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La Luna, El Niño, la Noche

Todo empieza con la visión del niño desde el automóvil en movimiento
El niño ve a la Luna seguirlo por entre las casas altas, bajas. La luna no abandona a su presa piensa el niño. EL NIÑO SOY YO.
La noche evapora sin escándalo el agua de los ojos.

El espanto es el último recurso de la desidia
Todo trepida entre mis hojas, mis árboles se incendian cuando llueve.
Mi mujer me bebe entre sus lágrimas, yo no digo algo.

La luna es dueña de las cosas. El niño, si bien lo sabe, busca olvidarlo.
Sus manos morenas recobran la vida sobre sus piernas, primero, dan brincos en la medida que el niño se sumerge en la leche lunar. Sobre ambas extensiones flectadas dos aves son clavadas en el océano, un lapsus de letargo marino las detiene, luego se elevan apenas tocadas por el agua. La redondela es esquiva entre los tejados, el gran jaguar blanco toma velocidad entre las piedras húmedas, sobre su pelaje se describen profecías celestes.
Cuando los niños fijan la vista sobre el vacío, las viejas se persignan. La luna la hacen sus ojos negros. Ahora los focos del auto, los ojos, la luna, el reflejo de la luna sobre el asfalto, son constelación.

La luna se arrastra por la tierra, la ensucia.
Las aves son trueno contra los relojes dorados.
La luna desea girar velozmente, grita.

La poesía la hacen los niños con las babas. La luna lo sabe, pero quiere olvidarlo.
En el océano que gestan las manos aéreas. Se introducen, como el fuego en los pulmones, por cada respiradero lunar, el niño llora. Las bocas se abren, se irritan, sangran por las orillas. El automóvil ahora también desea girar velozmente, grita.

Ahora las manos, como gaviotas-cuchillas rajan el mar, que nunca se sosiega ante la luna, BAILENME ENTERAS; PETALOS FUGACES. No pises la mañana entre los sótanos, TALÀDRALES.

El auto se detiene, el niño continúa rompiendo el encanto de las cosas. Todo es nieve con una luna como esta, todo es leche arrinconada en el vaso. Las mesas agradecen estas horas. Las pestañas crecen y mueren como nunca. Es momento de rondar las carnicerías, los neones con sus letras rayadas sobre la noche.
El auto se detiene, el niño continúa. Esperemos que todo sentir se derrame contra la vereda. El semáforo sigue en orden. Las piernas piden DESEO. Las nutrias en desvelo saltan hacia su boca terrestre, húmedas pordioseras.

Las arañas sortean la niebla, SED ATRAPADA DE HIPOGRIFOS. En cualquier segundo estallas, niño mió.

Enciendes esa vena con el fósforo proyectado de los ojos, MANUEL. Suelta esa luna por los cabellos, grita. Las manos se agachan como perros ante las arañas que ya llegan al rostro. Como mencionas durante tu sueño, la vida de crisálida es hermosa.

Las mariposas son una pena. LAS LARVAS YA NO SON NECESARIAS.











Estepario14 de abril de 2009

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