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Lo Primero que Se Conquista... (reflexiones)

Como he escrito ya varias veces y no me aburro ni me canso jamás de repetirlo cuantas enésimas veces sean necesarias, para un verdadero cristiano y para una verdadera cristiana, la Esperanza no es lo último que se pierde sino lo primero que se conquista. Son, una vez conquistada la Esperanza, nuestras acciones en la vida lo que puede hacer que, al final de las pruebas de Dios, hayamos perdido la Esperanza o, por el contrario, la mantengamos siempre viva y con nosotros y nosotras hasta toda la Eternidad.

La vida diaria, siempre y para todos los seres humanos, tiene dos vertientes: los momentos fáciles y los momentos difíciles, los tiempos de la alegría y la felicidad y los tiempos del dolor y la angustia. Cuando la vida nos muestra su cara feliz, sin problema alguno, es muy sencillo mantener la Esperanza que ya hemos conquistado; pero es en los momentos duros, en esos momentos que todos (creyentes y no creyentes por igual) debemos experimentar porque son las pruebas que nos pone Dios en el camino de la vida para poder medir si somos verdaderos critianos y cristianas, donde más difícil es mantener la Esperanza ya conquistada.

Yo puedo decir, bien claro y bien dicho, que he conocido momentos muy felices y dichosos (y sigo ahora conociéndolos) pero que, para llegar a ellos, he tenido que superar momentos duros y dolorosos; que los he llegado a experimentar en primera persona y que he llegado a sufrir incluso el acoso y la persecución de los demás, equivocados totalmente conmigo, y hasta la soledad profunda y devastadora donde sólo te queda, como compañía, la prersencia de Jesucristo a tu lado, llevando contigo la pesada carga del dolor, de la tristeza, de esos sufrimientos en los que muchos arrojan la toalla y pierden la Esperanza ya antes conquistada. Y os puedo decir, por experiencias propias, que siempre estaré eternamente agradecido a Jesucristo y que confié siempre plenamente en Él y que siempre supe que las tribulaciones soportadas -incluso a veces provenientes de otros que se llamaban hermanos cristianos míos- iban a tener un final feliz; un final que ahora me da paso definitivo a la alegría, a la felicidad a ver cómo se van cumpliendo - poco a poco pero sin demoras ya- mis grandes sueños con los ojos abiertos. Porque siempre confié en Jesucristo y siempre seguiré confiando en Él, una vez más os repito a quienes quieran escucharlo y a pesar de quienes sean tan negativos que se burlen de ello, por toda la Eternidaad.

¿Por qué me encuentro, actualmente, en el momento de ir conquistando esos grandes sueños que tengo desde mis primeras infancias y con los ojos bien abiertos? Por una sencilla razón: no arrojé jamás la toalla ni en los momentos más difíciles cuando las vicisitudes hacían casi insoportable mi existencis. En ellos estuve siempre implicado desde mis más tiernas y primeras infancias... pero jamás abandoné la Esperanza conquistada quízás desde el mismo moomento en que fui enfenfdrado en el vientre de mi madre. No es una lucha con espada ni con ejércitos (no es una lucha aplicando la violencia) sino con el arma más poderosa e infalible: el Espíritu Santo que es lo mismo que decir que he vivido siempre con una Fe profunda, rotunda e inquebrantable de saber que Dios no es deudor de nadie, que Jesucristo jamás te abandona si confías ciegamente en Él y que el Espíritu Santo te bendice y te colma de alegrías cuando eres constante, pertinaz, incansable, resistente e inquebrantable ante los ataques de ese enemigo, que está muerto para má inri, llamado Satanás; tan necio él que no sabe que fue derrotado, vencido y aplastado por Jesucristo en la Cruz. Todo es fácilmente soportable con la sonrisa que te da saber que has conquistado la Esperanza y nunca la vas a perder.

Cuando hice pública, por primera vez en mis escrituras, la frase de "la Esperanza no es lo último que se pierde sino lo primero que se conquista" no lo hice por dar al mundo una frase más o menos brillante (según la quiera calificar cada lector o lectora); más o menos optimista (según la quiera calificar cada lector o lectora) o más o menos bella (según la quiera calificar cadal ector o lectora)... sino que lo hice porque nació del interior de mi alma. A veces escribo con la razón, a veces escribo con el corazón y a veces escribo con el alma impulsado por el Espíritu Santo que mora en mi interior (se lo quiera creer o no se lo quiera creer quien me lea) que mueve mi mano de escritor. Y soy escritor desde que nací. Y soy periodista desde que me licencié. Y escribo desde que tengo uso de razón. Todavía sigo en el Camino, en la Verdad y en la Vida y el Camino, la Verdad y la Vida (lo repetiré enésimas veces si es ne3cesario repetirlo enésimas veces) solamente es Jesucristo.

Todavía tengo que seguir conquistando muchos grandes sueños que Jesucristo me ha prometido alcanzar; pero os digo algo (y ahora lo hago con la razón, con el corazón y con el alma al mismo tiempo): todos vosotros y todas vosotras podéis conseguir lo mismo (ver cumplidos vuestros grandes sueños) si no arrojáis por la borda, cuando el mar de la vida se hace turbulento y tormentoso, esa Esperanza viva y ya conquistada. Sólo depende de vosotros mismos y vosotras mismas (y no le echéis la culpa a Dios si os dejais vencer) mantener conquistada la Esperanza o haberla perdido al tirarla por la borda.

Quienes lean estas reflexiones opinarán lo que más les apetezca (según sean sus creencias, sus conocimientos, o sus ignorancias) pero no las escribo por escribir. Yo jamás escribo por escribir sea cual sea el género literario o periodistico que estoy escirvbiendo (desde lo más humoristico hasta lo más serio) sino que pienos perfectamenter bien por qué escribo cada cosa que escribo; porque resulta que la escritura es un don que Dios me regaló desde que fui engendrado en el vientre de mi madre. Escribo y seguiré escribiendo... escribiendo... incansablemente escribiendo... mientras voy viendo como alcanzo mis metas y, sobre todo, mis grandes sueños... porque nunca jamás he perdido la Esperanza que primeramente conquisté y que nunca jamás voy a perder; porque jamás la he tirado ni la tiraré por la borda en dias de tormentas; ni la dejaré abandonada en los lados de los caminos en días de cansancio.

Las pruebas de Dios no son caprichos de Dios sino decisiones bien pensadas de Dios. Son los exámenes que Dios nos hace para ver si nuestras formas de responder a ellas nos dan para alcanzar la matrícula de honor o nos dan para suspender (porque en las pruebas de Dios solo hay dos notas: o matrícula de honor insuperable o suspenso definitivo y no hay ni aprobados ni notables porque es o Todo o Nada y ese es el carácter y no el capricho de Dios). Yo busco esas matrículas de honor en todo lo que soy, en todo lo que pienso, en todo lo que siento y en todo lo que escribo... para conseguir alcanzar la cima de la que tanto os he hablado.

Muchos creen que la cima que nombro y que son mis grandes sueños con los ojos bien abiertos (ojos para vivir y no ojos para morir) es la llamada fama o el llamado glamur (dos palabras ausentes en mis espectativas soñadas) cuando de lo que os hablo es del éxito y de llegar a escalar hasta los primeros lugares como ser humano realizado en aquello para lo que Dios me creó cuando mi padre fecundó a mi madre.

Esta Esperanza ya por mi conquistada desde ese mismo momento siempre es la prueba evidente de los milagros diarios de Jesucristo. Con esa Esperanza depositada en Jesucristo todo, absolutamente todo lo que sueñas, es posible. Más si te cunde el desaliento, si te vencen las burlas y los insultos de los lerdos e ignorantes que te acosan, que te rodean, que te intentan hacer que abandones sin saber que, si te mantienes firme en la Fe, siempre serán fácilmente derrotados sin que tengas que hacer absolutamente ningún otro esfuerzo sino dejar que el Espiritu Sanrto los destruya, te vencen... entonces habrás perdido para siempre esa Esperanza que ya has conquistado. Que jamás os venza la angustia, que jamás os venza la envidia ajena, que jamás os venza el desaliento, que jamás os venzan los insulto que recibáis por tener esa Felicidad que empieza por Fe y seréisn vencedores y vencedoras.

Ser vencido o ser vencedor no consiste en alcanzar la fama o el glamur (como estáis viendo todos los días). Ser vencido o ser vencedor consiste, solamente, en ser cobardes y tirar la Esperanza ya conquistada o ser valientes y mantener esa Esperanza ya conquista por toda la Eternidad. Y pensad que la Eternidad es la vida que estamos viviendo y no lo que los religiosos o religiosas os explican que pertence al más allá. No. La Eternidad pertenece siempre a la vida que estamos viviendo sobre la Tierra y luego de prolonga en el más allá. Pero se vive y se gana o se pierda en esta vida. Todo consiste en eso nada más y nada menos y en no preocuparos, para nada, lo que os quieran decir u os digan quienes no saben lo que es la Esperanza verdaderamente cristiana.

Es po eso por los que los verdaderos cristianos y cristianas cantamos siempre "no vuelvo atrás no vuelvo atrás" que quiere decir que el hombre viejo y la mujer vieja han sido derrotados y ahora somos el hombre joven y la mujer joven: vasos de agua viva donde otros puedan beber. No perdáis jamás la Esperanza que es lo primero que se conquista cuando se tiene verdadera Fe en Jesucristo. Quizás ahora ya esté mucho más claro por qué creo firmeemente en los milagros diarios de Jesucristo y por qué, entre los milagros que son partes de mis grandes sueños destaco, muchas veces, el milagro que llamo 16-18 y que varias veces he explicado ya. Así fabrica Dios a los vencedores y a las vencedoras y en esta Tierra para dejarlo bien claro.

Nota.- Ante todo, vosotros los que no creéis, tened al menos la centésima parte de la paciencia que yo tengo con vosotros porque yo sigo... yo sigo... y seguiré siempre diciendo lo mismo con arreglo a la Eternidad... y si hacéis oídos sordos no es de mi interés ni tan siquiera saberlo. YO SIGO.
Diesel13 de agosto de 2012

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