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El Palomo Gigante (cuento)

EL PALOMO GIGANTE






1.


Verano del 95, leo una novela en mi patio trasero.
De pronto, las escucho: El aleteo infernal!, los pajarracos ya están de nuevo copulando estrepitosamente!
-- Pueden largarse hijos de puta?!
Pero hacen caso omiso. Las dos palomas se convulsionan y contorsionan en medio de su acto carnal, están descargando sus actos reproductivos encima de la barda trasera de mi casa. Les tiro una piedra, dos y no acierto. Les grito con más fuerza. Me perciben, y se van.

Vuelvo a mi lectura, y a los 5 minutos, vuelven volando felizmente, una de ellas, la pasiva, aterriza primero y se coloca en una posición receptiva. La otra en caída libre, inserta su falo de plumífero a velocidad turbo, y continúan con su frenesí ruidoso y copulatorio.

Ya van más de 2 semanas del verano, lo que suponía unas excelentes vacaciones. Mi intrusión y yo, mis libros y yo. Pero ahora, esos trogloditas emplumados no me dejan en paz!.

Desde que esos primeros pajarracos escogieron mi patio como nicho reproductivo, han invitado a más, hay docenas de aves de rapiña fornicando en todo mi patio. En el pequeño limón, en el naranjo, en las sillas de mi terraza, en el borde superior de mi barda, encima de las sillas, hasta en el zacate sacian sus deseos animales. Una parvada de palomos organizan orgías y aletean tan ruidosamente, que incluso dentro de mi casa, no me puedo concentrar.

he estado lanzándoles agua con la manguera a presión, y aunque las bañe, siempre regresan. Descubrí que tenían nidos en los bordes de mis ventanas traseras, creyendo que era lo que las mantenía en el patio de mi casa, he barrido con los nidos. Les he disparado agua a presión y los huevecillos han caído quebrándose. De los cascarones rotos han salido fetos semidesarrollados de palomo desplumado. Pero aún así, las palomas continúan con sus orgías en mi patio. Con sus aleteos molestos que seguramente liberan a miles de micro parásitos alojados entre sus plumas, que se mezclan con la atmósfera Y son nocivos para la salud.

El papá del primo de mi amigo Fernando, falleció de Criptococemia, o criptococosis, creo, esa enfermedad mortal te la transmiten las palomas a través de sus heces, o de sus plumas. No recuerdo, el chiste es que además de ruidosas, las palomas son perniciosas. Tanto o más que las ratas o las cucarachas. Según Fernando, el papá de su primo, murió por esa afección de los pulmones, que ya avanzada la enfermedad se le abrían llagas gigantes en el tórax, que comunicaban sus pulmones podridos y con coagulos con su piel exterior. Dijo Fernando que olía muy mal, -Si la muerte tiene aroma, eso era sin duda la muerte hermano- todavía recuerdo la seriedad con la que me lo dijo.


¿Qué hacer con las malditas palomas?
Compré un gato, un felino que de lejos parecía un cabrón. Perfecto, no era grande ni fornido, pero su mirada era la de un asesino. Que estúpido fui, el maldito cobarde huyó espantado cuando la parvada maligna se dispuso a atacarlo en conjunto. ”Bola de estambre” se ha ido, espero no vuelva, maldito traidor pusilánime.

Luego de varios otros planes fallidos: Agujas en el piso para evitar se posaran en mi patio, repelente de cucarachas en mis ventanas, e incluso un búho de plástico escala real, que según el que me lo vendió funcionaba como “espantapájaros” (si, le temieron al inicio, pero luego incluso lo usaban como estructura de fornicación para hacer gala de su amplio repertorio de posiciones eróticas palomezcas).

Bueno, luego de todo ese barullo. Me decidí por un nuevo plan, esta vez el definitivo.

Compré arroz, lo humedecí con una mezcla de agua y veneno para ratas, lo separé en trastos que coloqué en el tejado, en la mesa del jardín y hasta en el zacate. Lo hice todo de noche para evitar que las malditas sospecharan.

Al día siguiente. Masomenos a eso de las 10 de la mañana (hora en que las desgraciadas iban a defecar mi patio y fornicar ruidosamente), llegaron ahí y comieron de los platitos de arroz mortífero. ¡Reí tan plácidamente cuando ví como morían!, era espectacular. Esos detestables huéspedes, esas palomas pandilleras que se habían adueñado de mi patio, estaban muriendo una a una.
Una vez terminó el espectáculo, salí y vertí los cadáveres en una bolsa negra. Al final, dicha bolsa ¡pesaba como 50 kilos!, los recogí del tejado, del zacate del patio, de la mesita y de los bordes inferiores de la barda. Me había librado de esos indeseables. No me lo tomen a mal, no odio a los animales, es solo que un huésped debe ser respetuoso con el hospedero. Siempre debe de haber un mutuo acuerdo, y esos pajarracos infernales no lo respetaron.

Me sumí a la lectura nuevamente, 1 semana casi de plácida tranquilidad albergó mi atmósfera, leí “el resplandor” de S.King y “el idiota” de F. Dostoievsky. Mi mente alejó por fin el montón de cadáveres plumíferos que fui a enterrar al terreno que está al norte de mi colonia, uno reservado para un nuevo fraccionamiento, donde puedes encontrarte con sabandijas del desierto, como topos, víboras y lagartijas. Confieso que me hizo sentir un poco culpable aniquilar a tanto pajarraco. Pero la placidez de mi patio trasero, y esos libros hicieron que ese feo recuerdo se desvaneciera.


2.



Un día, como cualquier otro, sentado en la explanadita de mi patio, terminaba dificultosamente de leer algo de Kafka, digo dificultosamente porque la luz del sol se había casi extinguido y estaba en una parte emocionante.

Así que entré a mi casa, me dirigí a mi cuarto con el libro en la mano, ansioso por terminar el párrafo que había dejado inconcluso. Prendí la luz de mi habitación y ahí estaba… Posado por fuera, en el marco de la ventana…

Mirando con sus redondos e inexpresivos ojilloss negros: Un palomo enorme, mediría lo mismo que 4 palomas juntas; tres tonos de grises coloreaban su plumaje en forma de remolino, dándole una apariencia bizarra y grotesca.

Le miré tratando de ocultar mi terror, abrí y cerré los ojos rápidamente, buscando que esa imagen de pesadilla desapareciera. Pero no lo hizo, ahí estaba, vejándome con la mirada.

De alguna forma, algo me aconsejaba no mostrarle miedo al pájaro, escudriñé mi habitación y miré una vieja escoba tirada en el piso. La tomé y a manera amenazante al principio, la hondeé mientras gritaba: Chú! Chú!”

El inmenso pajarraco extraño ni se inmutó.
Un escalofrío invadió mi espina dorsal desde mi nuca hasta mis testículos. Una sensación de miedo intenso que, no se generaba de tan extraño hecho si no más bien, yo sentía que el pajarraco, basándose en el poder de su mirada, me lo infundía, como un maleficio.
“Lárgate mierda!”

El atardecer de tonos amarillos y oscuros, reflejaba el grisáceo plumaje del ave, dándole una apariencia siniestra. Sus ojos continuaban mirándome fijamente, con desdén, acusadores!.

De pronto, impulsado por la rabia y el miedo, me abalance con la escoba y golpeé la ventana.

pensé que el desgraciado pajarote emprendería el vuelo tras el azotón estentóreo de la ventana. Retiré la escoba del cristal y el pájaro impávido.

Golpeé como energúmeno la ventana 2, 3 , cuatro veces más. Y el pájaro ni se movía. Pronto comenzó a golpear la ventana desde el exterior con el pico. La taladraba con tal vehemencia y agresividad que todo el ventanal se movía como hoja por el viento. Y mientras, yo enmudecía de miedo. El ruido estentóreo del cristal golpeado cesó cuando otro ruido más agudo y chirriante se escuchó. El cristal de la ventana se astilló. 3 o 4 surcos resquebrajados se pintaron en direcciones opuestas desde el punto del picotazo; esos surcos se bifurcaron cada uno alargándose cada vez más. El golpeteo del pajarraco cesó. Abultó su cogote de manera inverosímil y emitió un sonido infernal. No era el arrullo propio de esos plumíferos, parecía más bien un Croar gutural de sapo, solo que muy alargado y paralelamente un tono agudo, como si fuera el grito de una mujer.

Se me enchinó la piel y mi tez se tornó nívea. Mis ojos miraban horrorizados a ese pajarodonte emitir su belicoso arrullo infernal, que casi revienta mis tímpanos.

Luego, movió con violencia sus alas y se echó a bolar, desapareciendo de mi campo de visión.

Mi corazón latía con muchísima velocidad, mis ojos extremadamente abiertos, haciendo un perfecto círculo, boquiabierto por la incredulidad y el miedo.

De pronto sentí un ligero vahído. La cabeza empezó a dolerme a punzadas lancinantes, ese dolor se corría desde la nuca hasta ambos lados de la sesera. Aunque aún con miedo, miraba de soslayo la ventana con la gran melladura y las astilladas que emanaban de ella, me fue casi imposible no recostarme. Mis piernas no podían sostener mi propio peso. En cuanto mi cuerpo sintió la suavidad de la cama, me desvanecí.
No se si estuve horas o días, dormido. Despertaba en ratos. A veces por la luz solar que mis párpados eran incapaces de mitigar; Otras veces, despertaba en la penumbra total, bañado en sudor, con un frío intensísimo pese a que estábamos a mitad del verano. La fiebre me cocía por dentro y el exterior de la piel resentía el frío ambiente. Tomaba más cobijas desde mi lecho, y volvía a dormir. Los ciclos sueño despertar eran abrumadoramente no concordantes. Mi cuerpo estaba enfermo. Sentía un cansancio infernal, un dolor de cabeza terrible, melladuras en los musculos y en las corvas que dolían hasta por el más leve movimiento. Estaba tan inmerso en mi calvario patológico que, solo en momentos fugaces recordaba mirar la ventana. Y me daba cuenta que la melladura estrellada del cristal de la ventana, ahí estaba. A veces trataba de repasar mentalemente la forma en que había llegado a esta situación.
Sin embargo, a la mitad de la línea de pensamiento, la fiebre me enclaustraba en lo que parecía una amarga convalecencia que me imposibilitaba a mantener la línea de pensamiento. Dormía nuevamente.

Días, ¿semanas? ¿Será posible?
Un día desperté. Estaba atardeciendo. Todo acontecía con normalidad, las fiebres, la sudoración, la boca seca y el olor a orines que había impregnado mi recámara desde hacía varios ciclos sueño-despertar y se estaban volviendo pútridos (cosa que ya no me importaba). Miré de soslayo la ventana de la habitación. Y, quedé absorto al descubrir que ,estaba completamente rota, incluso la tela mosquitera estaba rasgada en 2 partes.

Mi miedo se exacerbó cuando la habitación, de repente, adquirió un nuevo aroma en su atmósfera. Era una fetidez cadavérica que me embriagó y consiguió que emitiera una arcada.

Se comenzó a escuchar otra vez el aleteo de pájaros que tanto odié, entremezclado con el sonido de un millar de moscas volando.
cincuenta palomos putrefactos, aterrados, comenzaron a volar desde el piso, posándose justo delante de mis ojos (no los veía porque la cama obstruía mi campo de visión).

Su vuelo era torpe y rígido, los cráneos empequeñecidos por la cocción solar de sus cuerpos muertos, en el terreno donde los dejé. Sus cuerpos raquíticos, rígidos y putrefactos. Agusanados de sus tejidos blandos. Ojos y vientre. A muchos les faltaban grandes secciones de plumaje, pareciera que se las hubieran arrancado. Y en cada uno de ellos, a manera de aura, 2 o 3 moscas sobrevolando su cadáver.

Volaron primero, en quietud, como presentándose. Y luego todos esos palomos horrendos, de quienes había sido su verdugo, comenzaron a atacarme con sus picos. Agarraban vuelito los cabrones. Recibía el castigo en posición fetal. Miles de picos afilados desgarraban mi carne en todo el cuerpo. Un dolor agudo, multiple, vejaba mi cuerpo. El malestar de las fiebres y la cabeza pasaba a segundo o tercer plano después de tal castigo. Ahí desvanecí de nuevo.



3.



Lo siguiente que recuerdo, es estar aquí. En el hospital Manlen. Recostado en esta cama, con puntillas nasales rodeado de aromas propios de los sanatorios. Alcohol, moho y una extraña sensación de muerte, como que se siente mala vibra en este lugar.

Según me dijo la enfermera, llegué aquí por que unos oficiales me trajeron, según ellos: unos vecinos les alertaron porque yo tenía 1 mes sin salir y el correo y el polvo se habían acumulado en la fachada de mi casa. Además mi carro estaba en la cochera, y no me habían visto salir desde hacía tiempo.

pensaron que me había suicidado, o algo por el estilo. Habían dicho que al inicio se escuchaba como si alguien estuviera peleando, y gritando como energúmeno, luego como de cristales rotos. Pero luego, de casi 4 semanas para acá, todo se había vuelto silencio. Por eso habían alertado a las autoridades. También me dijo la enfermera Mily ( Ah, por cierto, que lindo trasero tiene) que, cuando me sacaron estaba en estado de sopor. Envuelto por una película de sudor entremezclada con orín y mierda, oliendo a cadáver descompuesto (más de un vecino tuvo arcadas), con la boca mas seca que un puto desierto y había bajado más de 20 kilos. (eso puedo constatarlo, mis pómulos sobresalen como los de un esqueleto y puedo sentir las cuencas de mis ojos con bastante facilidad).

Según el Dr O’Neil, tengo Criptococosis en etapa terminal. Al inicio fue necesario conectarme a un ventilador, me hicieron cultivos y no se que tanta mierda. Me trataron una infección por bacteria que había jodido también mis pulmones y nadaban en mi sangre aprovechando lo débil de mi cuerpo por el parásito del ave. Cuando disminuyeron la anestesia que tenía para usar el ventilador, entre griterío hablé de palomos fornicadores, y la paloma gigante. Y que nomás por eso me hicieron los estudios para detectar criptococos, Já, quien lo iba a decir. Pensaban que tuberculosis, luego que fibrosis pulmonar idiotica, o idiopática. Y no vieron lo puto obvio. El pajarraco de mierda me pegó su maleficio. Independientemente de lo que tenga en los pulmones, tendré que llevar un tanque de oxígeno tamaño familiar a todos lados. Y seré desahuciado como un muerto en vida. Han llamado a mis padres. Vienen desde Nuevo México a verme. Que vergüenza.

En cuanto a los palomos del diablo. El doctor dice que mi proceso pulmonar fue incidioso, paulatino y que la disminución de oxigeno en la sangre (aunque sea mínima) me ocasionó un cuadro de delirio que se exacerbó con la fiebre, pero se estaba gestando desde varios meses atrás.

Yo digo que es un papanatas. Qué va a saber el?. Si le hubiera atacado a él, el puto padre de los palomos, a ver si sacaba la misma excusita barata pseudocientifica de mierda!.

Escupí su rostro cuando con tono de fatuidad me “explicó” lo que según él viví. Y cuando se exaltó y retrocedió con marcado enojo le dije:

“ Disculpeme doctorcito, esque estoy oxigenando menos por mi enfermedá, y puedo decir este tipo de barbaridades, ahora lárguese”

Además… Si no hubiera estado en completa lucidez. COMO HABRÍA ESCRITO ESTO?

En fin, espero a mis padres, la lloriquera, la sensiblería barata, abrazo, abrazo, muack muack. Pobre de mi hijito. Tan joven, ay amor! –Oye mamá, si si, triste, vamos a comprar un rifle, concédeme eso anda. ---

Me recupero de esta mierda al menos hasta ser medianamente autosuficiente, es decir que el traslado no se dificulte tanto. Y luego arreglaré cuentas con ese palomo gigante. Me tomó por sorpresa en medio de las fiebres. Ahora si hijo de puta!, las escobas son para maricas, veremos que haces con un escopetazo en tu cráneo de plumífero retrasado!



FIN



Hellraiser25 de julio de 2013

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