Eran las seis de la mañana e Ines veía como su amado país era azotado por una crisis económica jamás vista por aquella región. Las noticias hablaban de más y más despidos en miles de fábricas, empresas y hasta de personales estatales o de salud. Nada era fácil por aquellos tiempos y esa sensación de incertidumbre, aquella punzada cada vez que estaba parada enfrente de la puerta del local donde trabajaba sin saber si esa mañana sería la última la atormentaba cada día más.
Tenía veintisiete años y se había recibido años atrás como chef internacional con calificaciones que rozaban la excelencia y vivía una vida feliz hasta aquel 21 de marzo donde todo empezaba a desmaterializarse.

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