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Velázquez (diario)

Se llamaba Manuel Velázquez Villaverde. Tenía apellido de pintor de fama mundial y era un futbolista tan genial que no jugaba sino que pintaba jugadas sobre las canchas. Fue un jugador número 10, de esos que dejan historia para la Historia del Fútbol Mundial. Había nacido en Madrid, el 24 de enero de 1943, y ha muerto en Málaga este 15 de enero de 2016 después de Jesucristo. Fue uno de esos centrocampistas de los cuales aprendí mucho sobre lo que es la técnica del futbolista. Se había formado en la cantera madridista y, antes de jugar en el primer equipo de los merengues, estuvo cedido un año al Rayo Vallecano (1962) y dos años el Málaga (1963 y 1964) hasta que en 1965 debutó con el Real Madrid profesional en donde llegó a la cima: ser el buque insignia del "equipo yeyé". Ya en 1977 (después de estar 12 temporadas en el equipo del Santiago Bernábeu), se embarcó en la aventura americana para jugar un año con el Metros de Toronto. Con la Selección Nacional de España jugó solamente 10 partidos y marcó 2 goles pero se hubiese merecido jugar hasta los 100 porque clase tenía tanta que le sobraba. Por eso, con los blancos madridistas, ganó 6 Ligas de España, 3 Copas del Generalísimo y, sobre todo, la Sexta Copa de Europa para las vitrinas de los merengues. Una Sexta Copa de Europa de la cual fue el principal responsable de haberla conquistado. Todavía permanece en mi mente aquel partido del año 1966.

Fue la undécima edición de la Copa de Campeones de Europa de fútbol, organizada por la UEFA. Se disputó entre octubre de 1965 y mayo de 1966, con la participación inicial de 31 equipos, representantes de sus respectivas federaciones nacionales, incluyendo el vigente campeón, el Inter de Milán. La competición fue ganada por el Real Madrid, que derrotó en la final al Partizan de Belgrado, disputada en el Estadio de Heysel de Bruselas, por 2-1. Aquel 11 de mayo de 1966, ante 55.000 espectadores en directo y millones de espectadores a través de las cámaras de televisión, la alineación del Real Madrid estuvo compuesta por: Araquistáin; Pachín, De Felipe, Sanchís; Zoco, Pirri; Serena, Amancio, Grosso, Velázquez y Gento. El entrenador era el inolvidable Miguel Muñoz Mozún (lo de Mínguez Mateos fue solamente un "truco" que usamos Emilín y yo para engañar a Boni y Maxi que se lo llegaron a creer ante nuestras risas sin clase de maldad alguna). Pues bien, era un equipo en el que todos eran españoles y ese es el único caso que se ha dado en la Historia de la Copa de Europa de Fútbol. Once españoles y un entrenador también español. Recuerdo que el primer gol (0-1) lo marcó el Partizan a través de Vasovic en el minuto 55. Y hubo que esperar hasta el minuto 70 para que Amancio marcara el empate (1-1). Y solamente 6 minutos después (en el 76) la euforia desbordó el hogar de todos los que nos sentimos en verdad españoles y las cafeterías donde todos los que nos sentimos en verdad españoles estaban siguiendo el partido. El 2-1 lo marcó Serena.

El Real Madrid levantó su Sexta Copa de Europa en su Octava Final. Para alzarse con su sexto título en la competición, tuvo que remontar en el marcador. El Partizán de Belgrado se adelantó en la segunda mitad, con un gol de Vasovic que hizo que sus seguidores saltaran al campo llenos de alegría. Sin embargo, los de Miguel Muñoz no se arrugaron y continuaron luchando por ver portería. En el minuto 70, Grosso pasó un balón a Amancio, que se escapó hasta tres veces de un defensa contrario. Llegó ante el portero, esperó su salida y con mucha serenidad consiguió el tanto del empate. El gol de Amancio, y después el de Serena por la escuadra, dejaron la sexta Copa en las vitrinas madridistas ante el jolgorio de los seguidores blancos que también saltaron al campo para festejar lo que sí era ya una victoria. La final estuvo también marcada por el récord de Gento. El delantero cántabro participó en todas las Copas de Europa, levantando las seis.

Durante aquel partido yo vi realizar a Velázquez una jugada tan genial que nunca jamás se ha ido de mi memoria visual. Lo vi por la televisión pero era como si lo hubiese visto en directo. Controló un balón en el centro del campo, se lanzó hacia el ataque y, ante la salida de un rival, tocó suavemente el balón muy cerca de la banda de fuera, salió en carrera fuera del rectángulo para esquivar la dura entrada del enemigo, volvió al terreno de juego cuando todavía el balón no había salido fuera y, volviendo a controlarlo, siguió corriendo hacia el área rival. Creo recordar que la jugada no terminó en gol pero fue quizás la más deslumbrante (junto a los goles de Amancio y Serena) que se llevó a cabo sobre el terreno de juego. Y es que es una de esas jugadas que diferencian al genio de los demás.

Era mayo de 1966 y un mes después comenzaron mis aventuras con las chavalas en la Academia Cima de Madrid después de haber terminado el Preuniversitario en el Instituto San Isidro. Tengo que decir que aquellos once campeones jugaron, muchos años, en nuestro fútbol de chapas porque teníamos los cromos de todos ellos. Las chavalas no se lo podían creer pero era cierto. A mis 17 años de edad, y mientras ligaba con ellas, yo seguía jugando a las chapas durante mis tiempos de ocio. Poco después Emilín renunció a seguir haciéndolo pero eso no me importó en absoluto (dejando aparte que yo iba en el primer lugar para ganar la Copa Fiocchi con mi Real Club Deportivo Español) porque seguí siendo feliz con las chapas, a las cuales ya empecé a unir las emocionantes aventuras de mis ligues con las chicas de Cima. De mujeres ya sabía yo bastante desde los tiempos de mi escolaridad pero supongo que algunos no se lo creen; lo cual es cierto pero no me importa lo que piensen los incrédulos como Benito que, en realidad, no se comía ni una rosca con las que de verdad valían la pena intentarlo.

¿Y de Velázquez qué más decir? Basta con afirmar que yo me he quitado muy pocas veces el sombrero ante un futbolista pero uno de los pocos ante los que lo he hecho ha sido ante Manuel Velázquez Villaverde. Alguien de quien era muy provechoso aprender la técnica del toque del balón. Por eso fue uno de mis maestros en cuestiones de fútbol a la hora de dominar el toque de los esféricos fuesen cuales fuesen las condiciones de los terrenos de juego en donde tuve que demostrarlo. Técnica. Posición en el campo. Vista. Temple. Jugar dominando cualquier situación. Y ser el líder dirigiendo todas las acciones del equipo. Sigo quitándome el sombrero ante el recuerdo de las jugadas de Velázquez que era todo un artista pintándolas sobre las canchas. Quizás fue por eso por lo que me acostumbré a llevar a cabo las jugadas que parecían imposibles pero que yo convertía en realidades.
Diesel17 de enero de 2016

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