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Criaturas de Invierno

La pálida luna los observa temerosa, mientras se oculta tras la densa niebla, el viento se menea escurriéndose entre los árboles intentando ocultarse de su ardiente mirada. Las luciérnagas se esconden, los grillos dejan de cantar, la oscuridad se acrecienta esparciéndose con sigilo por el bosque solitario. Bajo las hojas caídas, de los árboles durmientes, reposan pacientes pequeños seres extraños de cuerpos deformes y ojos profundos. Su aliento se eleva formando hilillos congelantes de vapor nauseabundo que se confunde con la niebla. Sus torsos hundidos se elevan hacia arriba y hacia abajo al compás de su respiración. Estos seres dormitan ocultos de las miradas de los seres que habitan el bosque. Aterrado, el viento se pasea inquieto, congelando con su gélido aliento las torcidas veredas del bosque en silencio. Durmiendo tranquilos bajo las cortezas de los troncos, reposan diminutos entes de ojos brillantes, y dientes afilados. Seres desconocidos, que jamás nunca nadie ha mirado, resguardados bajo las cortezas de los troncos pasan desapercibidos, mientras se cubren del perverso frío. Seres extraños que recorren el bosque en forma de sombras silenciosas. En las noches frías e inermes deambulan por la oscuridad, en busca de alimento para saciar su hambre. Acogidos por la oscuridad arrastran con sigilo sus horrendos cuerpos por los oscuros senderos que conducen al más cercano pueblo. Sus ojos de fuego arden en la oscuridad, sus uñas encorvadas chasquean rompiendo el silencio. Criaturas de invierno, seres sin sentimientos, que vagan en la oscuridad, confundiéndose entre las hojas muertas. Seres perversos que perciben el miedo, y se alimentan de las pesadillas de los niños inquietos. El temor los atrae, los latidos de los corazones nobles son su alimento. Acercándose a las casas espían por las ventanas, trepan por las paredes, buscando malicia en las almas de las personas que duermen tranquilas en sus tibias camas. Empañando los vidrios en las ventanas con su fatídico aliento, esperan impacientes el momento, un gemido, un suspiro, cualquier indicio de temor que les permita la entrada. La luna se oculta al verlos, los grillos sostienen su aliento, el viento gime en silencio, las hojas de los árboles murmuran calladamente, la noche tiembla con su presencia al observarlos agazapados, asidos de las ventanas, espiando a las personas que duermen confiadas en sus camas. -Silvia Gomez-
Gomez19 de mayo de 2016

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