TusTextos

0o Las Dos Voces O0

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Situaros a punto de cruzar un anchísimo paso de cebra. Son casi las cinco de la tarde y la potencia del sol es media, así que si sois calvos no temáis.

Hay bastante gente enfrente, pero destaca un tío muy apuesto, de traje caro a la legua, maletín que le hace justicia y unas gafas con cristales tintados en color morado de lo más fashion. No son de esas ridículas tipo mosca ¿eh?. Como he dicho, es muy apuesto, así que no puede parecer un bicho.

El semáforo se pone en verde y..... dejaré que él cuente su propia historia...

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Mi nombre es Elías Stanton, y como esperabais tengo menos de humano que Hitler de heterosexual.

Aquí, en las míticas Vegas, soy el presidente de la Stanton International, una compañía de seguros. Porque sí, esas casas grandes de variedades de hoy en día, llamadas casinos, necesitan unos seguros de cifras astronómicas, los cuales me hacen más rico cada minuto. Tanto, que tengo un pedazo de coche para cada día de la semana, y para cada día del mes si quisiera. Pero sólo por ser caros no pueden librarse de pinchazos o averías debido al tiempo.

Si a eso le añadís un chofer de lo más incompetente, tendréis como resultado la caminata que me estoy pegando a plena luz del día.

Me dirijo a tomar un café con alguien que es especial como yo, pero nunca tan bueno. Aunque más que a tomarlo, será a disfrutar de su aroma característico y removerlo hasta que se enfríe. Que le voy ha hacer, el café o las comidas sólidas no son mi fuerte como ya habréis imaginado.

Ella, es una especie de perra tuneada e hiperactiva que viste minifalda . Cuando toma café se vuelve aun más inaguantable. Pero por alguna razón, cuando tengo que hacer viajes y estoy separado de ella durante periodos largos de tiempo, la acabo echando de menos.

Creo que he dejado bastante claro con esta descripción pues, el hecho de que pertenece a la raza de los licántropos.

La verdad es que es bastante raro tanto en la antigüedad como hoy en día, el ver a dos especies como las nuestras consiguiendo convivir. Os diré, que los lican siempre me han parecido agotadores con su rollo de los aullidos, la luna y demás. Horrendos, peludos en exceso, y muy poco elegantes a la hora de cazar.

Siempre con la eterna queja de que los vampiros nos consideramos superiores. La verdad es que pasamos de gastar energías en considerar, porque directamente lo somos.

En mi opinión, somos unos individuos mucho más adaptables a la sociedad en la que nos tenemos que involucrar para seguir existiendo. Y ya que si nos lo montamos medianamente bien, existimos durante bastante tiempo, creo que es hora de revelar mi verdadera edad.

Debo tener unos 657 años aproximadamente. Y por cierto, llevo la edad de muerte nunca mejor dicho.

Yo mismo soy una rara visión en este sitio, ya que soy originario de Egipto. Un lugar cálido a la par que árido, con un sol capaz de derretir el alma en un suspiro.

Quizá os estéis preguntando ¿cómo demonios hace este tipo para caminar tan campante, cuando el sol aun no duerme?. Pues veréis, siempre peco al creer que ya lo he visto todo y me aburro con facilidad.

Después de unos 300 años de existencia se me ocurrió volver a Egipto a dormir. Largo o corto tiempo, no me importaba ya.

Cuando desperté al cabo de dos siglos enteros en la oscuridad y silencio absolutos, me di cuenta de que toleraba mejor la luz solar. Todo es debido, a que conforme pasa el tiempo, el virus del vampirismo se integra y funde cada vez mejor en nuestra sangre. Gracias a esto, somos más fuertes que otros semejantes recién creados. Cuando me convertí en un ser de la noche fui advertido de ésta manera, ”vampiro viejo, vampiro peligroso a ojos de sus semejantes más jóvenes”.

Antes de dormirme, hice memoria.

Había disfrutado de los mayores placeres, tanto con mujeres bellas como diosas, como con hombres de toda clase que hubiesen sido atractivos a mis ojos. Poseía una fortuna nacida de mis negocios en la exportación de lino. Había pasado por países como España, Francia con ese París y su carácter que tanto pega con mi especie o Italia.

Recorrí Europa entera, y el colorido que pude advertir en Asia aunque para mí siempre fuese de noche, jamás se borrará de estas retinas que me acompañan desde que nací a la oscuridad.

Yo sólo era un joven pobre y huérfano, que vagabundeaba y robaba su sustento en el mercado de su ciudad natal.

Pero la conocí a ella. Que mujer. Os aseguro que no existe otra igual, y aunque no la haya visto hace siglos, sé con absoluta certeza que aun camina sobre la tierra.

Al principio me retiró de las calles y me acogió como su sirviente. Esperó unos años a que yo me desarrollara físicamente. Recuerdo que estaba muy enamorado de ella, cualquiera de nosotros habríamos hecho cualquier cosa por nuestra señora.

Al fin, me las arreglé para convertirme en su amante, y el resto de la historia os la imaginareis. Ella me enseñó todo lo que debía saber, y después, tras largos años juntos, me expulsó de su lado.

En definitiva, ambos nos aburrimos tarde o temprano hasta de lo más exquisito. Al fin y al cabo, somos tal para cual. Aun así, sigo pensando que las separaciones dramáticas siempre hacen los reencuentros más interesantes.

Evidentemente mi nombre actual no es el verdadero, pero tampoco es que tenga intención de contar todo sobre mi.
Hablando de nombres, yo fui quien le dio el suyo a la “mujer” que me dirijo a visitar.
La encontré una noche de luna llena en Nothing Hill, ahora un popular barrio londinense, pero en la antigüedad uno de los peores. Allí, no te tenías que preocupar por abandonar un cuerpo, que lo encontraran era el pan de cada día.

El barrio siempre estaba repleto de afro-caribeños con un sabor que me recordaba en ciertos matices al de casa. Ya que, ignoro si es por la falta de sol o por la pésima gastronomía que tienen, pero los ingleses siempre me han sabido a rayos.

Llovía a mares. Las gotas de lluvia al caer, se mezclaban con la sangre y difuminaban la forma del charco de ésta sobre el que ella se encontraba. Presentaba unas mordeduras provocadas por una mandíbula de gran envergadura.

Evidentemente, a lo largo de mi existencia he visto muchas escenas sangrientas, autenticas carnicerías en realidad. Unas llevadas a cabo por desconocidos, otras por mí mismo. ¿Y que? No vivo en contra de mi naturaleza. Si alguna vez me he dejado llevar por ella, abriendo en canal a alguien y jugando con sus entrañas para terminar poniéndome sus intestinos de bufanda, ¿Qué importa?. No tengo ni pizca de humanidad. ¿De que os sorprenderíais si os contase algo así?.

Además, son cálidos en realidad, pero terriblemente antiestéticos y perjudiciales para la limpieza del atuendo que se lleve en ese instante.

Lo que me llamó la atención de aquel cachorro, fue que ni se molestaba en quejarse.
Conozco los ritmos vitales, puedo escuchar los latidos del ser que sea a kilómetros si así lo deseo. Y aunque ella aun podía, prefería no hacerlo. Era como si esperara.

Como si aguardara a perecer de una maldita vez.

Entonces escuché un ruido sordo.

Un hombre de unos cuarenta años, con barba cana y olor a pescador atravesó la ventana de una taberna. El detalle inusual residía en que sólo la parte superior de su cuerpo lo hizo. Aunque debía tener mal sabor, porque la parte inferior salió a buscarla segundos después.

Ahora ya sabía perfectamente lo que pasaba.

Me acerqué, y cuando me situé bajo el umbral de la puerta, la enorme cantidad de sangre derramada y esparcida por las paredes se adueñó totalmente de mis sentidos.

En el interior, una hembra licántropo desgarraba cuerpos furiosa y se alimentaba de unos y otros a grandes bocados, como si de un service se tratase. Escupió un par de gafas de cristal redondo en mi dirección. Estaba tan metida en su propio mundo, que ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia hasta entonces.

Daba igual, porque ese detalle no le gustó.

Se abalanzó sobre mí, quizás pensando en un postre exótico para la copiosa cena que se había proporcionado. Pero hábilmente me desplacé hacia la calle donde tendríamos un campo de batalla algo más amplio, y donde la iluminación proporcionada por la luna hacía de la idea del enfrentamiento, algo sencillamente sublime.

Forcejeamos varias veces, y algunas gotas de su sangre se depositaron en uno de los múltiples jirones que segundos antes eran mi traje. Al lamerlas mis peores sospechas se confirmaron.

Para mí, un huérfano, es imposible entender el vínculo de un niño con sus padres. Pero aun así, era algo que siempre había respetado en extremo.

No me parecía que existiese en el mundo un motivo justificado para romperlo.

Por desgracia, este era el caso.

La madre había intentado deshacerse de su inútil e inservible cría. Sólo era una carga para una hembra tan independiente como ella. Ya había oído hablar de esa costumbre gracias a mis conversaciones con algunos de mis semejantes.

Asi pues la maté. La asesiné. La aniquilé con todas las fuerzas y las ganas posibles.

Y cuando observé su maltrecho cadáver a mis pies, cuando nos conocí a ambos cubiertos por una mezcla de nuestras sangres a partes desiguales, sonreí.

Me sentía espléndido. Me sentía vivo, y sobretodo ganador, ya que ciertamente lo era.

Cuando volví a mirar a la cría, esta me sorprendió.

Había levantado la cabeza para mirarme. Sus orejas de punta estaban erguidas en un gesto de total atención a pesar del cansancio y el frío que sentía.

Me acerqué hasta donde se encontraba.

La tonalidad surgida de la mezcla del azul y el violeta de sus ojos me fascinó.

Le pregunté su nombre, pero sólo alcanzó a negar con la cabeza. Ese gesto ejecutado por un extraño perro me pareció cómico.

Recordé que aquella a la que amaba, mi maestra, mi diosa y mi creadora había nacido en Ruhrgebiet , actualmente conocida como “Cuenca del Rurh”. Y ese, Ruhr, era su nombre. Llevaba el nombre del lugar en el que comenzó a existir, en el que apareció por primera vez.

Pensé entonces en ponerle a aquella criatura el nombre del barrio en el que nos encontrábamos. Pero llamar a alguien “Nothing” me pareció hacerle de todo menos un favor. Así que me fijé en su significado, “nada”. Lo que me trajo recuerdos de mi viaje a Finlandia. Donde encontré poca comida y estuve en paisajes que para mí constituían estar en medio de la “nada”.

Aprendí esa palabra en el idioma local. Nolla , significa “nada” en Finés.

Así que la llamé Nolla, de apellido Hill. Y desde entonces siempre hemos estado juntos.

Al principio pensé que tener una mascota me haría la vida menos aburrida. Actualmente pienso que a lo mejor, tan sólo necesitaba una excusa para permitirme dejar de esta sólo de una vez .

La enseñé mucha cosas, pero otras me temo, nunca podré inculcarle debido a mi especie y al desconocimiento de las mismas.

Cuando aun era un cachorro, solía tumbarse en mi regazo tanto si la luna en el cielo estaba llena o no.

Junto al fuego, le acariciaba el pelo siempre sorprendido por la finura y suavidad del mismo. Parece ser que el licántropo inglés tiene una distinta calidad de pelaje, con respecto a otros originarios de diferentes rincones del mundo.

Una vez se requieren papeles para viajar y existir legalmente, el ser tan persuasivo como soy nos ayudó bastante en lo referente a conseguirlos.

Ahora, trabajamos y vivimos codo con codo en esta ciudad.

Nos enfrentamos a aquellos grupos de vampiros y lican que consideran nuestro estilo de vida algo inaceptable. Lo creáis o no, varios de los dueños de casinos aquí, pertenecen a razas diferentes de la humana.

Aun así yo no me arrepiento de nada.

Bueno si, de estar llegando a la cafetería y de no localizarla dentro.

Impuntual como siempre. ¿Había dicho ya que también tiene una particular percepción del paso del tiempo?.

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En las oficinas de la Stanton International, una furiosa Nolla Hill se concentra en dejar sorda a la persona al otro lado del teléfono a base de gritos / rugidos.

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- ¡Ya tuvimos en cuenta el estado de su anciana madre el mes pasado!. ¡Que deje de contarnos su vida y acepte de una vez que está despedido!.

Buf.

La gente es un asco.

Me llamo Nolla Hill. Soy conocida en esta ciudad como la “zorra hija de la grandísima puta”, o como prefiero y figura en la puerta de mi despacho, jefa de recursos humanos de la Stanton International.

Mi trabajo no es tranquilo, ni agradable. La gente siempre quiere defraudar a los seguros. Pecan continuamente de creerse más listos.

Mayoritariamente me dedico a seleccionar humanos a los que no les importe mirar con cara de “¿Estás seguro de que la avería no la provocaste tú?”, “No me creo una palabra de lo que dice” o “Hay ciertas irregularidades sospechosas cometidas al rellenar los formularios que...” a otros humanos.

Hoy me he levantado pronto para ir al mercado a por mi suministro semanal.

Los carniceros deberían extender una alfombra roja a mi paso. No sé si se creyeron el cuento de mi gran familia y mi igualmente extensa prole que come carne como un ejército. Pero sé que pago sus vacaciones y porque no, la universidad de sus hijos.

Después e ido corriendo a la oficina. Al llegar me he cruzado con Laura, que desprendía un aroma familiar. Casi al llegar a mi despacho me he topado con Bill, que apestaba a Laura. ¿Cómo es posible que los humanos tengan ganas de ciertas cosas tan pronto en la mañana?. Nota mental: despedidos.

Al entrar he admirado la luminosidad de mi despacho, aun no entiendo porque Elías prefiere un despacho “tan” bajo tierra. Concretamente cuatro pisos.

Aunque la verdad eso ya le ha salvado la vida, o mejor dicho la existencia, más de una vez debido a todos los enemigos que tenemos.

La última vez hubo un intento de incendiar nuestro edificio.

Se defenderme bien sola. Pero cuando no aparece la luna que necesito, las cosas pueden llegar a ponerse realmente feas.

Existen en la actualidad ciertas sustancias químicas que podrían acelerar mi transformación cuando quisiese. Pero él siempre se ha encargado de que la idea de utilizarlas no ronde mi cabeza.

Es, sencilla y llanamente poderoso.

A veces muy a mi pesar tengo envidia de los vampiros. Sus capacidades, tanto ofensivas como defensivas no están sujetas al ciclo lunar. Siempre están ahí, para cuando las necesitan.

Aun así pienso, que me gusta más mi manera de ser.

Cuando soy testigo de su facilidad extrema para destruir. Cuando él emana tanta crueldad que no puedo evitar que mi sangre se congele de pavor pienso, que ese es el precio que ellos pagan por estar siempre preparados.

Mi existencia constituye una lacra para su estilo de vida.

Nuestra convivencia hace que los enemigos se multipliquen y revoloteen a nuestro alrededor, como si de esporas danzando en el viento se tratasen.

Y aun así, jamás le he escuchado quejarse. Quizá nunca lo haga, ya que por un lado le traigo problemas, pero por otro con ellos evito que se aburra.

Tras pensar en todo esto me he sentado a mi mesa.

He despedido a un tipo incompetente y pesado además de al chofer de Elías. Me ha llamado contándome no sé que historia, pero yo sólo he oído las palabras “coche”, “averiado”, y “Elías andando”.

Lamentablemente, me ha llevado más tiempo del que esperaba. Así que

desafortunadamente he llegado tarde a la cafetería.

- ¿Me has citado aquí para pedirme un aumento de sueldo porque no te llega para depilación?- me dice.

Vaya mierda de recibimiento.

- Para nada, si me sobra, pero entiendo tu tristeza al saber que la estupidez congénita no se opera.- le he contestado.

- Un gran pesar ciertamente. Pero entonces ¿Por qué me haces salir de mi despacho?. Estaba disfrutando de las vistas.- ha comentado divertido.

- Es que van a abrir un casino nuevo, y considerando quien es el dueño y la fortuna que tiene, creo que deberíamos conseguir que contratara nuestros servicios. – le he comentado haciendo acopio de paciencia. ¿Vistas?. ¿Me habrá estado siquiera escuchando?.

- Me parece bien pequeña. Es vampiro, lican o ¿Humano?.- ha dicho fingiendo interés.

- Ummm. ¿Qué pasa si no está en ninguna de esas categorías?.- le he preguntado.

- Que es exactamente nuestro tipo de cliente querida mía.- me ha comentado sonriente con un nuevo brillo en los ojos.

- He oído que es una mujer del antiguo continente. Pero por más que he ordenado que investiguen, no hemos encontrado ninguna imagen suya. Llegó a mis oídos que existió un cuadro con su imagen, pero hace ya bastantes años que fue robado del museo en el que se exhibía. – le he informado, algo irritada por no haber conseguido resultados.

- Escúchame con atención Nolla. Si es quien creo, puede que nos resulte extremadamente fácil o por el contrario difícil el que contrate nuestros servicios.

Parecía contento con la idea de la aparición de esa mujer. Es como si él si supiese quien es, lo que me hace pensar en la posibilidad de que sea peligrosa.

Hemos terminado el café y llamado a un taxi para volver a la empresa.

Aunque parezca raro, pocas veces me ha dejado bajar a su despacho. Y aun así, soy la única que lo ha hecho, ni siquiera su secretaria puede.

Siempre está a oscuras. Se que al empezar la escalera están los interruptores, por lo que hay luz eléctrica. Pero toda la vida he supuesto que al ver tan bien en la oscuridad pasa de encenderla.

Hoy lo ha hecho. Se ha acercado al mueble bar y se ha llenado la copa de un líquido rojizo que no huele precisamente a vino. Tras agitar el contenido de la misma, la ha alzado y a brindado en mi dirección, pero no era a mi a quien miraba.

Al dar la vuelta me ha sorprendido la visión de un cuadro inmenso. En él, una mujer de increíble hermosura, irradiaba poder y confianza a través de una de las miradas más cautivadoras que haya visto jamás.

Él ha bebido de la copa con calma.

- Esto.....es.....

- Como te he dicho, estaba disfrutando de las vistas.
Henkara15 de agosto de 2009

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