"Soy muy cobarde"dijo.
Mis oidos advirtieron su fondo sin miramientos, sin quejas y sin importancia. Y con el tiempo tenía miedo a tantas cosas...tenía miedo a quedarse, a aferrarse, a hacerme importante...era simplemente cobarde.
No dudó por eso en enseñarme su cuerpo...su piel... sus ganas, su deseo, pero tenia miedo. Asique yo poco podía pedirle y me quedé allí, mirándo como huía, mientras me daba la mano. Era especial la forma que tenia de marcharse...quedándose siempre tan cerca...y estando a la vez tan lejos. Más cerca todavía si me miraba...tan cerca...que sus ojos eran comparables con el fondo del mar...tal vez tambien con el cielo infinito. ¿Pero que importancia podía tener aquello?... tenía miedo y era cobarde.
Asique yo me quedé allí, mirando como huía, mientras besaba mis ganas sin miramientos, sin quejas y sin titubeos. Esa noche decidió quedarse. Una noche de la que ni siquiera sé si le recordé que le quería...menos aún si se lo demostré como debía y se dejó dormir. Y desde entonces el recuerdo me baila el agua para que vuelva a tocarle. Ni siquiera sé si se despertó otra vez su miedo ni si sigue siendo entero suyo.
Le perdoné cobarde, le amé cobarde, le toqué cobarde y cada día me gustaba más. Así que acepté su miedo sin quejas...Y le besé tan poco tiempo tantas veces...le soñé tantos días, le esperé tantas horas y le quise bajo tantas tormentas...que la ultima vez que el miedo vino de su mano nos quisimos sin final. Tanto... que ese miedo no fue otro que el infinitivo fondo de saber que, por ser tan cobarde, podía perderle.
Aunque realmente nunca decidiese quedarse cerca... vino, aun cobarde, a contarme cómo era.
