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Atentado Contra Bola de Nieve

Saliendo de la universidad, suena el celular. Es un amigo que no veo hace muchos meses. Me invita a casa de su primo a disfrutar de una reunión. Le digo que es tarde, que estoy cansado después de un día atareado. Insiste en que pase un momento. Le prometo que en media hora estaré por allá.

Toco el timbre. Digo mi nombre. Me preguntan si me esperan. Digo que sí. Abren. Un sendero me lleva a la casa. He estado allí otras noches y sé que será difícil salir antes de que amanezca, porque esa casa convoca espíritus inquietos y propicia fiestas inolvidables y confesiones de madrugada.

Saludo a los amigos, a su primo, a su novia, a sus amigas, y me siento a la mesa, pero nadie me ofrece algo de comer, todos fuman y beben cerveza porque ya han comido. Aunque tengo hambre, no digo nada, me dan una botella de agua helada, algunos se enojan porque no quiero fumar ni beber cerveza, les digo que al día siguiente tengo que trabajar, pero no me entienden, creen que soy un cobarde, un traidor, que juego con ventaja porque estoy en la fiesta pero no me abandono del todo a la fiesta, y yo me limito a sonreír y a decirles que tienen razón, y luego trago saliva a la espera de que alguna de las chicas se apiade de mí y me ofrezca una carnecita.

El primo de mi amigo, que es un conquistador, un brujo que te hechiza con la mirada y que seduce a todo lo que se mueve, dice de pronto que tiene que irse a descansar un poco, que hagamos lo que nos dé la gana. Y enseguida desaparece sin despedirse ni nada. Yo digo que debemos irnos, que ya se fue a dormir, pero nadie me hace caso y la verdad es que en otras ocasiones el anfitrión ha hecho lo mismo, es decir desaparecer misteriosamente un par de horas y luego reaparecer encantado, sonriente, como si acabara de dormir o hacer el amor.

Mis amigos me llevan a la terraza, abren más cervezas, encienden y aspiran todo lo que pueda fumarse, suben el volumen de una música odiosa, y yo no digo nada, no digo que me muero de hambre, que me molesta el humo de todos los tabacos que no cesan de expulsar sus lindas bocas cosmopolitas, que esa música es indigna de la noche, de aquella vista espléndida a la luna llena que hace por un momento bonita esta mediocre ciudad.

De pronto una chica muy guapa me dice que no he comido nada, que hay carne esperándome en la cocina. Dios te bendiga, le digo, y ella corre a traerme un plato enorme en el que se entremezclan pedazos requemados de lomo, de pollo, de cerdo, de chorizo, lo que despide un olor embriagador, que despierta del soponcio en que se halla a un perrito peludo, muy coqueto, de color blanco, como esos que llevan ahora las chicas famosas en el bolso. El perrito se acerca, moviendo la cola, y se planta allí, debajo de la mesa, mirándome con avidez, a la espera de que deje caer algo de carne.

Sin pensar en las consecuencias, hago lo que parece natural, o sea echarle un buen pedazo de chorizo, que el perrito traga con algo de dificultad pero sin demora. Los amigos siguen hablando de las mujeres, del amor, de los viajes, de los negocios, de Dios incluso, y yo sigo comiendo extasiado esa carne algo fría pero memorable, y luego veo al perrito que me ruega con los ojos pedigüeños un poco más de chorizo. Pobre perrito anoréxico, pienso, y le aviento un buen pedazo de chuleta que él mordisquea con frenesí porque al parecer no le cabe en la boca. Le toma un tiempo y no poco esfuerzo, pero consigue tragárselo todo. Luego camina dos o tres pasos y se echa, uno diría que satisfecho aunque no agradecido, porque ni me mira.

Poco después llegan las amigas, la novia, y acarician al perrito, pero él parece aturdido, ausente, y les pregunto a las chicas cómo se llama el perrito y me dicen que es perrita, que se llama Bola de nieve, y les pregunto qué come Bola de nieve, y me dicen que Bola de nieve sólo come bolitas, y pregunto bolitas de qué, porque está flaquísima, y me dicen bolitas de alimento balanceado, porque los perros finos sólo comen alimento balanceado. Pienso: menos mal que no me vieron desbalancearle el alimento a Bola de nieve con un chorizo mariposa, una chuleta de cerdo y medio churrasco bien cocido.

Como los errores se pagan, Bola de nieve sufre entonces los estragos de la panzada que se ha metido. Porque, echada todavía, empieza a toser, como si quisiera arrojar algo, y las chicas se alarman, y una de ellas la carga y le dice Bola de nieve, ¿qué te pasa?, y Bola de nieve como toda respuesta vomita pedazos del tremendo chorizo mariposa que se ha comido. Y entonces las chicas se alborotan, y los amigos preguntan qué pasa, y una de las chicas dice es que Bola de nieve ha comido carne, ¿quién le ha dado carne?, y se hace un silencio eterno, y Bola de nieve rompe el silencio con sus espasmos, vómitos y convulsiones, y yo digo que se me cayó un chorizo al suelo y que Bola de nieve se abalanzó sobre él, y entonces las chicas me miran como si fuera una bestia, un ignorante, y una, la más afligida, me dice ¡pero cómo se te ocurre, si Bola de nieve sólo come bolitas!

Y entonces se la llevan cargada, vomitando, luchando por expulsar los trozos de carne que su estómago no puede asimilar, y luego escucho que llaman a gritos al chofer, porque hay que llevar a Bola de nieve a la sala de urgencias del veterinario a que le salven la vida. Y no tardan en llevársela así, en brazos, desfalleciendo, dejando la vida regada en una estela de vómitos y cagaderas por el sendero arbolado de la casa del primo de mi amigo que ni se entera de aquella agonía porque está descansando. Los amigos se ríen, son un encanto, les parece genial que haya matado a Bola de nieve con una sobredosis de chorizos, pero yo no me río, yo sé que es mi última noche en la casa del primo de mi amigo si Bola de nieve regresa cadáver del hospital. Por eso camino al borde de la piscina, me quedo contemplando la luna llena, y luego digo que voy al baño, que ya vuelvo, pero, aterrado de que aparezca el primo de mi amigo y sepa que maté a su Bola de nieve que sólo comía bolitas, me alejo por el sendero arbolado sabiendo que me voy para no volver.


Gianx2203 de diciembre de 2008

1 Comentarios

  • Fede

    Genial. Suele suceder.
    Me gusta tu estilo.
    Te sigo de cerca.

    04/12/08 03:12

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