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Adagio

La suave melodía del Cello sostenía sus suspiros. Mientras, sentado en la soledad de aquel jardín perdido, contemplaba ante sus ojos el pasar de las nubes y el tic tac del tiempo. Era consciente de que había hecho muchas cosas mal, de que podría haber hecho feliz a las personas de su alrededor y sin embargo se decantó por el camino fácil, aquel carente de una melodía feliz.

El viento atravesó entonces el jardín, llevando consigo el olor a recuerdos. Las lágrimas resbalaban por las mejillas del anciano, que aún se esforzaba por ver con claridad a través de su turbia vida; sus manos ya no estaban tan ágiles como en aquel entonces y los sentimientos que ocultaba habían perdido su vía de escape. Era triste ver cómo el tiempo era tan cruel con las personas y cómo la vida favorecía de una forma tan desigual. Sin embargo, todo aquel sufrimiento le llevó a ser quien era.

Años atrás luchó por ser un famoso concertista, intentaba plasmar a través de la música todo aquello que no se atrevía a decir con palabras, y ciertamente lo conseguía, sus manos eran capaces de crear las vibraciones idóneas en las cuerdas de su Cello, la gente era capaz de percibir el dolor que desprendían sus composiciones y aquello, era lo que creaba esa conexión tan fuerte entre su música y las personas que le escuchaban. Estaba orgulloso de su obra, pero no de las sensaciones que la inspiraban; su inspiración se esfumaba cuando aparecía su sonrisa, era cruel y se escapaba eliminando cualquier atisbo de esperanza. Aquel hombre llegó a la conclusión de que para cumplir su sueño debería verse obligado a mantener aquella angustia y tristeza constante, las cuales llevaban de la mano la musa más importante para los artistas , la inspiración nata, nacida del dolor, de la experiencia y de las personas que se iban quedando atrás en el tiempo. Para él, cada nota significaba una inspiración, una exhalación, un ir y venir de pensamientos e ideas, de malas decisiones y de arrepentimientos en cada silencio. Como cualquier ser humano repetía sus errores en cada estrofa, y era consciente de ello. Logró el éxito que buscaba, pero a qué precio... No pasaba un solo día de su vida sin pensar en ella, en la verdadera razón de su sufrimiento, la verdadera musa de su obra. Ella, a la que no valoró lo suficiente y a la que acabó perdiendo sin poder evitarlo.

Bajo la lluvia se sentía reconfortado, era capaz de camuflar las lágrimas, de mirar hacia el cielo y tener el valor de pensar cómo habría sido todo si hubiera tenido otra oportunidad. La vida no iba a ser tan amable y así, entre la lluvia y el breve recuerdo de su música el tiempo cesó.
Elinea31 de marzo de 2013

2 Comentarios

  • Voltereta

    La vida es como una sinfonía, como una novela o como una poesía; por más que uno se esfuerce nunca acaba por verla completa. Tienes una forma de dar salida a tu interior muy interesante, he leido varios textos tuyos y todos me parecen dignos de mención.

    A partir de su lectura he llegado a vislumbrar que tratas de llegar a encontrarte a ti misma a través del arte y su belleza. Una búsqueda harto dificil pero no desesperes, quizá algún día logres alcanzar tu meta.

    Mientras tanto seguiré leyéndote.

    Un saludo.

    31/03/13 11:03

  • Elinea

    Agradezco tu comentario Voltereta, un placer que alguien como tú intente comprender las absurdeces de mi mente.

    Un saludo.

    02/04/13 12:04

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