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Soledad

La luna brillaba alta esa noche y las estrellas inundaban el manto oscuro que formaba el cielo de esa hora tardía.
Más, ¿Qué significaba aquella melodía que mi oido percibía en la oscura noche? 
Un violín.
Abandonado y condenado a la soledad, entonaba sus notas rotas de dolor, y yo, una simple criatura humana perdida entre los matorrales enredadizos de mi propia conciencia, era la única que podía escuchar aquella bella y triste melodía. 
Corrí con mi máxima velocidad tanteando la oscuridad de la noche tratando de alcanzar a aquel que entonaba esos sonídos tan desgarradoramente intensos. Sin embargo, la melodía cesó, y sin ella toda la magia de la música quedó fría y vacía.
Regresé a casa mientras en mis oidos aún resonaban esos sonidos, delicia perturbadora para mis oidos.
(...) Y, así, noche tras noche regresaba a aquel bosquecillo de apuntados pinos y negros árboles. Cada noche escuchaba nuevamente esa melodía, una y otra vez. Parecía que el compositor no estaba interesado en tocar nada diferente, pero poco me importaba a mi. 
Esa melodía despertaba sentimientos en mi.
Dolor, angustia, sufrimiento... y soledad. Sobretodo la soledad. Esa fría sensación que parecía asolarme se volvía más intensa y real a medida que escuchaba, de nuevo, las notas de aquel violín desconocido.
Cada día más me sentía más aislada del mundo exterior, cada día más sentía que deseaba llenar mis oidos de esa maravilla. Buscaba y buscaba por todo el bosque el lugar de donde provenía la música, pero nunca hallaba nada. 
Una noche, una de tantas despues de lo que parecieron ser meses y años, al fín pude ver a la persona que tocaba el violín.
En ese pequeño claro de la luna, sentado sobre la hierba con un leve haz de luz rodeando su cabeza, se hallaba mi reflejo.
Así pude entender: era yo, yo encarnaba a la triste Soledad
Giroyamililith15 de septiembre de 2012

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