Hoy por fin he llegado a puerto. Hoy por fin me he salvado. Serio, como el delirio más profundo, y triste, como la nostalgia más seca. Resulta irónico saber que mi salvación se encontraba tan cerca, y que, adentrarme en la mar iba a traerme más calma que tus quimeras. El mar seco cual desierto; tu recuerdo agitado cual tormenta.
Tuve que irme, lo sabes. Tuviste que echarme, lo sé. He encontrado cientos de sirenas en el viaje. Cada una más bella que la anterior. Navíos en el camino símbolo de nuestro naufragio. He encontrado amor de una noche y recuerdo de una mañana. Pasión y cariño refugiados en falsos te quieros. Cafés fríos. Besos amargos.
Nunca una cama se sintió tan sola con alguien dentro. Nunca una caricia delató lejanía con sus dedos en mi espalda. Nunca unos labios supieron a despedida en el primer contacto.
Y entonces me dí cuenta de que no estaba hecho para ser marinero. Decidí volver entonces. A tus brazos. Decidí volver entonces, a un puerto donde echar el ancla y plantar raíces. Comprendí que ahogarme en tus ojos era salvarme en mi cielo. En tus ojos Esos ojos color océano en el que tantas veces habría salido a nadar. Decidí salvarme en ti. Renacer. Dormir sin alarma, Pasear sin rumbo.
Encontré a tu lado todo aquello que un marinero ansía encontrar. Encontré en ti mi propia tierra firme. Algo así como elegir entre tu espalda y la pared.
