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El Frío de Diciembre

Salgo al frío de diciembre envuelta en una fina chaqueta gris y me dejo abrazar por tus brazos. Deslizo de forma mecánica mis manos por tu cintura tapada por tu chaqueta negra de siempre, y cierro los ojos antes de darte un beso que se ha convertido en rutina. Te invito a entrar al portal, protegiéndote del frío invernal, atenta a tu mala cara. Ocupamos nuestro rinconcito en la escalera, haciendo del duro mármol nuestro lugar. Te dejas caer sobre mi hombro y cierras los ojos bajo la capucha del abrigo. Acaricio tu mejilla ensortijada, rítmicamente, arriba y abajo, sin estar siquiera pendiente de lo que hago. El espejo del ascensor abierto me devuelve mi imagen cansada, fundida por todas y cada una de las decepciones sufridas en dos meses apenas. Aprietas tu mano alrededor de mi muslo abandonado, y en un leve susurro me dices que me quieres. "Yo también te quiero", respondo, también en voz baja. Ninguna palabra más se atreve a romper el silencio, y a mí me da miedo reconocer en cada segundo muerto un síntoma de la enfermedad que nos está consumiendo poco a poco. Pero es así. Ya no hay bromas inocentes, ni sonrisas a cada momento. Ya no hay complicidad, sólo peleas, días sin hablar, excusas para no vernos... Una calma turbadora que no se desploma nunca, excepto en las contadas ocasiones en las que el sexo parece ser fuente de unión temporal. Entonces tu boca recorre con ardor mi piel desnuda, y me atrevería a jurar que en tus ojos se asoma el amor. Con la música puesta después en la cama, mientras me abrazas y prometes besarme únicamente a mí por el resto de tus días, cualquiera habría dicho que todo va bien. Pero luego, en situaciones como esta, contigo en mi regazo y la nada por explicación, es fácil entender que todo se está viniendo abajo. Cojo tu mano en un intento efímero de retenerte conmigo, atenta a tu reacción. Aprietas mis dedos, acaricias el torso, y te acurrucas más entre los pliegues de mi vientre abultado. Suspiras. Y de pronto, como en respuesta a mis pensamientos, preguntas que qué hora es. Te digo que pasan de las seis y media y abres los ojos, diciendo que debes irte. Nos levantamos, me abrazas hasta la extenuación, besándome con pasión sincera. Correspondo el gesto lo mejor que puedo y te acompaño a la salida. Un abrazo más. Un beso más. Y noto en tu expresión que estás deseando irte. "Cuídate", exhalo, a sabiendas de que no tardaré ni tres minutos en derrumbarme sobre la almohada. Sonríes quedamente antes de desaparecer. Y me quedo aquí sola, en el portal, de nuevo ante el frío de diciembre.
Foryou139623 de diciembre de 2013

4 Comentarios

  • Romeojr

    Buen texto, continua.

    23/12/13 01:12

  • Foryou1396

    ¡Muchas gracias!

    23/12/13 03:12

  • Cimoni

    Interesante texto, cautiva a medida que uno se adentra en la lectura.
    Saludos
    Pame.

    23/12/13 11:12

  • Foryou1396

    ¡Muchas gracias! Me alegro que te haya gustado:)
    Un saludo.
    S.

    24/12/13 10:12

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