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Por un Día

Aquella mañana amanecí con vistas al paraíso. Con ella en mi cama, y mis manos, arañando su cintura. Mis labios sabían a sus labios, y mi espalda denotaba marcas de esas que ni duelen, ni enseñas. Follamos. Follamos como si fuera nuestra última vez. Un polvo de despedida. El último antes de separarnos. Mi mano rozaba su cuello, y sus besos golpeaban mi alma. Llegamos. Aquel día el sol salió dos veces, lo juro, y la tristeza que en mi interior habitaba, buscó colchón en otro cuerpo, por un momento. Ella no era la princesa de mi cuento, ni yo la rana que esperaba convertir, pero nos amamos. Como dos recién casados, o como una pareja de adolescentes en el asiento trasero de un Renault Megane. Pero llegaron las once. Yo salí de la cama y la invité a tomar la despedida: un poco de olvido en vaso de cristal acompañado de soledad y deseo, vamos, algo ligero y fácil de digerir. Terminamos con un beso frío, que despertó en nosotros el otoño, y lo rematamos con un abrazo seco como una tarde de Agosto. Marchó. Marchó sabiendo que ni ella volvería a buscarme, ni yo a dejar que me encontrase. Sabiendo que un amor que no recuerda, tampoco añora.
Eskindasadness10 de junio de 2015

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