Mírame a los ojos rostro sin nombre.
Mira los relojes que hunden
su agujas zumbantes en mis pupilas
y aprietan hasta desagrarme
y me queman por dentro
con cada latido frenético.
Mírame a los ojos una vez más,
amigo profano, juez ecuánime.
Mira la huella vacía
que sentencia mis ojeras
y mis lecturas vanas y mis taquicárdias leves,
sin luna y sin hoguera.
Mira como se cierran sin sueño,
en la bruma de la suciedad,
mojándose en la marea que crece
salada y espumosa gritando.
Mira como se cierran sin sueño.
En la prisa por un aviso
que les impida mirar.
mira, mira y mira
la profundidad del lago,
la velocidad del viento,
el gotear impasible y terco.
Mira la mirada, el espejo que se rompe.