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Género 27 (poesía)

El alma se me llama indecible
cuando busco esas raíces del viento
que, luz del alba y los pensares,
me llevan al centro de la esencia.

Fe mía de rosas y de pensamientos
que en el papel de esta vida con presencia
tantas veces he sentido, esclarecida,
entre mis manos convertida en sentires
y, buscando horizontes del mañana,
de ti siempre recuerdo esa paloma
que, siendo hija del crepúsculo,
ha nacido de manera insurgente
para volar los espacios, ¡oh espacios!,
del camino encendido en las auroras
cuando, sombra del destino pasajero,
te haces sueño engrandecido.

Tiempo de púrpuros jardines
cual posadas musas que ahondan
en el hueco del silencio penetrado
y, en las tardes ausentes de presencias,
en fábula del sueño se retorna.

¡Cárdeno horizonte de emociones
fungidas en el corazón de los poemas
que desgrana el aire cual asombro!

Si siempre estoy buscando yo tu sueño
esta sonrisa mía, de esperanza,
te llama hacia el viento y la conciencia.

Siempre estoy yo en ti buscando
ese minuto de vida consagrada
y te haces fuente, río y agua.

Siempre somos, pasajera del destino,
persecución en la bruma de las dudas
mas, cálida presencia en los oteros,
siguen las flores abriendo sus corolas
del cáliz prendido en la hermosura
que, más allá del polvo caminante,
mucho más que nunca has vertido
en mi ser tu verbo de palabras
engarzadas en mi propia consecuencia.

Es hora ya de dejar de ser sólo silencio
y bajar al descenso de la cima
por ver si, luz y guía,
el fuego de la vida encendemos.

Presencia de los cielos de un mañana
con este estar siempre sintiendo
el regazo del abrazo y la sonrisa
sin ya soledades, sin ya ayeres,
sin ya más medida que este cristalino
paseo por los jardines del ensueño
que, cual divina providencia sustentada,
abre sus esencias derramadas
bajo este mar que mana de mis ojos
al ver el paisaje de lo eterno.

Tú, isla inventada de mis versos,
giras, cual molino, en mi memoria.
Te nombro, compañera del retorno,
poema en en controversia siempre
tocando el fondo de mi alma.

Cosido al sueño, aire libre de mi acento,
en el infinito de este alcanzar los imposibles
te haces alba en medio de jazmines
y de rosas emergidas del silencio.

Venimos de la noche y de la sombra
a signar, en cada beso de amapola,
este rojo destellar de los delirios
cuajados de prímula existencia.

Ven, siempre ven envuelta
en esta encendida fiebre
de huellas marcadas en tus besos,
resplandor de los días tan cercanos,
que mis brazos se aferran al lucero
de tus ojos, dulce primavera,
en estos años que sólo son mis días
vividos en la plena superficie
del quehacer poético y el sentido
pleno del vuelo y la paloma
que, blanca, desata las cadenas.

Todo, absolutamente todo,
menos acabarse envuelto en la insidia,
liberan mis versos alcanzados
en este no cesar nunca jamás.

En mis manos llueve esta vida
que el hálito del tiempo ha labrado
y, surco tras surco redimido,
su existir es siempre una presencia.

Una música de sones enhebrados
en este relámpago de luz y de conciencia
se mece en el trino de los pájaros
cual signo del pasar siempre soñando.

Superficie cuajada de rocío
y misterio de gaviota liberada
¿cómo no ver en ti lo que pervive
en la orilla de la playa sustentada?

Te llamo eco liberado
alzado hacia el cielo enternecido
de tanto sueño que, con tu nombre,
he forjado en las marismas.

Ese reloj encendido en el crepúsculo
con arpegios de minutos ensartados
en el racimo de estas horas
que, amantes de las voces sin final,
se agolpan en un canto de emociones
cual vocablos de sonoros pensamientos.

Rojo farol siempre encendido
en la ventana abierta de mi alma.

Sabe a verbena tu llamada
al amor de la locura y el silencio
como esencia de paloma enamorada.

¡Esta vida es tan honda y tan sentida
que se torna aroma penetrante
en el cuerpo del sueño renacido
cual ramo de claveles y azucenas
enlazados en un solo amanecer!

Cada relámpago es voz necesitada
de esta tempestad tan agotada
y desfilan los caminos solidarios
en forma de poemas ya con sed.
¡Bebamos del presente en enloquecer!

Un breve lapsus de la primavera;
un parpadeo del ave peregrina;
un cruce de miradas silenciosas;
un brotar siempre consecuente;
un pecho vibrando de emociones;
un jarrón con flores amarillas;
un amigo para cada estrella;
un prometer el éxito en el viento;
un sonar del secreto de las cosas;
un naufragio para ser salvado;
un rubor tras el beso en las mejillas;
un crepúsculo de luces refulgentes;
un eclipse vivido en el anhelo;
un estallido de vida como dicha.

Yo te puedo poblar de pájaros sedientos
que claman en la copa de las cimas
en esta oscuridad llena de luces
que surcan las calles con sus llamas.
Encendidas, cada día, con delirios
las fuentes del crear siempre palabras
y después, en el lago de las horas,
voy surcando la planicie de mis manos
en este ágil mecer esos prodigios
del paseo entre los pinos heredados.
Aquí, en este despertar con los segundos
del tiempo hechos eternos
yo puedo poblar tu soledad con mis promesas.

Las imágenes emigran en su exilio.

Tenía que existir la noche oscura
para abrir el sueño hacia el viaje
y hacer que un poco de este alba
luciera su canto en mi equipaje.

He venido para este nuevo ser:
ese pájaro tan silente y tan humano
que sale de la sombra y de la noche
sólo por ver el mundo de las luces.

Si en el amor la noche es privilegio
no es límite sentirse enamorado
cuando las profunda niebla nos refugia
y el pálpito de amor nos atraviesa
la caricia, el beso en la penumbra,
el trémulo temblar de nuestros versos
que la pasión en verbos los convierte.
¡Oh, fuego puro de esta fe
convertida en cascada de emociones!
En las divinas hogueras de tus redes
se contempla una soledad que ya no existe
llegada la hora de esta compañía
que sabe distanciarse de los mundos
para ser un universo entero
en medio del ensueño y su misterio.

Si mi voz perdiera sus acentos
una suave brisa de los vientos
llevaría sus cantos hacia el alba.

¡Que despierten todos los gorriones
y cubran las florestas con sonidos!;
pues cambiaste todo el horizonte
para este mi barco hecho viaje
hacia el sabor marítimo del sueño
donde habita la paz de mi tormenta
en medio del mundo y sus principios.

El milagro pequeño es ser un niño
en el seno de todas sus infancias.

Ser menor en las distancias
y hacerse hombre entre las olas
mirando al cielo solamente.
No ser hoja seca del destino
sino palabra y verdad siendo poema
que de Dios conlleva el juramento
y la paz como única bandera.

Norte, sur, este y oeste,
todo verde y todo andado;
cuatro espacios para no ser lejanía
sino brava estancia en este mundo
del sonido de las liras con llamadas
de primavera y letras sin olvido.
Es allí dondo yo siempre me anido.

Donde no habita el olvido vive mi conciencia
cual tenues lechos de alegrías.

Cuando nos miramos muy por dentro
el espíritu silente nos habita
y es en esa fecha en que volvemos
a caminar por los sueños cada día.
En los labios abiertos de las flores
dejo mis besos preñados de inocencia.

¡Jardín enamorado de arrayanes
y de luces de glorietas encendidas!
¡Canción eterna, siempre canción,
en esta soledad hecha poesía!

Si al amor lo llamo amor
es que existo todavía.

Lo que el viento se llevó es el olvido
dolorido y doliente de la aurora
mas, naciente el sueño invisible,
regó el campo de amapolas
y de lirios resplandecientes y de cielo
azul marino en mi bahía.
Se besaron los pájaros diurnos
elevando su canto hacia mis penas
y después... sólo después...
mi loco sueño soltó cadenas.

En la búsqueda del mar tan proceloso
traería un universo de razones
que, al sentirlo como fuente de la vida,
sobre la faz del impulso generoso
un único y unido canto de sirenas
sonaría en el contorno de los cuerpos
de estos árboles, ¡ay alameda!,
tan poblados de soledades nuevas
hundiendo sus raíces en la entraña
más virgen de todas las presencias.

Sólo se es hombre de las verdades retenidas
en el sostenido poema concebido
cuando, cargado de un tesoro de palabras,
del vacío se pasa a la poderosa
liberación de los pálpitos ardientes.
Sólo se es hombre cuando se salvan
las edades para no ser nunca más muertos
y empezar a vivir lo inabarcable
en las ondas del profundo mar creciente:
olas vírgenes de algas y de cantos
de sirenas sumergidas en esta especie
de espacio blanco, nieve y armiño.
Es el retorno fiel a la infancia
que no sabe de miedos ni temores
porque nace a la luz del concebido.

Amor de cada espacio, de cada tiempo,
de cada instante vivido en las delicias
de esta realidad que nos olvidan
porque no saben cómo interpretarla.
Pero nosotros sí... nosotros sí...
debido a este estar entre los siglos.

Un día habrá una isla hecha destino
donde la libertad deje ya su inexistencia
y podamos liberar nuestras conciencias
plagadas de amor y de canciones
que nos hablen de verdades hoy calladas
para mostrar que no existe lo que dicen
que es el destino de los hombres.
No. No existe esa libertad tan reseñada
como meta final de las ideas.
No. No existe. Ni tampoco su reflejo
en esas esperanzas vanas, vacuas,
vacías de estar siempre entre nosotros
intentando cautivarnos con rumores.
Sólo existe esta liberación de los axiomas
que han pintado en los espejos de la carne.
Es entonces, cuando llegan los horizontes,
el momento de salir a buscar mil nuevos nombres.

¿Con qué clase de amor puedo encontrarte,
liberada idea de hembra ya sembrada,
en este romance de las despedidas?

Cuando me asomé al verbo conjugado
de tu besar en el ámbito nocturno
fuí respuesta exacta que el destino
puso como fuerza en ser simiente.

Diamantinos los cristales del espejo
duplicaron los enigmas de las horas
y se me hicieron figuras imaginarias
tomando vida propia y fiel contorno.
En torno de la tarde declinada
miré la magia y el salvarme
a través de tu boca y tu cobijo
en forma de hechizo penetrante.
Fue puro arte de viento y amapola
perdida ya la tierra de mi vista
y, marcado por las nubes de lo aéreo,
en vuelo convertí esta presencia
de ser humano y ser divino
en la cima del sentir y de esa gloria
emprendida como viaje ya eterno
entre corolas de inédito romance.
Y en el avance de todos mis relojes
quedé, sorpresa ya infinita,
surtido de alegóricas metáforas.

Al momento de escuchar todas las albas
surgieron los acentos no perdidos
y allí, en la sombra de tus ojos,
se encendió la hermosa llamarada.
Una llamada. Una respuesta.
Un ser traspasado de memoria
recordando a la luz como equipaje.
Rayo fugaz de esta aventura
que es volar como una hoja
escrita en el diario de un retorno.
Palabras sedientas y aclamadas
en la paz de tu cuerpo protegidas.

Poema de risa y llanto:
¡díme por qué con alegría
yo tanto a ti te canto!
Diesel18 de agosto de 2016

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