Eterno Retorno
Tú estás a tres centímetros de mi precipicio
y yo estoy a un latido de deslizar mis miedos
por la curvatura de tus piernas.
Tú,
tan tuyo
y tan de todos
pero nunca mío.
Yo,
tan mía
y tan de nadie
excepto tú.
Tú
tan llamada sin respuesta
y tan mensajes sin leer.
Yo
tan llamada tras llamada
sin dejar de escribir,
esperando tu contestación.
Tú,
tan alegre y despreocupado,
con tus ganas de vivir
y con la felicidad que llevas dentro.
Yo,
tan cansada y deprimida,
dándole mil trescientas vueltas a todo
antes de hablar
o después de oír
en busca de dobles sentidos.
Tú tan rosa
y yo tan espina.
Tú tan vida
y yo tan amiga de la muerte.
No eres para mí.
El olor de tus labios suaves y cálidos
no fue creado para adornar mi clavícula desnuda
ni tu mirada cristalina y azul
fue pensada para que yo me recreara en ella.
Es una incongruencia tan gigantesca,
esta nuestra,
de seguir dándonos golpes contra la pared
que supone nuestra relación
a sabiendas de que nunca irá bien del todo
porque nunca seré lo que buscas,
y jamás podrás darme tú lo que necesito.
Tú,
tan aire fresco y volátil.
Yo,
tan tormenta de verano,
breve y aburrida,
que nadie desea ver.
Ya echo de menos mis manos en tus mejillas rosadas
y ese gesto tan tuyo
de colocar mis palmas justo en el punto
en el que se nota el latir de tu corazón.
Tú,
tan desinteresado en mí.
Yo,
tan vacía sin ti.
Tú,
constante hola a través de mi puerta entreabierta.
Yo,
tan adiós para que te hagan feliz.
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