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Ni Se Va Ni Se Viene, es Ella

Tiemblo. Tiemblo de miedo; tiemblo.
Miedo por si te miro de más o demasiado, miedo a que las palabras no salgan de la boca.
Un beso, pienso; dos en las mejillas, pero... ¿iba a ser uno? ¿uno directo, uno perfecto?
Estuve a punto de pedírtelo después de creer que lo esquivara. Pero no pude, el miedo ganó la batalla en el corto tiempo y tú no dejaste ni un hueco de silencio para ser completado por mí, para rogarte clandestinamente el beso que deseo y que pude tener si hubiese tenido la seguridad de que querías dármelo. La oportunidad apareció rota, inválida, caducada, cuando caí en la cuenta.
Por eso, tiemblo. Tiemblo porque en la garganta se atragantan las palabras que no lancé por exagerada precaución asustada.
Me estoy enamorando sin querer y sin darme cuenta, estoy....
Estoy que no me dejas, que no me dejo, que nada es claro y oscuro es el miedo que me esconde a tu mirar.
Miedo. Sé que te estoy deseando. Prefiero escuchar tu voz que tus palabras, prefiero observar tus ojos y tus labios antes de que lo hagas tú con los míos. Porque tengo miedo.
¿Lo sabrás? Tiemblo. Tiemblo cuando estoy contigo. Tiemblo por dentro e inmóvil por fuera como una estatua que descubre el movimiento en los demás, al no tenerlo.
Cuando estoy contigo sólo estás tú. No hay nada más interesante que tú y tengo miedo.
Y quiero besarte de verdad. Y quiero gustarte pero parece imposible. Estoy celosa, si, estoy celosa; quiero que me prefieras a mi de entre los de mi misma condición. ¡No, no! ¡No..!
Y tiemblo porque tengo miedo de que no llegues a descubrirme cuando es el mismo miedo quien lo impide. En mi, las dos... En mi... sin mediar la razón, todo es posible.
Cambias, mudas tan velozmente que cuesta seguirte. Realmente, parece imposible conseguirte.
No estoy satisfecha, no. ¡Eres tan igual a mi y tan distinta! Eres tan... inalcanzable que cada vez que adelanto un milímetro en el camino hacia ti se me sale el corazón del pecho. Y no sé si lo sabes; y no sé si lo prefiero; y no sé si lo pretendes.
¿A mí? ¡A mí me hieres sin pretenderlo! Me hiero yo, bien, pero... No sé si puedo aguantar esto. Acostumbrarme a ti es muy complicado. Mi valor es no dejar de intentarlo aunque duela, aunque parezca que a cada segundo que pasa te voy perdiendo aun sin tú ser mía. Esto me duele. No lo sabes, pero entiéndelo.
No tengo la posibilidad de no enamorarme de ti. Es insoportable, es así. ¡Dueles! ¡Y eres mujer y mujer! ¡Tus gestos, tu mirada, tus movimientos, tu voz, tus labios, tu pelo, tu vestir!
No debería enamorarme, no; es insoportable. Y, por suerte y/o por desgracia, es ineludible.
Fallinginlove07 de marzo de 2010

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