La Falacia Del Cambio
Vivo en la ironía de la falacia del cambio,
rezándole a los astros
para que en su benevolencia se alineen
y germine un cambio en ti
que nos traiga de vuelta
sin perder en ello mi dignidad, mi valía.
Quisiera que el mundo se cerniera
sobre un único y solitario eje,
para estar más cerca de mi idea de ti
y más lejos de lo que eres
cuando no mientes.
Pasé tanto tiempo colgando de tus mentiras
que cuando la realidad me dejó caer
me quedé perdida,
sin saber muy bien cómo seguir,
de dónde sacar energía para continuar
y ver como un golpe de suerte
mi camino de frente
sin tu sombra junto a la mía.
Mi felicidad depende de que cambies,
y qué mierda de felicidad puede ser esa
si los dos sabemos de sobras que jamás vas a cambiar.
Es injusto cargar sobre tus espaldas
el lastre de existir con el remordimiento
de la relación más fracasada del planeta,
porque si estamos sin estar hoy aquí
es por culpa mía,
que me niego a abandonar el recuerdo
de todo lo que creí que éramos
y soñé con ser de tu mano.
Qué ilusa,
qué tonta,
qué gilipollas
al pensar que cambiarías miles de piernas
por mis sonrisas al verte;
que preferirías mis caderas anchas
antes que decenas de miradas
a las que ilusionar.
Jamás seré tu elección principal
y debería ser la única opción en tu mente,
así como tú eres la mía
aún ahora,
cuando sé que besaste a otra chica
estando todavía atado a mi destino;
aún ahora,
cuando sé que andas con otras,
que hablas y mientes sobre lo que fui,
que exiges que pinten de colores
aquello que tú mismo les dibujas en gris.
Eras mi príncipe azul.
Y sigo esperando a que algo se accione dentro de ti
y cambies y demuestres algo
que me permita quedarme a vivir en tu abrazo.
Pero tú no.
Pero tú nunca.
Mientras que yo siempre sí.
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