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La Sombra Del Miedo


En Memphis, Semíramis se encontraba en la amplia terraza del Kremlin, pensando en su hijo Rixon. Nadie mejor que ella sabía que ella sabía que aquel viaje hacia Rostock iba a confrontarlo con su destino y con su verdadero origen. Curiosamente había sentido el repentino impulso de regresar al mismo lugar donde todo había comenzado, donde hacía veintisiete años divisara a lo lejos aquella nave extraviada que traería a Rixon hacia ella. Aún ahora recordaba muy bien ese día.

Recordó haberse levantado muy temprano aquella mañana, cuando el sol aún no asomaba en el horizonte, y haberse encaminado hacia ese mismo lugar donde ahora estaba con la inequívoca sensación de que algo extraordinario había de acontecer aquel día. Y mientras observaba el cielo todavía oscuro, en el cual empezaban a apagarse paulatinamente las últimas estrellas de la noche, la doncella sentía una ansiedad desconocida e irreprimible cuyo origen no conseguía esclarecer pero que no dejaba de producirle una inquietud sobrenatural.

Y entonces lo vió, un destello de luz agonizando en el cielo, y desde el primer momento Semíramis supo que era ésa precisamente la señal que ella había estado esperando. Como si fuera una silenciosa y fugaz estrella, una nave de forma esférica atravesó el firmamento de Memphis dejando tras de sí una brillante pero efímera estela de luz para luego perderse al otro lado de la ciudad, en los lejanos bosques de Evergreen.
Intrigada por aquel extraño suceso y por la ansiedad que le habían provocado sus inciertos presentimientos, su alma de Ryu-jin no encontraría sosiego hasta que fué personalmente hasta el lugar donde la nave había aterrizado. Fué informada por sus oficiales que la nave tenía un solo ocupante y que éste era un bebé de escasos día de nacido. El bebé le fué entregado, y tan pronto como ella lo tuvo entre sus brazos y pudo verlo de cerca comprendió entonces la verdadera razón de su inexplicable incertidumbre. Era un bebé hermoso, de suaves facciones y tiernos ojos azules. No traía equipaje alguno, ni el más mínimo indicio que permitiera conocer de donde provenía lo que hacía presumir que quienes lo enviaron a Memphis en aquella nave lo habían hecho apresuradamente, tal vez con la intención de ocultar su existencia.
Entonces Semíramis se dió cuenta de que el pequeño llevaba alrededor del cuello una fina cadena dorada con una piedra brillante parecida al diamante que pendía de ella, y que era conocida con el nombre de "arginis". No era algo desconocido para ella, pues ésa era la misma joya que solían usar las doncellas Ryu-jin de Atlantis.
Pero el arginis no era cualquier piedra. Era una gema que sólo podía hallarse en Atlantis, y aunque era similar a los diamantes debido a su brillo y transparencia, ésta tenía la extraña virtud de emitir una luz resplandeciente en determinadas circunstancias sobre todo cuando existía algún peligro cercano o cuando una profunda oscuridad sin nombre envolvía al portador de la misma.

- ¡No puede ser...! -pensó la dama entonces-. Este niño es hijo de un Ryu-jin...

Debido a su excepcional rareza, únicamente los Ryu-jin de noble estirpe podían acceder al arginis y por esa misma razón era muy poco probable que cualquier mortal pudiera obtenerla. Por lo tanto aquel niño sólo podía ser un "teler", el hijo mestizo de un Ryu-jin de Atlantis.
Al verlo solo e indefenso, Semíramis decidió hacerse cargo del bebé y lo llevó con ella hasta el Kremlin. Los días pasaron entonces, y nadie llegó hasta Memphis para reclamarlo. Hasta que cierto día, después de algún tiempo, un forastero apareció. Había averiguado la suerte del pequeño desde su llegada a Memphis, y esto lo había conducido finalmente hasta el Kremlin. Aunque el desconocido se cubría con unos raídos ropajes desgastados por el uso, lo que le daba la equívoca apariencia de un mendicante, a Semíramis le bastó con sólo mirarlo a los ojos para darse cuenta de que era un de los suyos. En efecto, era un Ryu-jin como ella. Era Olwyn, y había viajado en secreto hasta Memphis huyendo del asedio de Zaibach.

El hombre que se presentó ante ella vestía una descolorida túnica de color gris oscuro provista de una amplia capucha que le cubría parte de la cabeza. En una de sus manos sostenía un tosco cayado a pesar deque no parecía necesitarlo. No tenía pues aquel hombre el desmejorado aspecto de ningún anciano.

- Agradezco vuestra voluntad, soberana de Memphis, por haber concedido a este pobre forastero unos minutos de vuestro valioso tiempo.

La dama observó una vez más a aquel extraño hombre, cuyas sobrias y mesuradas palabras contrastaban enormemente con la vulgaridad que sobre él imprimía su deshonroso atuendo.

- ¿Quién sois vos caballero errante, que venís así tan indecorosamente vestido, ocultando vuestra dignidad y rango?

- Me complace saber bella dama, que vuestra mirada es capaz de llegar mucho más allá de la mera apariencia de las personas; ése es un don muy especial, que muy pocos poseen.

El hombre calló por un instante, y llevando las manos a la altura de la frente tomó por los bordes la sombría capucha que le cubría la cabeza, y la empujó hacia atrás dejando al descubierto su espléndido y austero rostro. Entonces se presentó formalmente ante Semíramis:

- Mi nombre es Olwyn, de la estirpe de Athmud Greywords, del reino de Noir.

Olwyn era un Ryu-jin alto y de regular contextura, de rostro ovalado, tez clara, y alisados cabellos de color castaño. Sus profundos y clarividentes ojos eran más bien oscuros; y a pesar de los harapos que llevaba encima su sola presencia bastaba para imponer respeto, y sus ademanes refinados denotaban toda la majestad y distinción que tan propia era de su noble raza.
Las recientes palabras del hombre no hicieron más que confirmar las sospechas de Semíramis, pues Athmud Greywords había sido uno de los primeros Ryu-jin que colonizaron la galaxia en tiempos remotos, y el reino de Noir, uno de los muchos que a lo largo de ella habían sido fundados. Y aunque creía conocer también el motivo de su presencia en Memphis, no quiso ir más allá hasta no escucharlo de sus propios labios.

- Pues dime, Olwyn de Greywords, ¿Cuál es ese motivo tan importante que te ha traído hasta el palacio de Memphis?

- Me he enterado que hace algún tiempo vuestra bondad y compasión alcanzaron a un pequeño bebé hallado en el bosque de Evergreen, y que ese niño ha estado desde entonces bajo vuestro providencial cuidado.

- Ciertas han sido tus palabras, Olwyn de Greywords -asintió Semíramis-. Desde el primer momento en que ví a aquel bebé en los bosque de Evergreen me dí cuenta de que no era un bebé cualquiera. Curiosamente con él me pasó lo mismo que contigo. ¿Acaso fuiste tú, Olwyn de Greywords, quien envió a aquel niño hasta Memphis, habiendo transcurrido tan escaso tiempo desde su nacimiento? Y si es así, ¿Qué razón tan ineludible pudo haberte empujado a ello?

- En verdad no ha sido mi voluntad la que ha forzado mis acciones -aseveró el Ryu-jin-. Si me ví obligado a hacerlo fué por las adversas circunstancias que lo rodeaban, ya que la vida de aquel bebé corría entonces, y corre aún inminente peligro.

- Pero... ¿Cómo puede ser eso posible? -reaccionó Semíramis sorprendida, pero al mismo tiempo indignada por aquella revelación- ¿Quién levantaría su mano contra un indefenso niño? ¿Quién es realmente él, Olwyn de Greywords?

- El linaje de ese niño es tan noble como el vuestro, reina Semíramis. El es el heredero del reino de Rivard pues es el hijo del Rey Harlock, y de Aristía, la princesa de Noir.

- Ahora comprendo -adujo la reina-. Iomega, al igual que nosotros está en pugna con Zaibach desde hace algún tiempo, pero es precisamente contra el reino de Rivard que Zaibach parece haberse ensañado con perversa obstinación.

- Los tristes presentimientos de su madre han alejado al pequeño príncipe de su familia por tiempo indefinido.

- ¿Quieres decir entonces que ella lo ha consentido? -inquirió la dama.

- Eterna será su desventura por tan difícil decisión. Sin embargo, a pesar del infortunio de ambos, la esperanza de Harlock y Aristía ha sido preservar al niño del alcance de Zaibach... A él, y a su hermano gemelo.

- El niño tiene un hermano gemelo... -enfatizó Semíramis y su expresión se enterneció visiblemente.

- Como dos gotas de una misma fuente -puntualizó Olwyn-.

El breve pero elocuente silencio que surgió entre ambos parecía encerrar una gran incertidumbre. Y el sereno corazón de Semíramis se vió asaltado de pronto por oscuros y desalentadores presagios, pues la reina de Memphis se había encariñado ya, quizás demasiado con el hasta entonces desconocido bebé de Evergreen.

- Sea que nosotros lo queramos o no... -dijo ella saliendo de su repentino aturdimiento- esos dos niños compartirán por el resto de sus vidas el mismo destino.

- No te falta razón bella Semíramis, pues la eterna rivalidad que existe entre Aiolos, alto rey de Zaibach, y Harlock de Rivard ha puesto la vida de sus dos hijos en terrible riesgo, ya que uno de ellos puede llegar a morir como consecuencia de esta guerra. Pero si ambos logran sobrevivir y escapar de la amenaza que pesa sobre ellos, el sacrificio de su madre, Aristía, bien habrá merecido la pena.

- El futuro es incierto -replicó entonces Semíramis-. Zaibach es poderoso; aún el Imperio Rho Coronae tiembla ante la eventualidad de una posible derrota. Pero no debes desesperar, noble Olwyn, Memphis no permitirá que sus aliados sucumban bajo el poder y la tiranía de Zaibach. Mi ejército los apoyará incondicionalmente hasta que nuestro común enemigo se vea obligado a retroceder ante el fracaso de sus absurdas pretensiones.

- Lo sé, reina Semíramis -replicó Olwyn- y no dudo de vuestras nobles intenciones. Sin embargo, dada la difícil situación por la que atravesamos quisiera solicitar el más encarecido de vuestros favores.

- Cualquier cosa que pidas para tí, o para el reino de Rivard te será concedida. No dudes pues, en hablar y hacer tu petición sin el más mínimo temor, Olwyn de Greywords.

- El día que envié al pequeño hasta Memphis, en realidad nunca pensé dejarlo solo. Mi misión era hacer con él aquel obligado viaje; sin embargo, las cosas salieron mal, y después ya no pude retroceder... -Olwyn hizo un breve pausa, y recordó a Sonu, la doncella del palacio, quien aquella vez le había salvado la vida-. Pero nunca perdí las esperanzas de rectificar mi error, y tan pronto tuve la oportunidad vine hasta Memphis para seguirle el rastro. Y en verdad nunca imaginé que habíais sido vos precisamente la persona que lo había encontrado. Pensé que sería alguno de vuestros leales súbditos quien lo hallara y lo acogiera consigo, pero curiosamente el pequeño príncipe de Rivard ha llegado a vuestras bondadosas manos sin que ninguno de nosotros se lo propusiera. Y ya que es así, bella Semíramis, sentiré que he cumplido mi misión si me convenzo que sois vos quien se hará cargo de él de ahora en adelante.

- Desde que el niño llegó a Memphis ha permanecido en mi palacio por decisión mía; y si vos me lo pedís, querido Olwyn, ten por seguro que no saldrá de aquí a no ser por su propia iniciativa. Este será su hogar a partir de ahora, y por el tiempo que sea necesario, hasta que la funesta guerra contra Zaibach concluya, para bien o para mal de todos nosotros.

- Conmovedora es vuestra bondad, señora de Memphis -adujo Olwyn visiblemente emocionado-. Ahora sé que podré regresar a Iomega sin mayores sobresaltos, pues le he dado a este niño un destino mejor del que yo mismo pude haber imaginado.

- Es lo menos que podría hacer por aliados tan valiosos y leales como vosotros, Olwyn de Greywords.

La reina de Memphis ordenó entonces a una de sus doncellas que trajera al bebé al salón de audiencias donde se había reunido con Olwyn. Y cuando el Ryu-jin de Noir lo tuvo de nuevo entre sus brazos, éste no pudo menos que conmoverse tiernamente, como si en él pudiera ver el futuro de un reino que ahora parecía desmoronarse.

- Su nombre es Rixon, -dijo de pronto- pues la sangre inmortal de los Ryu-jin de Atlantis corre también por las venas de este pequeño.

Entonces se lo entregó de nuevo a Semíramis, y mirándola a los ojos significativamente agregó:

- Este niño te pertenece desde ahora, bella Semíramis. Y así será hasta que la terrible amenaza que acecha su vida haya desaparecido para siempre, o hasta que el mismo destino lo confronte una vez más con su verdadero orígen...

Olwyn le confirmó a Semíramis el linaje real del niño, y convencido de que no podía haber caído en mejores manos, le encargó a la reina que cuidara de él como si fuera suyo y se marchó.
Y ésa sería la última vez que Semíramis iba a ver a Olwyn de Greywords, quien regresó a Iomega, ayudado por ella misma, para organizar la resistencia de Orlane y Rivard contra la Coalición de Zaibach.

Desde entonces Semíramis se hizo cargo del niño y lo cuidó como Aristía nunca pudo hacerlo. Le puso el nombre con el cual el propio Olwyn lo había llamado y que era justamente el mismo que su madre, la reina Aristía había elegido para él, "Rixon".
Y ahora después de tantos años las palabras del Ryu-jin volvieron a prevalecer una vez más en su memoria, tan nítidas como si aún pudiera escucharlas:

"Su nombre es Rixon, pues la sangre inmortal de los Ryu-jin de Atlantis corre también por las venas de este pequeño".

Los años pasaron rápidamente mientras la guerra contra Zaibach continuaba. El niño creció, se hizo fuerte, inteligente, hasta convertirse en el mejor guerrero de Memphis. Nunca existieron secretos entre ellos dos pues Rixon conoció la verdad sobre su orígen siendo aún muy joven. Pero a pesar que Semíramis no era su verdadera madre, él la amaba como si en realidad lo fuera, y ella a su vez como si él hubiera nacido de sí misma.
Y sólo ahora comprendía lo que aquel suceso providencial iba a significar en su vida, y si anteriormente había rechazado regresar a Atlantis con su pueblo, menos lo haría ahora que su corazón de madre se lo impediría para siempre.
Harukastargazer08 de julio de 2010

1 Comentarios

  • Harukastargazer

    Este texto pertenece en realidad a una novela más amplia la cual aún no he terminado. En verdad no sé si llegaré a publicarla, por razones de tiempo principalmente, pero ahí tienen un adelanto: si no les es mucha molestia léanla por favor y déjenme sus comentarios, es muy importante para mí conocer su opinión.

    08/07/10 06:07

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