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Wagner En Abril (relato)

Mes de abril en Quito. Las suaves temperaturas de la ciudad hacen que a sus pobladores les entren deseos de escuchar a Wagner. Es abril, repito, una época para oir a Wilhem Richard Wagner a través de las ondas de Radio Nacional del Ecuador. Todos siguen, al compás, la textura contrapuntística de "El ocaso de los dioses"...

Wagner afina su voz para aplicarse en su canto operístico que hace que todos los oyentes sueñen con que están bailando de puntillas al compás del enano Alberich. Es la raza de los Nibelungos la que está penetrando en la mente de todos los oyentes quiteños.

Abril. Buen mes para "matar" a ese Sigfrido que algunos llevan dentro de sí mismos... y para destruir al Walhalla que muchos adoran. Si. El Walhalla que han deificado como morada de sus propias pasiones. Casi todo Quito vibra con Wagner. La voz de éste se eleva más allá de lo imposible y es cuando surge Brunilda ordenando armar una pira para poner sobre ella el cuerpo de su amado Sigfrido. Ella, por los diferentes asesinatos y hechos realizados, y como esposa legal de Sigfrido, hace suya la herencia de éste.

En este abril de puertas abiertas nadie tiene por qué salir o entrar por las ventanas. Las puertas de este abril primaveral están totalmente abiertas y los oyentes de Radio Nacional de Ecuador permanecen como si estuviesen escuchando el Cuento de la Gallina de los Huevos de Oro... porque todos sueñan... todos sueñan con las dulces promesas de la voz de Wagner.

Quizás todos sueñan hasta con que el Tesoro de los Nibelungos les pertenece a ellos. Sobre todo algunos que se las dan de "místicos" y se frotan ladinamente las manos. Pero la Ópera no ha terminado todavía...

El anillo y la maldición de Alberich hará que todos escuchen, con la boca abierta algunos y con la boca cerrada otros, la purificación que se logra con el fuego fatuo. Muchos fatuos de la ciudad acompañan a la voz de Wagner en sus últimos momentos, antes de la incineración de Sigfrido y Brunilda...

Abril. Los automovilistas hacen sonar su claxon por las calles y las avenidas de Quito. La obra ha sido oída en toda su extensión e intensidad. Fuerte. Fuerte es la tormenta que, al final, coge desprevenidos a todos los que se encuentran demasido confiados en dichas calles y en dichas avenidas.

Abril. Wagner en abril. Una buena ópera para no ser olvidada jamás. Y un recuerdo inolvidable de aquel atardecer: la Gallina de los Huevos de Oro que muere por la codicia de casi todos y casi todas. Sólo duermen aquella noche quienes, oyendo cantar a Wagner, tienen su conciencia tranquila...

Diesel16 de septiembre de 2009

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