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Cambio.

Me empezó a gustar esta soledad. La del observador, la del silencio y la calma.
Aunque me gustó ser uno de los payasos del lugar, acostumbrado a reír con los demás entre alguna ocurrencia de cualquier tipo, escuchándola o continuándola, a lo lejos me llegué a sentir vacío. Como si mi cuerpo estuviese aburrido de la misma clase de bromas y chistes de siempre.
Muchas veces me permití estar callado, pensativo sobre el tema que estaba constantemente en mi cabeza, hasta empezaba a parecer ridículo. En varias ocasiones llegué a sentir enojo, por desear un poco de paz para poder analizar bien y a cambio obtuve risas, estupideces y comentarios fuera de sí.

Algo que tomaba en cuenta de vez en cuando era que quizá ya no tenía tanta habilidad para ser gracioso, porque me pasó este año más que nunca: Decir algo en público con voz de locutor y que todos me observaran como palos. O podría ser algo más simple: ya era más maduro que nunca, o más simple: ya estaba harto de todo y los demás también.
Mientras iba y venía, lo olvidaba, perdía el hilo de la realidad. A veces, hasta me incomodaba debido a que llevo años siendo inquieto, siempre tratando de buscar a alguien con quien platicar con el fin de no estar solitario.
Iba quedando atrás todo.
Uno de los pensamientos que más pasó por mi cabeza, fue que hasta el momento de una escena seria, no lo era, también reía. Digo, no es lo mío eso de platicar, porque para expresarme soy una mierda. Pero no me parecía bien. Hablo demasiado rápido y por mencionar un tema no digo otro.

Llegó hasta el punto donde alguien era capaz de lanzarme los peores insultos para herirme a como de lugar con tal de borrarme esa maldita risa, claro, cosas como esas no me afectan, pero si que molestan luego de unos segundos. Antes eso era gracioso.
Y en algún momento alguien me dijo: Ves, por eso nadie te toma en serio.
Eso fue para pensar todo el día, toda la noche. No me entristeció pero, tal vez tenía razón.
Llegó todo a un punto donde pensaban que no podía ser herido o que todo me daba igual.

Entre todas esas vueltas que di por la cabeza, en ese estado de calma que cada vez me iba pareciendo más natural, intentado averiguar cómo ser serio en momentos serios e intentar disfrutar de nuevos pasatiempos, nuevos temas que no me desanimaran, el ambiente me pareció cambiar un poco y, hasta llegué a creer que ya estaba todo hecho.
Y no; como la mayoría de las cosas, un cambio conlleva mucho tiempo, gran problema para mí que siempre deseo resultados en el mínimo de tiempo, junto con el aprendizaje.
No me aguantaba las ganas de soltar un comentario en un momento que creía oportuno y, a veces, lograba no decir nada todo el día. Esas veces, me hizo falta algo, quizá por dejar ciertas cosas a las que estaba acostumbrado, aunque era placentero, muy placentero. Todo estaba cambiando.
Hubieron veces que si, me levanté del lugar a buscar una conversación, porque debo de admitir que de vez en cuando uno consigue hablar con alguien de una forma fluida, sin ninguna idiotez.


Siempre tuve un gran obstáculo, y eran las personas de mi alrededor, aquellos que se acostumbraron a oírme por mucho tiempo.
Para mis amigos empecé a tener excusas, que por razones obvias son los primeros en juzgar;
Marica, se siente triste.
Probablemente.
Aunque la respuesta es siempre: Tengo sueño.
Y en ocasiones con algo de sarcasmo podía decir: Por culpa de ella. Y claro, la risa de fondo.
Funcionaba.

Me empezó a gustar esta soledad. La del observador, la del silencio y la calma.
Con casi toda clase de ruido podía pensar tranquilo y estar con la mirada fija, distinguir cada voz a mi alrededor y pensar qué decir si alguien llegaba a molestar. Dormir un rato sin llamar la atención, escribir por atrás de alguna hoja.
Ya estaban acostumbrando todos conmigo, creo, todos... no me interesa.
Salía al patio y era lo mismo, sino es que jugaba fútbol, algo que me gusta desde siempre.
Mi casa no la menciono porque aquí reina mi música. Está mi cuarto, los libros y, no es problema, nadie se preocupa.

Ahora llego a pensar en abandonar a todos los que están cerca de mí, porque los veo como un problema, es como ver al pasado con ellos, algo que ya fui, como vivir cerca del mal.
No sé si compañeros nuevos o más soledad, amigos que se compran y se hacen humo.
De cualquier forma será difícil, peor para alguien como yo sin iniciativa, con todo a medias. Alguien que siempre busca ayuda por pereza, alguien que piensa en el futuro sin dar un solo paso a él, alguien que no se cuida ni cuida a nadie.
Quizá sea la adolescencia, que es cuando a los problemas le vemos más problemas. Lo imposible que se hace todo. El mismo despertar todos los días, querer y no poder, intentar y hacer mal. Desamor, decepción, formas de ver al mundo; real y triste mundo...

17 años a cambio de un cambio. A nadie le importa y eso es bueno, aunque a mí debería. Sé que puedo avanzar porque a nadie le importa y, eso es bueno.
Erickknox18 de mayo de 2017

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