He estado esperando una reacción positiva hacia mí de parte de tu corazón, pero nunca llega, y me he cansado de resistir afuera, bajo las inclemencias del tiempo de tu alma.
Sé que no soy insignificante para ti. Sé que me valoras, que me aprecias. Pero también sé que eso nunca será suficiente.
Podría decir ahora, desde el rechazo, mil adjetivos negativos tuyos... pero mentiría. Porque ni uno de esos malos calificativos son adecuados a ti. Y es que eres simplemente perfecto.
No preguntes cuándo ni por qué me voy. No me pidas una despedida.
No supliques un "adiós" de mi boca, porque si lo intento ya no me marcharé.
Tampoco te sientas culpable. Nadie manda en los sentimientos y tal y como dice un popular refrán "el corazón tiene razones que la razón no entiende".
No busques sentido a nada. Porque en realidad nada lo tiene. Ni siquiera tú y yo.
Han pasado años de dolor, años de sufrimiento que ahora quedan a mis espaldas.
Quizás le hables a tus nietos de mí, y recuerdes alguna anécdota divertida mientras mires fotos antiguas. A lo mejor me extrañarás los primeros días, quién sabe si incluso llorarás alguna vez pensando en lo que pudo haber sido y jamás fue.
Por mi parte, mis nietos sí conocerán tu existencia. Sabrán la suerte que tube al haber tenido en mi camino a un ser tan especial como lo eres tú.
Les contaré todas y cada una de las sensaciones que hiciste nacer en mí y será como si también hubiesen estado aquí y ahora.
El destino dibuja caminos que nosotros no podemos ignorar. Está claro que los nuestros no coinciden en más puntos y que en este preciso instante se difurcarán.
