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Arboles Caídos

Si bien aconteció el día de ayer y su llegada no resulta (en efecto, no resultó) auspiciosa y además no conmueve a la manera de cualquier resplandeciente primavera, quisiera brindarle mi más cortés bienvenida al siempre grisáceo, pero bello, otoño.
Me complace observar los días lluviosos, sin por ello menospreciar al siempre "inti", dios sol. Entiendo a la tormenta como una de las tantas bellezas de la, hoy más que nunca, desquiciada naturaleza, como un implacable fenómeno decoroso...
El cielo carbonizado y de aspecto apocalíptico pareció, en el día de ayer, acercarse majestuosa y temiblemente al tembloroso suelo porteño, acortando en apariencia, y solo en apariencia, distancias con este. La verdad es que quedé anonadado de tanto viento e inauditos remolinos endemoniados. Los árboles parecieron forcejear con crudas y desmesuradas corrientes satánicas que intentaban arrebatarles a aquellos el derecho a la integridad y, más aún, a la existencia misma. Las hojas secas del suelo, mezcladas llamativamente con innumerables residuos diversos, parecieron intentar escapar, desesperadamente, de alguna amenazadora embestida, cuando el viento comenzó a desnudar su carácter más testarudo y violento sobre aquellas.
Supe de techos tristemente saltarines, de problemas de tensión eléctrica y aún de repentinos cortes…
En fin, para no hacer resultar, mi relato, demasiado abultado…
El otoño ha llegado y, a decir verdad, se ha echo notar de la mejor (peor, para muchos damnificados) manera...
Elsalm2217 de mayo de 2011

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