El frío le calaba hasta los huesos, la lluvia caía a cántaros y la oscuridad de la espesa noche
no le dejaba ver más allá de sus propias narices. Unos minutos antes había estado bien refugiado del
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El frío le calaba hasta los huesos, la lluvia caía a cántaros y la oscuridad de la espesa noche
no le dejaba ver más allá de sus propias narices. Unos minutos antes había estado bien refugiado del
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