy quien se contenta con tus encantos y en los abrazos de mis brazos se va culminando esta madrugada en donde las nubes blancas abren espacios a los sueños dorados que, plateados por la brisa, se integran en el bronce de nuestra piel que ya es solamente una nada más. Si alguien me olvidó será porque no quiso olvidarme y esa paradoja ya no me sirve de regreso. Yo sigo, contigo y para ti, y si alguien no quiso olvidarme el olvido me ha envuelto en este alba. Al alba, amor mío, al alba.

Jóvenes con acentos superpuestos al idioma universal de lo viviente. Somos tú yo aflorando en la Primavera de este amanecer donde el única axioma que nos viene a la memoria es el Amor. Por eso las cosas anteriores y las cosas posteriores no son motivos de lucha para nosotros dos y tú y yo dejamos aparcadas las teorías decadentes, las teorías sufrientes, las teorías murientes, porque nos hemos convertido en una práctica amorosa sin final posible. Y así va llegando el día.

Ahora que me siento tan completo como el desconocido que se ha forjado entre las sonrisas bohemias de tantas lunas conocidas, paso al margen de los errantes que se equivocan de rutas viajeras y, guiado por los dos luceros de tu mirada, me embarco hacia ese punto de aquella costa lejana que se acerca, cada vez más, al sueño real. Si dicen que sólo es sueño es porque no nos conocen para nada ni de nada ni por nada. Es un sueño conteniendo tanta realidad que no pueden comprenderlo. Pero es que nosotros no nos coprendemo sino que nos vivimos. Esa es la diferencia.

Buscando referencias de camino, encuentro esas estelas que han surgido bajo los vuelos de las gaviotas y aquí, en medio de este alba marinera, mis dedos te dibujan en el cuerpo todas las sensaciones de mis sentimientos. Y eres rosa. Y eres fuego. Y eres estrella de las mil y una noches vividas pensando en tí como ahora pienso. Y siguen mis manos cobijando en tu cuerpo las nacidas emociones de este amor que se culmina cuando llegamos al plano horizontal del vuelo de las aves y nos hacemos horizonte sobre la barca. Y así quedamos como dos cuerpos amorosos que no tienen otra cosa más que hacer el amor como lo hacen quienes saben que es la parte suprema de cada sueño.

De pronto, mi mirada atravesada por el lienzo de tu pecho, se encarna en el oleaje y me baño de musicales composiciones que son las formas y maneras en que me produzo dentro de ti y tú te produces dentro de mí: dos reflejos humanos que crepitan bajo el fuego del sol.

Y entonces todo lo malva y azul del alba se convierte en polvo de estrellas esparcidas y te recito el verso más preciado del cántaro de mis emociones: Presenciándote desnuda de sentires en el tálamo del deseo y la caricia me voy sintiendo más humano naciendo el vientre de tu flor. Busco con el tacto las semillas de tus senos envueltos en fragancia y arde entonces todo el ritmo de la lava de tu sexo enternecido. Beso a beso boca con la boca de la noche oculta en los ramajes penetramos en el hondo acompañamiento del esperma convertido en sal. Entonces perdura tu naturaleza de hembra abierta en el silencio y todo el huracán de las pasiones se abate en un temblor de palpitares. Es el momento en que yo te tomo para hacerte aroma de amapolas y la roja sangre se enardece cubriendo la sábana del sueño. El nuevo éxtasis del polen hunde sus raíces en tu cuerpo cubriendo la vida con materia de espíritu salvaje y natural. Así somos dos genes contundentes uniéndose en el lazo amoroso de los brazos asidos a la esquina de tus caderas henchidas de palomas. Y el polvo de azúcar esparcido nos sirve de amanecer caliente en esta atmósfera que cubre de relámpago todos los delirios.

Como siempre, como en cada hora, como en cada instante, soy el que te lleva hacia la cima de las grandes aventuras y en esas aventuras te conviertes en historia viva de mis emociones; principal protagonista de mi ser, de mi comprender, de mi entender que más allá de ti (absoluta toda) lo demás me es ya indiferente porque sólo son relatividades esparcidas como cenizas en el oscuro desván de esos olvidos que han desaparecido de nuestro navegar con rumbo al Gran Sueño.

Me pregunto si las aves del cielo, las que nos cubren con sus sombras aladas, las que saben de ti y de mí más que las personas que no nos saben conocer porque no nos saben interpretar, vuelan porque el ritmo de las olas las enardece o vuelan porque la quietud las convierte en inquietudes. Filosofía de la existencia. Pero nosotros dos perpetuamos nuestra entrega en un solo afán de misteriosa aventura.

Soy ya como pájaro silente que se ha quedado, para siempre, en el blanco armazón de tu cuerpo enamorado. Y canto. Y mi canto es un sentir de los de hombre verdadero y sin rendijas que ha culminado su camino en la fúlgida superficie de tu cuerpo. Antes de ti no había nadie más que tú. En ti no hay nadie más que tú. Después de ti no hay nadie más que tú. Tres momentos que no son ni pasado ni presente ni futuro porque son la Eternidad.

Se fue, como un suspiro, esta madrugada que nos ha traído su alba amorosa bajo la luna grande y las estrellas fueron luces destelladas en el tiempo de la búsqueda. Ahora nos queda este alba que se va difuminando bajo el sol y en tu rostro se quedan, para siemrpe, grabadas las bellezas naturales de tu natural condición. No es coincidencia este encuentro nuestro. No es coincidencia este amarnos siempre. No es coincidencia sino condición.

El agua desliza nuestros sueños por la superficie que se ondula suavemente y al suave ondular de las olas me surgen canciones para despertarte poco a poco, suavemente, después de haber producido ese germen de sueño en común. Lo común de nosotros dos es que no somos comunes sino conjuntivos y, al conjuntar nuestro encuentro, hemos producido el Amor.

Ahora voy navegando por esos senderos acuosos donde cada gota de mar es una gota de silencio con voz, es una voz con materia y es una materia con espíritu. Guardamos silencio para sentir las vibraciones de nuestros cuerpos unísonos y al mismo tictac de nuestro único corazón.

Sabía de ti todo lo que me sirvió para encontrarte. Sabías de mí todo lo que te sirvió para recibirme y, sabiendo que nuestros caminos solamente eran uno nada más, no nos quedó mejor Destino que unirnos con la pasión y la calma de los seres felices.

Al alba, amor mío, al alba.
Diesel15 de enero de 2014

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