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Ahogado



El agua corría por su cuerpo, la sentía fluir, la sentía apretándolo. Aun así era mejor que la presión que le ofrecía la angustia que tener que resolver sus problemas. Era la mejor manera de escape, sin necesidad de mentir, sin necesidad de enterrarse más. La veía en su posición, la veía donde estaba el, oculta bajo una mata de sucia agua con sus cabellos moviéndose al compás de la corriente. La veía y se asustaba. Imaginaba el resplandor de sol sobre el lago, que nunca llegaría a tocar su piel por que ella ya estaba muy abajo, tan abajo que nadie la encontraría. Y nadie sabría donde había ido, y la buscarían y la sufrirían. Era agradable saber que esas molestias no debían ser consideradas para el caso de él, nadie lo buscaría, nadie lo lloraría.
Un destello rojo lo hizo volver a pensar en ella. Ella no se quedaría bajo una sucia capa de lago, ella no se pudriría entre sucias y macabras criaturas, por que ella tendría un salvador, ella tenía lo que el no. Tal vez por eso lo eligió, ella sabía que él podría salvarla. El otro tenía la posibilidad, o el poder, de saber donde estaba ella, siempre podía encontrarla, en cambio él debía buscarla por toda la escuela, considerando la posibilidad de que ella este en su habitación, donde él no podía ingresar. Mientras ella flotase en lo profundo, una mano aparecería y sería la del chico de anteojos, su protector, su salvador, quien siempre la encontraba, su nuevo novio.
El no era su novio, no era su salvador, quería serlo pero no era. El no era más que un amigo, mas que nada. Tal como en su imaginación, una mano se dibujo desde la poca luz que llegaba desde arriba. El chico la tomó, el tenía un salvador.
El agua corría su rostro a gran velocidad a medida que lo tiraban desde la superficie. De a poco, de entre la mugre, la diviso, tironeando y preocupada, mas demacrada que nunca.

- ¿Qué inventas? – Le grito enojada. – Nunca mas vuelvas a intentar algo así, tienes suerte de que Sebastián supiera de esto.

Y ahí lo vio, estaba alejado de ellos, mirando disimuladamente todo lo que sucedía, con las manos en los bolsillos fingiendo despreocupación.
Y ahí lo comprendió, ella era su salvadora, Sebastián era el protector de ella, y el no era nada mas que un niño problemático.
Y ahí mismo se lo propuso otra vez: La cobardía es la salida más fácil.
Flow14 de junio de 2008

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