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La Puerta

La puerta se cerró, sus escasos 4 centímetros cercenan el acceso, impidiendo que dos mundos permanezcan en eterno contacto, frustrando su polaridad atrayente, su impenitente búsqueda de la fusión mutua.

Tras ella queda el estruendo de autobuses que como tíos vivos dan vueltas en retorcidas rutas; desconocidas caras que te acompañan en determinadas etapas de tu peregrinaje diario al trabajo; interesados vendedores sonrientes; adormilados vagabundos que devalúan una esquina; deportistas cosmopolitas cubiertos de alta tecnología; colegiales ignorantes de su limitante adoctrinamiento; grasientos personajes engullendo basura texturizada industrialmente; impotentes oficinistas subrogados en sus incompetencias; abuelos esperando la muerte en un banco del parque; perros mimados lucen lacitos de chillones colores; resentidos incapaces de sobresalir en algo, que difuminan su realidad entre humo de cannabis.

A salvo, me espanzurro en mi solitario sofá, los reflejos de la televisión se proyectan sobre mi cuerpo que sirve de defectuosa pantalla, inmóvil permanezco hipnotizado por el brillo multicolor de los amañados programas del corazón, de los proselitistas telediarios, de los denigrantes concursos, de las series trasnochadas, de las películas bélicas, de los debates descafeinados.

Perezoso me arrastro hasta la nevera, otra puerta protege su corazón helado, en su interior, el mundo se detiene, la putrefacción a duras penas puede devorar todos los cadáveres, que con saludable aspecto, reposan en esta cámara mortuoria.

Sin demasiado interés, repaso uno a uno sus gélidos estantes, no siento hambre, ni sed, pero devoto de mi auto impuesta rutina, me dispongo a cenar. De forma automática saco una pieza de fruta, una manzana creo, carne y salsa de tomate.

Frío la carne en aceite hirviendo, para hacerla apetecible, una vez dorada, su olor no me parece repulsivo, no queda rastro de color a sangre animal, no es un trozo de carne cortado de una bestia muerta, ya no.

La cena me ha dejado satisfecho, vuelvo a mi agradecido sofá, en uno de sus brazos descansa un libro, pensamientos, cuentos, biografías, relatos, divulgación, ensayos, qué más dá? Mi mano firme abraza el mando a distancia, selecciona al azar un canal y dejo que la pasividad, dulce, suave, cautivadora, se adueñe de mi una vez más.
Fernandoj30 de enero de 2012

7 Comentarios

  • Foryou1396

    Me encantó, espléndida la expresión escrita :D

    30/01/12 12:01

  • Leonora

    Fernando,es todo un placer volver a leerte..
    Muy bueno como siempre...
    Un abrazo

    30/01/12 01:01

  • Fernandoj

    Muchísimas gracias Foryou.

    Leonora te agradezco mucho el comentario.

    01/02/12 12:02

  • Miguelito

    Defines las puertas como fronteras que dividen mundos. Me gusta esa idea porque cuando se está frente a una, toca decidir, abrir o cerrar.
    un saludo

    02/02/12 09:02

  • Fernandoj

    Esas es la idea Miguelito.

    Un saludo.

    03/02/12 08:02

  • Danae

    Ser pasota es también una opción. A veces, la única que llena las horas de sosiego, aunque sea vacío.
    Todo tiene su tiempo ...
    Y este relato tiene mucho que contarnos sobre nosotros mismos.
    Un gran abrazo.

    10/02/12 02:02

  • Fernandoj

    Bueno Danae, hay muchas opciones, cada uno debe decidir.


    Gracias por pasarte.


    Un beso.

    10/02/12 08:02

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