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Rural Centro (fragmento)

EL GOBIERNO DE HIDALGO CREYÓ QUE SUS GRANADEROS PODRÍAN TRANQUILIZAR LAS COSAS AQUÍ EN VILLA GRANDE. Los periódicos del Centro pensaron que en Hidalgo la vida podría ser carne fresca para un reportaje; por eso me enviaron. Nunca había sentido el calor asfixiante de Hidalgo. En este lugar se concentra lo más vil y lo más ruin del elemento humano. El movimiento de normalistas rurales en paro desde hace ya dos meses se articuló con los trabajadores de las fábricas industriales MEXCOT y LATROF, ubicadas en el que hasta hace poco era considerado uno de los municipios más pobres del país: Villa Grande. Desafiaron a la fuerza pública y la humillaron. Alrededor de 150 personas entre normalistas y trabajadores de las fábricas industriales, tomaron desde el viernes pasado la explanada y el quiosco de Villa Grande. En este momento en todos los noticiarios del país se deben estar transmitiendo imágenes del enfrentamiento entre civiles y granaderos de Hidalgo.

En Hidalgo, específicamente en el municipio de Villa Grande, las huelgas laborales hace mucho que dejaron de ser noticia. En cambio, al interior de la república, las revueltas de los obreros de Hidalgo parecen ser la única noticia candente a últimas fechas. Si pasas el tiempo suficiente en Villa Grande entenderás fácilmente porque a los pobladores de este lugar poco o ya nada les importa las huelgas, a menos que seas normalista u obrero de MEXCOT e incluso aunque no lo seas, la horrible realidad de este lugar te transformara lo suficiente como para que ya nada te importe.

La mayor industria en éste poblado no es, como se piensa en el D.F, la industria química o industrial, sino el tráfico de influencias, el lavado de dinero y las redes de prostitución. Casi no hay narcotraficantes, la droga se vende poco en este lugar, pocos jóvenes. En su lugar lo que existe son lugares destinados a la prostitución de lujo. Políticos, capos, altos mandos de la policía local y gente con el suficiente dinero viene de otros lugares a conseguir putas de lujo, la mayoría extranjeras. Aunado a esto, el folklor local se encuentra rodeado por un halo siniestro. En los vertederos y en las cantinas de Villa Grande se cuentan rumores, se oyen voces de gente que ve cadáveres caminando por los callejones y las calles. Bebes sin brazos, brujas desnudas, mujeres sin piernas, arrastrándose por la calles buscando el tiradero municipal.

Esta mañana se encontró el cuerpo desnudo de Margarita Aldama en su casa del centro. La victima se encontró atada de pies y manos, presentaba señales inequívocas de violencia física en el rostro y el cuerpo. Margarita Aldama tenía 34 años y era la propietaria de La suerte, un local clandestino que operaba como putero al norte de Villa Grande. La suerte requería constantemente de jovencitas de escasos recursos que optaban por el oficio de puta para ayudarse a sobrevivir. Entre estas jóvenes se encontraba Marina Estrada, de 18 años cumplidos y que desde hace dos semanas se encuentra desaparecida. El día que desapareció salió de su departamento en la avenida 10 de marzo al norte de Villa Grande, se dirigía a La Suerte a empezar la jornada laboral pero nunca llego. Dos días antes la entreviste como material documental para un reportaje sobre tráfico de personas. Ella era natural de Venezuela y ejercía el oficio de puta por necesidad y por ser bien remunerado. A veces un político renombrado de Villa Grande, a través de Margarita Aldama que era la intermediaria, solicitaba sus servicios para fiestas privadas en la que asistirían varios invitados de negocios. Marina asistía a estas fiestas y brindaba sus servicios y aseguró que nunca se le obligo a hacer nada que no quisiera, sin embargo, me confesó, ella había presenciado escenas en las que obligaban a otras muchachas a tener relaciones sexuales en su contra. En una de estas fiestas, me dijo, cuando termino de follar con dos diputados de Sonora que eran amigos del político de Villa Grande, tomó sus cosas y una vez pagada se disponía a abandonar el lugar cuando escucho que desde una habitación oscura se alzaban gritos, un tipo le gritaba puta a alguien, se escucharon golpes y llantos. Maribel sintió miedo y abandonó aquel lugar lo más rápido que pudo. Cuando subió al sedan que el político había destinado para llevarla de regreso a La Suerte, le pareció escuchar dos disparos. Nunca más volvió a asistir a las fiestas que organizaba el político.
Todo lo que sé es que para esta hora ya debe estar muerta.

REGRESÉ A VILLA GRANDE PARA CASTIGAR A GERARDO SALVATIERRA. Por eso volví. Para poner las cosas en su lugar. Él pensó que poco importaría que él fuera el asesino de mi padre y que mi madre llorara hasta el amanecer la noche que le di la noticia. Mi madre ahora también esta muerta, Gerardo Salvatierra no jaló el gatillo esta vez, pero de una u otra manera él también la mató, y no una sino dos veces. La primera vez la mató sin decirle nada, sin tocarla siquiera: la mató con su ausencia. La segunda vez la mató en el mismo momento en que asesinó a mi padre, diez años después de haberla dejado sola en Villa Grande, el día que regresó del norte y la encontró casada y con un hijo de Ignacio Lozano.

De esto hace ya años, veinticinco al menos, pero no hubo noche alguna en que mi madre no llorara desde entonces. La noche que le anuncié mis planes de unirme a la arquidiócesis, incluso aquella noche que dejamos para siempre Villa Grande, ella lloraba, sólo lloraba, sin mediar palabra alguna entre su llanto y su figura. Lloraba tanto que llegue a pensar que ella era toda lágrimas en lugar de sangre. La única noche que no lloró fue la noche en que se le escurrió la vida entre mis brazos.

DANIEL MEDINA FUE EL QUE DIO LA PRIMERA SEÑAL DE ALERTA. Puede que antes Angélica Fuentes en una de sus monumentales borracheras hubiera lanzado al aire aquel infundio, pero en el tiempo en que Angélica empezó a difundir el rumor llevaría por lo menos 15 años de un severo alcoholismo que la desacreditaba incluso ante los ojos del menos respetable en Villa Grande. El problema con el alcohol de Angélica databa de aquel momento en que su esposo, Ricardo Tapia, reconoció que su condición de empleado en la tienda de Lautaro Rentana no podría darle ni siquiera la mitad de los dividendos necesarios para sustentar y alimentar a una familia. Él tenia 22 años, ella 18 y estaba embarazada de tres meses. Todo esto sucedía varios años antes de que la primera fábrica industrial, la primera MEXCOT que producía refrescos y bebidas naturales, se instalara en Villa Grande, muchas hectáreas de riego ya se habían expropiado a lo largo del municipio, eso sí, pero hasta ese momento ninguna fábrica se había instalado. Ante la inminente llegada de un nuevo miembro a la recién formada familia Tapia, Ricardo, enfrentando la imposibilidad de lograr conseguir otro empleo de medio tiempo, decidió que la única solución posible para el desastre en el que él y Angélica se encontraban consistía en dejar el país y trabajar en el extranjero. Así se lo hizo saber a su esposa una noche de marzo. Angélica no le recriminó ni expreso ningún tipo de opinión al respecto, se limitó a servirle de cenar, lavar los platos y llorar en silencio, entre sollozos que a Ricardo le pareció que no podían provenir de su esposa sino de un punto no específico de la humilde habitación que rentaban al oeste de Villa Grande. Esa noche hicieron el amor por última vez. Mientras la montaba, a Ricardo le pasaron por la mente un montón de pensamientos que él hubiera preferido no tener en ese momento. Pensó, por ejemplo, que las estrellas que se veían en el cielo de Villa Grande no eran estrellas normales. No es que hubiera viajado mucho, ni siquiera lo suficiente, como para formarse una idea clara de cómo es que se deben ver las estrellas normales en un cielo despejado, sin embargo, las estrellas de Villa Grande en ese momento le parecieron mucho más grandes y mucho más hermosas que las que había visto en cualquier otro lugar. Que raro, pensó, llevo toda mi pinche vida viviendo en Villa Grande, viendo las estrellas en los atardeceres, en las madrugadas y en los amaneceres y es hora que apenas me vengo enterando de que esas putas estrellas no son normales. Y entonces trato de reírse, o mejor dicho de dibujar una sonrisa en su rostro pero inmediatamente se dio cuenta de que Angélica seguía llorando en silencio. Él la embistió entonces con más fuerza, como si quisiera hacerle daño. Pensó en su madre, quiso saber qué es lo que ella había pensado de aquellas estrellas hijas de puta. Cuando se corrió en el interior de Angélica se dio cuenta de que él también estaba llorando, se tendió al lado del cuerpo de su mujer y la abrazó en silencio. Al día siguiente visitó a Hortensio Salvatierra, el pollero de Villa Grande y tres días después dejó el pueblo.

Al principio Angélica pensó, o al menos quiso pensar, que las cosas irían bien. Ricardo tardaría al menos 15 días en llegar a Tijuana, una vez allí tardaría otros 3 en cruzar el Río Bravo y una vez estando en suelo Norteamericano sería cuestión de un día, dos máximo, en llegar a California, llegado a este punto las cosas serían más que fáciles: conseguiría rápidamente uno o dos empleos como mozo en algún restaurante y procedería a saldar la deuda que había adquirido con Hortensio Salvatierra quien, amigo desde la infancia de Tapia, había aceptado pasarlo sin ningún tipo de adelanto (cosa que por supuesto no habría siquiera considerado como remotamente posible con algún otro cliente) y esperar a que Ricardo se estableciera en California para obtener su pago. Él le prometió a Angélica que le hablaría en cuanto hubiera cruzado la frontera. Pasaron 15 días, un mes, dos meses, y Ricardo jamás le hablo.
Pasaron tres meses y no hubo noticias ni de Ricardo Tapia ni de Hortensio Salvatierra ni de los otros tres fuereños que habían partido de Villa Grande rumbo al norte. En ese momento Angélica supo que Ricardo no iba volver, tal vez se había ahogado tratando de cruzar el Río Bravo junto con Salvatierra y los fuereños, posiblemente habían entrado a algún bar en Tijuana antes de cruzar la frontera y en una riña de borrachos unos narcos los habían acribillado, quizás simplemente se había detenido en algún estado antes de la frontera y se quedo a vivir ahí y se olvido de ella. Estas y mil ideas más le cruzaban por la cabeza, lo único que sabía, que daba por seguro, es que Ricardo no iba a volver. Pensó en esto una mañana en que estaba barriendo los amplios corredores de la Barranca, la Hacienda del jefe de la policía municipal de Villa Grande, Gerardo Salvatierra, el único lugar en el que por lastima le habían dado trabajo; tenía ya 6 meses de embarazo, el bebe pateaba mucho, afuera todavía no aclarecía del todo, eran las 5 de la mañana y a través de un gran ventanal podía ver las estrellas en el cielo de Villa Grande: demasiado grandes, demasiado hermosas. Angélica miró aquellas estrellas y se le partió el corazón.

Dos meses después, en diciembre de aquel año, las labores de parto la sorprendieron mientras trabajaba en la Barranca. La comadrona a la que veía, Amanda Buendía, le había prohibido ir a trabajar o realizar grandes esfuerzos un mes atrás, sin embargo, Angélica no podía darse el lujo de no trabajar, no tenia familiares en Villa Grande, ella y Ricardo habían abandonado su pueblo natal en Guerrero cuando decidieron juntarse definitivamente hacía un año. De manera que sin esposo y sin familia a quien acudir en su delicado estado tuvo que arreglárselas para seguir trabajando. Ese día llego a la Barranca a eso de las 5 de la mañana, barrio la calle y el patio y cuando se encontraba barriendo el potrero la sorprendieron los dolores. A esa hora no había nadie en la Barranca, el jefe Salvatierra y su hija Jimena de 7 años dormían al otro lado de la Hacienda, los demás trabajadores llegaban hasta las siete de la mañana, cruzó el patio sangrando, caminó por el pasillo que daba a la cocina y cuando cruzaba por el comedor perdió el conocimiento.

La encontraron en medio de un charco de sangre a las ocho y media aproximadamente. La señora que trabajaba en la cocina le gritó al capataz, José San Pedro, un tipo bajito de buenos modales que siempre ayudada en la cocina cuando estaba aburrido y las labores en la Hacienda no eran muchos, San Pedro y la señora de la cocina la levantaron y la llevaron al hospital más cercano. Para cuando los doctores del hospital general Sepúlveda, ubicado a las afueras de Villa Grande, la atendieron Angélica había perdido al bebe.
Después de este evento su vida, recordaría más tarde, se redujo a una sucesión de pequeñas desgracias, una tras otra. Ella perdió el trabajo en la Barranca, no tenía dinero para la renta y a duras penas le alcanzaba para comer. No se sabe exactamente en que momento abrazó la bebida, puede que haya sido un día en que fue a la cantina de Román Valenzuela, la Coronita, puede que sólo hubiera ido a pedir una limosna a los parroquianos y uno de ellos, ya encandilado y en busca de algo de diversión, le hubiera invitado un trago. Ella se lo aceptó y después de acabárselo le pidió otro, luego otro y luego otro más, probablemente llegado a un punto álgido de la noche, el parroquiano, que muy probablemente no residía en Villa Grande y sólo fuera ahí de visita o en busca de putas y diversión, se la llevo a su cuarto o a su pensión o a donde fuera que pernoctara a esa hora y la follo mientras ella estaba inconsciente. Cómo se hayan desarrollado los hechos poco importa ahora, ella le agarró gusto a la bebida y ya no la dejó. No mucho tiempo después la echaron del cuartucho que rentaba y se dedicó a vagar por las cantinas de Villa Grande. De vez en cuando encontraba a algún parroquiano generoso que le pagaba sus tragos durante toda la noche y se iba con él y entonces follaban en un cuartucho miserable, ella hubiera querido poder llorar mientras un tipo que no conocía la estaba follando, llorar como la última vez que hizo el amor con Ricardo, pero por más que lo intentara el llanto siempre le rehuía.

De cualquier manera, un lunes 1 de abril, y de esto la propia Angélica cada vez que el mescal Caborca la envalentona y le suelta la lengua lo enfatiza sobremanera, como si en esto se le fuera la vida, los vio por primera vez. Habían pasado ya muchos años de que Ricardo partiera del pueblo, en Villa Grande se habían instalado ya muchas fábricas y cada vez que uno cruzaba por la avenida 10 de marzo, la avenida principal, en dirección al norte y al oeste se podía observar las grandes naves industriales, humeando y haciendo ruidos que se adentraban en la noche. Angélica, después de su habitual tanda de mescales en la Coronita, salió tambaleándose y caminó en dirección al norte, la intención era cruzar la calle Lisandro Mesa y una vez en el cruce con la avenida 10 de marzo enfilar todavía más al norte hasta llegar al basurero general de Villa Grande, casi en los limites del municipio, y pasar la noche entre desperdicios y algunos desamparados que radicaban en el basurero. Caminó, pues, toda la calle Lisandro Mesa, no era muy tarde, serían un poco más de las 12 y media, sin embargo, la calle se encontraba desierta. Angélica sólo podía escuchar el ruido sordo y lejano de las fábricas y el ladrar de los perros. Desesperados, se dijo, esos pinches perros ladran desesperados. Cuando ya iba a la mitad de la avenida 10 de marzo sintió algo, un algo que no podía explicar racionalmente, una mescla entre desespero y pánico repentino. Apretó el paso y justo cuando dejaba atrás las instalaciones de la fabrica MEXCOT, sintió la necesidad de voltear y mirar el camino. Al principio se sintió aliviada, pensó reconocer a lo lejos a varias personas caminando por la avenida, serían quince o veinte, ella siguió su camino y al cabo de unos minutos pensó que era chistoso que una procesión religiosa caminara a esas horas por la avenida 10 de marzo, mucho más chistoso el que lo hicieran en dirección norte, rumbo al basurero de Villa Grande, porque la única parroquia del municipio se encontraba al sur, casi en el otro extremo. Volteó una vez más y esta vez esperó a que las personas se acercaran, se quedo en medio de la avenida para poder verlos mejor, las personas seguían caminando lentamente, ahora le parecieron muchos más que antes, ella seguía mirándolos y pensó que los que venían en frente se veían cansados, tenían las ropas viejas y desgastadas y conforme se acercaban podía distinguir que algunos de ellos parecían traslucidos, opacos. Cuando estuvieron como a 50 metros de distancia se dio cuenta de que cada vez se veían más transparentes, muchos estaban sangrando, había niños y viejos y hombres y mujeres no tan viejos y todos avanzaban hacia ella con una calma desesperante, vio a una niña que caminaba con los ojos al frente, inexpresiva, y vio que le faltaba un brazo. A un lado un viejo avanzaba llorando y una gran mancha roja le cubría la camisa a la altura del tórax, vio a bebes arrastrándose con medio cuerpo, de la cintura hacia abajo desecho. Debió moverse, debió correr y salir gritando, pero no lo hizo, estaba mas sorprendida que atemorizada, se quedo ahí en medio de la avenida y cuando esas personas estuvieron a dos pasos de ella sintió un mareo. La encontraron al día siguiente en medio de la calle entre vomito y orines. Desde entonces cada vez que entraba a una cantina, después de un par de tragos, contaba a todo el mundo en voz alta su historia y nadie le creía o la ignoraban y le regalaban un trago para que se callara.

Algunos años después, Daniel Medida, trabajador de la fábrica química LATROF de México, se dirigió un día mucho más temprano de lo habitual a su turno de doce horas. Había pasado la noche anterior bebiendo con unos amigos en una cantina y cuando se dio cuenta ya eran las 4 y media de la madrugada, él entraba a las 6, de manera que pensó en caminar por la avenida 10 de marzo y esperar una hora afuera de la fabrica a que la abrieran. Así lo hizo, sin embargo, nunca llego a trabajar. En vez de eso regresó a la cantina a eso de las 6 de la mañana y pidió un tequila doble. Ora tú, Daniel, no que ya te ibas a trabajar, güey, le recrimino en juego el joven que atendía la barra. Medina no dijo nada y pidió otro tequila doble, se lo tomó en silencio y cuando hubo acabado alzó la vista y le dijo al de la barra: Esa puta vieja borracha de Angélica Fuentes tenía razón.
Erik03 de septiembre de 2008

1 Comentarios

  • Diesel

    Descarnada denuncia y veraz situaci?n. !Muy bueno el art?culo denuncia!.

    03/09/08 10:09

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