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El Prefacio de la Muerte

Cada vez que me levanto, lo hago como si no hubiera dormido en toda la noche, y cada día nuevo recuerdo que es lo que fui ayer, o más sintéticamente que es lo que no fui. Quizás es más fácil y descriptivo decir que no soy nada, que no lo soy, no soy lo que quiero, lo que busco, lo que deseo, lo que anhelo, lo que quiero simplemente no lo soy. Y cada día nuevo sé que será igual al anterior, y si hay algo que odio profundamente son las rutinas. Cada día nuevo obtengo la mitad del entusiasmo por vivir que gozaba en el día anterior. Cada día nuevo consigo algo que si quiero pero no disfruto, y son las ganas de morir. Por qué no lo disfruto es la cuestión. Él porque es más simple que la misma causa y sin embargo no lo logro entender. No entiendo porque algo que quiero me hace tanto daño. No es el hecho en sí, sino que se trata de lo que sentiría al concluirlo. No disfrutaría de la consecuencia de morir, no disfrutaría de estar muerto y no conseguir lo que quise, no tener vida, no tener nada. Pero morir es lo que más deseo. Y generalmente siempre deseo, quiero, amo las cosas que me hacen daño.
Pero hay una especie de pequeña chispa que aún calienta e ilumina lo más profundo y oscuro de mi alma, y que no logro apagar. Una diminuta e indiferente esperanza que no me deja pensar tranquilo en que mañana no seré algo de lo que realmente esté satisfecho. Ella, ansiosa y persistente, me obliga a pensar en que hay un mañana y mañana quizás sea lo que ayer no fui, quizás mañana tenga lo que ayer no tuve, quizás mañana respire aire puro y tenga ganas de vivir. Porque ella dice que mañana es otro día y nadie puede saber que me espera de él. Nadie puede asegurarme que habrá un mañana donde yo no sea, no tenga, no consiga, no viva lo que quiero vivir, lo que quiero ser. Quizás mañana la muerte me espere menos de lo habitual o quién sabe si me abraza un poco más. Quizás mañana la muerte ya me tenga en sus brazos y yo disfrute de su calor. Quizás mañana la muerte esté más cerca o quizás solo quizás, seamos uno solo. O quizás mañana la muerte no sea más que otro miedo común, de esos que todos tienen. La muerte tal vez se vuelva mil veces más lejana. Tal vez ya no esté, simplemente no esté. Y es aquí donde esa pequeña fogata de esperanza pelea contra la gran sombra que me llena, me ocupa, oscurece mi corazón. La sombra siempre es generosamente mayor, lo que obliga a la esperanza a quedarse casi apagada, casi cenizas, casi inexistente. Pero no es así. Ella quiere vivir dentro de mí, ella me asegura cosas que sé que no se van a cumplir pero ella insiste en que las tengo que creer, las tengo que soñar, ver, esperar, ansiar; esperanza siempre tendré y es lo que menos quiero. Hay tantas cosas que quiero y no puedo, y una vez que tengo lo que mucha gente desea nunca perder, no lo quiero. No quiero esperanzas, quiero dejar de soñar, dejar de pensar en un mañana, de creer que todo estará mejor. Es literalmente imposible pensar en la muerte sabiendo incluso que mañana habrá algo que quizás me haga feliz, y es eso lo que la esperanza hace, es lo que no me deja morir en paz. Es lo que me impide romper la barrera entre la vida y la muerte y formar parte de la otra. Ugh, maldita esperanza –pienso cada día. Jamás podre dejar de mirar aquellos ojos que tanto daño me hacen si hay una voz en mí que me grita que los mire, porque me jura que allí quizás encuentre algo que me haga feliz. Jamás podré dejar de respirar el aire tan sucio de un crepúsculo, colorado como la pasión de un primer amor, que me lastima el olfato como si un cuchillo atravesara mi nariz, si ella me jura que mañana quizás respire el color de un nuevo amor, todo mío. Jamás podre dejar de sentir aquel sabor amargo de una palabra que me hiere, fingiendo que no lo hace, si ella me jura que mañana esas palabras ya no sean de odio sino de afecto. Palabras de amor. Palabras que nunca escuché. Como decirle que no a la esperanza, si es ella la que te dice que te quedes cuando te quieres ir; es ella la que siempre dice que si a lo que no; es ella misma la que quiere que la escuches; es ella misma la que quiere que seas feliz pero solamente te dice que lo vas a ser cuando sabes que así no será. Y quizás sea realmente feliz cuando todo esto acabe, y no me refiero a que todo mejore. Estoy hablando de acabar lo que nunca debería haber empezado. Matar lo que nunca debió estar vivo.
Y es por eso que hoy estoy arriba de una gran barranca, y es tan alta que las piedras del rio, que apenas veo, se confunden con cabecitas de personas inmóviles. Tal vez fueron personas una vez, con las mismas aspiraciones que tengo yo, y yo tendré el mismo destino que ellas. Y es por eso que hoy decidí desafiar a la esperanza. Hacer lo que ella no quiere haga. Demostrarle que no me puede dominar. Demostrarle que no me hará pensar en algo que no es. No voy a dejar que me obligue a vivir, porque nadie debería obligarme a hacer cosas que no quiero hacer. ¿Por qué obedecer a una pequeña porción indiferente de mí? No voy a darle tal satisfacción. Voy a morir. Voy a ser libre, volar cual pájaro fuera de una jaula. Jaula, así debería llamársele a la vida. Y cuando mueres en realidad estas libre. Te liberas de un cuerpo, de un físico, de una vida que no querías. Te liberas de todo lo que te encerraba, lo que te retenía. Ya no estás callado. Estás muerto. Y podes volar a donde quieras.
Y yo quiero volar, a donde yo quiera, sin jaulas que me prohíban moverme. Sin dueños que me obliguen a quedarme ahí y controlen mi vida; no quiero que me alimenten, ni que me den agua, ni que me enseñen a hablar y hacer trucos. No quiero moverme obedeciendo sus llamados. Quiero hacerlo por mí mismo. Quiero ser yo quien decida lo que hacer para vivir. Quiero ser yo. Y estando vivo, en ésta jaula, nunca voy a poder ser nada. Por eso hoy elijo irme, abajo, al río, abrazarme a las piedras, abrazarme al agua dulce, sentirla entrando en mí, sentirla llenándome desde adentro, limpiando 15 años de tristeza, limpiando las marcas del pesado metal que golpeaba contra mis alas, y dejándome ser. Voy a nadar, mojarme, salir, volar, secarme, respirar, ver el hermoso crepúsculo cada día, ver los hermosos ojos de quién siempre amé y no sentir nada. Quiero estar muerto para ser quien no sea nadie. Para sentir lo que no se siente.
Quiero estar muerto para vivir de verdad.










"Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña "
Fanttasia13 de julio de 2015

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