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Recuerdos Sueltos. En Algún Lugar de la Frontera

Ahora empiezo a recordar otras cosas, uno de esos calurosos días de verano en aquella ciudad fronteriza de México. Aun estudiábamos la maestría y era la hora de la comida. Por alguna razón habíamos salido con Roberto a comprar los refrescos, creo que alguien mas nos acompañaba, pero ahora no puedo recordarlo. Solo recuerdo que estábamos afuera de un seven-eleven. Roberto recién se había estacionado. Creo que tu ibas en la parte de atrás. Yo iba al enfrente, por que ya sabes lo mal que Roberto conduce y lo mucho que yo me mareaba en su carro. De regreso nos detuvimos sobre el Boulevard las fuentes y tu te bajaste a comprar las tortillas. Veníamos escuchando música de los Beatles y Roberto había preguntado cual era nuestra canción favorita, no recuerdo bien que respondimos (lo sé, vaya memoria la mía). Cuando te bajaste por las tortillas yo me quedé en el carro con Roberto. Era uno de esos días amargos, en los que su carácter era lúcido y a la vez sombrío. Recuerdo claramente que Roberto se quedó mirando fijamente al estéreo del carro con un semblante melancólico, y mientras le cambiaba de canción me comentó que algún día se moriría y que no sabría que pasaría después de la muerte. No era un comentario de miedo por la muerte en sí, si no por la incertidumbre del suceso y de saber que después de eso no hay nada más. Es algo que no sabes lo que es hasta que te sucede y la historia de eso que le acontece a tu cuerpo cuando mueres es una que una historia que te llevas, literalmente, a la tumba. Me decía todo aquello con un rostro reflexivo. Aquella tarde pasamos a comprar tres ordenes de pollo asado con arroz y comimos en la cafetería de la escuela en total silencio.
Recuerdo el sol aplastante de Julio y Agosto. Cuando caminábamos por la Rio San Juan o la veinte a eso de las 2 de la tarde para llegar a clase. Tú con tus tenis deportivos que tanto odio y yo con unas balerinas tan sencillas que sentía que si no me movía rápidamente se les podía fundir la suela con el calor del pavimento. Hacíamos escalas para descansar del apabullante sol en cada sombrita que encontrábamos. Cuando llegábamos a la escuela, todos estaban dentro de las aulas, debido a la comodidad que casi siempre se tenía dentro de ellas con el aire acondicionado. Para más esta decir que el olor resultante de 30 y tantos cuerpos en el mismo cuarto era bastante notorio...
Elenasoja12 de enero de 2017

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