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La Trituradora (reflexiones)

"No todos los que se quedan en la puñetera calle tienen la suerte de contar con un jefe benigno que les diga: le voy a dar la oportunidad para que sea algo en la vida: queda usted despedido" (de Manuel Alcántara).

Si las paredes de nuestras viviendas comienzan a sufrir las desconchaduras del abandono es porque la historia del hambre está volviendo a escribir sus mejores páginas literarias. Decía Friedrich Schiller que "hambre y amor mantienen cohesionada la fábrica del mundo". Esto es hoy tan cierto que ya estamos todos desfilando en formaciones famélicas. Pero no hemos perdido todavía nuestro entusiasmo. En lugar de ciudadanos o pueblerinos o aldeanos o villanos, parecemos todos delincuentes liderados por Dani, un conocido ladrón de bancos de los años 80 y 90 metido ahora a guardaespaldas de famosos millonarios. Ya no nos podemos fiar ni de los líderes más histéricos. Y es que esto de liderar durante décadas gloriosas conlleva siempre, al parecer, terminar confesando que durante muchos años nos estuvieron engañando. Consuelo de tontos es consuelo de todos pero dejemos pasar el tiempo porque el tiempo va a llegar a pesar de nuestras resistencias a creerlo.

La trituradora de los sinvergüenzas tiene sus propias formas y maneras de hacer las cosas (si es que todavía quedan cosas por hacer), así que no nos extrañaría nada que un día de estos hayan desaparecido todos los símbolos de nuestras identidades y nos hayan dejado en cueros. Quizás nos quede todavía el consuelo de poder volver a matricularnos en las guarderías que permanecen abiertas para poder sentarnos en alguna silla de miniatura y esperar a que nos den el biberón; pero hablando de la leche ya se está viendo la mala leche que tienen algunos aunque nada, no sucede nada que no sepamos de antemano en esta sociedad de la trituradora; lo cual nos permite todavía poder soñar que somos tragados por el embudo de la boca ancha para unos pocos y la boca estrecha para los demás. O despertamos a tiempo o el tiempo nos despierta a nosotros aunque no sea un buen ejemplo para las futuras generaciones, si es que hay futuras generaciones (que es ser demasiado optimistas pensar en ello). Y todo para ver en qué lugar quedamos en todo esto de los recuerdos históricos de nuestra presencia en este mundo de fantasmas.

Ni los de la Generación del 98 lo pasaron peor. Por eso esperemos que, cuando lleguemos a los 98 de edad, todavía tengamos la oportunidad de poder ir al mercadillo de la vida increible. Resulta que, hoy en día, para creer en algo hay que comprar algo. Comprar lo que sea a los de las pandillas de los mercadillos es necesario por lo de los fantasmas que se apoderan de nuestras fantasías y nos venden medias en lugar de vendernos calcetines. ¡Que venga Dani -el que antes era El Rojo pero hoy en día es más azul que los Pitufos- para contarnos cómo se puede hacer la metamorfosis de pasar de héroe a villano sin perecer en el intento! Esto es ya kafkiano del todo y como dice un íntimo amigo al que conozco desde que nací: "lo absurdo de nuestras existencias es que podamos estar todavía vivos para contárselo a los demás".

El caso es seguir evolucionando hacia la meta de lo increíble. Si Darwin (Carlitos para sus más íntimos amigos y alguna que otra seguidora despistada) estuviera todavía entre nosotros quizás nos podría explicar, adecuadamente para que lo podamos entender, cómo hemos llegado a ser supervivientes aplicando la ley de la selectividad de los más necesitados. Y a todo esto resulta que las coletas varoniles (quizás producidas por la evolución de la especie humana) están de moda y nosotros todavía con estos pelos. ¡Ay, Dios mío!. Punto. Canasta. Gol. Tanto. O quizás solamente Diana nada más pero enredando con la Caja de Pandora o, mejor dicho, con la Hucha de la Pandereta. Que no nos falte cultura por favor antes de que la trituradora nos convierta en analfabetos perdidos en medio del Universo Sideral.

Como bien decía el de Ciencias Naturales de Altamira: esto es para comer cerillas. Lo que sucede es que las cerillas no nos van a servir de mucho para paliar nuestras carencias digestivas pero, en fin, peor sería si tuviésemos que comer carne de burro para terminar siendo igual que lo que comemos. Aunque ya hay muchos que han evolucionado hacia la especie asnal y se dedican a rebuznar en lugar de hablar correctamente. En definitiva, que cuando hay crisis hasta el lenguaje atraviesa su propio eclipse lunático. De locos. Esto es ya de locos.
Diesel04 de abril de 2015

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