Recibió amable mi caricia, pero me la devolvió con un rasguño. La herida atravesó mi mano, y quería entrar al brazo por la muñeca, pero gracias a una pulsera no pudo hacerlo. Ahora me mira y vuelve a ronronearme, pero no voy a caer denuevo en la misma trampa. Me arde con el viento del ventilador, pero el calor me ataca a capa y espada, y no tengo otro escudo más que este aparato viejo y oxidado. Tampoco tengo defensas para encarar esta herida que, aunque no sea nada grave, duele y arde muchísimo.
La luna es enorme y se acuesta tranquila en el mar. Y la picazón me ataca, siento que mi cuerpo cambia, tengo calor. Caigo en el suelo mientras observo como mi piel se llena de pelo y unas garritas brotan de mis manos.