Me gusta. Suena asquerosamente adolescente decir tal cosa, pero ahora mismo no se me viene a la cabeza un adjetivo mejor. Hay algo en su media melena que me atrae a él, como si en lugar de pelo fuera una telaraña colocada ahí a traición para atraparme. No lo es, pero el efecto es el mismo. No puedo liberarme de su hechizo.
Él es el secreto que mejor guardo, pues soy consciente de las consecuencias de hacerlo público. Sé que no debo y la razón es muy simple. No me pertenece. Cuando su jornada laboral finaliza a las ocho en punto y sus hombros están agarrotados, no son mis manos las que masajean su espalda, ni es mi piel la que besa con sacro fervor. A mí me corresponden dos días a la semana en los que él consigue hacerme un hueco en su agenda, a escondidas, donde nadie nos ve, y es suficiente. No pido más, y si lo hiciera le perdería, porque no está dispuesto a darlo.
Esos días me convierto en lo que él desee. Soy la encarnación de sus más rastreros deseos. Hago cualquier cosa. Me dejo guiar hasta un hotel apartado y él se vuelve dueño y señor de mí. Mi personalidad, mi carácter fuerte, mis miedos, mis dudas... todo se esfuma en cuanto mi mano entra en contacto con la suya. Peina ya alguna que otra cana y un par de arrugas marcadas le adornan la frente al gesticular. Tiene dos surcos a lado y lado de la boca y su cuerpo viste miles de lunares. Después de acostarnos, cuando le vence el sueño, me quedo despierta sobre un codo y admiro su piel tostada, sus marcas, la cicatriz de su pierna derecha, la silueta del mentón. Me apasiona memorizar nuevos detalles de él ya que sé que estas historias no suelen durar mucho y quiero conservar tantos datos suyos como pueda para poder rememorarlo en mi cama, cuando las horas nocturnas me encuentren con los ojos abiertos y la mirada perdida en algún punto del pasado. Siempre evito pensar en ello, en esa despedida. En el día en el que rompamos y él recupere su normalidad matrimonial.
Sé que mi familia se escandalizaría por ser la otra de un hombre treinta años mayor, pero el amor actúa así y a mí me ha tocado esto.
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