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Himen Siglo 19 - Parte 2

Con la última áurea violácea del poniente, derivó el reino de las sombras. Tocaba amenamente el orfeón de ranas, lechuzas, grillos, que secundaban al bullicioso y frenético ritmo de tambores vibrando en el aire adyacente y en lo distante. Me encontraba con mi aya Josefa en aquel rincón agreste de la ciénaga, favorable para la confidencia, abordando lo que desfigura la esencia de la mujer: El patriarcado y el que nos vean como objeto. Palpitaba la contagiosa noche de San Juan para la mayoría. Para otros obcecados, exponía la distinción de los amos blancos a las ofensas y perjuicios por parte de los esclavos negros y mulatos, entre destellos de fogatas y antorchas en que se desarrollan los festejos. Así de humillante y clasista es ese decir, sin embargo, muchos de nosotros suavizamos el trato con la servidumbre, ya que los veíamos como dignos merecedores de nuestro aprecio por la lealtad demostrada en estos tiempos de horrores, tan difíciles por el que atravesamos, yo en particular sentía un profundo respeto por ellos, ya incluso me suena muy feo decir esclavo, sumiso y otras expresiones que denotan ignorancia ante lo evidente.
Todo eso se lo confesaba a Josefa que me acurrucaba tiernamente con sus fuertes brazos morenos, -Mijita- como deseo que consigas un hombre que te valore por lo justo de tu pensamiento, ¡Dios melampare mi niña! Y continuando Josefa, refirió su encuentro con Andrés, el amoroso hombre de su vida, el padre de sus hijos, anteriormente mayoral de la hacienda a donde ella fue a parar, después de ser vendida en el mercado de la Plaza Mayor por 300 pesos... -Y hoy afortunadamente estamos entre tu familia, Teresita.
Absortas entre diálogos nos encontrábamos, cuando el trote de un caballo se percibió próximo en el sendero y sin darnos oportunidad de ocultarnos, ante el peligro latente de esporádicos salteadores o espías del enemigo; saqué mi pistola que tan diestramente manejaba, dispuesta a la defensa.
Fue máxima y emocionante la sorpresa, se trataba de Diego Palacios, escribano del ayuntamiento encargado de hacer las reseñas de fiestas, edictos y otros asuntos de índole oficial en la capital y dueño de un lenguaje erudito asociado a ironía irreverente y mucho humor, sus trovas con dedicatoria siempre me encantaron, él era el prohombre soñado... ¡Teresa, Josefa mis apreciadas amigas!
-exclamó Diego- tan valientes como siempre, desde aquella marcha forzosa sin despedida, no pensé en encontrarlas nunca más, pero que alegría inmensa que estén aquí e ilesas. Bajando del corcel se fundieron en un solo abrazo y con lágrimas de complacencia. Pero él traía noticias funestas, nos relató que Caracas ardía en numerosos lugares, el asalto de la Legión Infernal fue con saña brutal, la rapiña de las tropas realistas buscando algún botín fue intenso, despiadado, ¡Tantos muertos! Y recogiendo de prisa mi grueso archivo casi caigo en sus garras.
Bueno, las dejo, disculpen la brevedad, voy a casa de mi tío a dejar este pesado fardo de papeles y darnos un generoso baño y a comer mi caballo y yo, luego nos vemos, si te parece en una hora voy a tu casa Teresa -Si mi querido amigo- con agrado te esperaré, además la celebración de este encuentro inesperado es doble en esta fecha, quiero aliviar tanto sufrimiento acumulado y agasajarte, me corresponde esta vez...
Caballo y jinete partieron presurosos entre la espesura selvática, Josefa me dirigió una pícara sonrisa insinuante, su ojos brillaron, montamos nuestras bestias y nos marchamos.

La casa estaba en apacible soledad, toda mi familia viajó al lugar secreto concertado de reunión de propietarios, a un día el trayecto. En la región quedó un regimiento elite disperso en lugares estratégicos, consistente en fieros voluntarios y soldados republicanos, custodiando a los que quedamos por orden de nuestro amado Bolívar, provistos de numerosas piezas de artillería, armas, pólvora y munición.

Josefa preparaba la cena yo ayudaba y mientras paladeaba un afrutado vino. En la proximidad se desataba la danza sensual, no cesaban los sonidos de lujuriosa percusión.

Tocan la puerta; puntual plantado ante mis pupilas fulguraba Diego; impecable su porte y yo atraída irremediablemente, renovamos aquellos besos tímidos, pretéritos, que cuando adolescentes nos dimos en este mismo lugar pero que ahora con la fuerza y la decisión de hacerlo con sumo goce, abrazados.
-Adelante ilustre poeta- la ocasión es especial, vamos a cenar, debes tener apetito. Así, sin rodeos bajo la mirada prudente, cómplice de Josefa tras la puerta de la cocina, ocupamos la mesa que ella dispuso de manera sobria: Cazabe, ensalada de vegetales, frutas y una humeante sopa de pollo.

Entre bocados y risas transcurrió la más hermosa velada de mi agitada existencia, él abrió una perspectiva liberadora que ya no ha de cerrar. Y con magia nutricia, entre literatura, corazón, vino tinto y espuelas, la conversación favoreció la eclosión de la mujer íntegra y del varón dispuesto a asumir responsable el amor que ofrendaba.

En mi habitación, arropados con el lienzo ingenuo de la fiesta homenaje a San Juan Bautista, nuevos bríos de cambio se abrieron, sin pausa nos reconocimos. Mi tenebroso virgo dejó de ser cotizado para siempre, en el mercado de las doncellas capitalinas.

El sonido de ascendencia africana, de constante loas y tambores, llenaba de oportuna lasciva la alcoba:

De la hacienda El Cinco
Josefa la cocinera se acercó
ha llegao con vino tinto
seis botellas regaló

Don Francisco su patrón
temprano se las dio
tómate too ese vino
¡ve a gozá tú tambó!

vamo a comensá
repiquen los tambó
que la negra Josefa
seis botellas nos trajó

es noche de San Juan
unos vienen otros van
looleeeeee, looleeaaaaa
abran la rueda, to a bailá

entre olor a cacao
café, vino y rico ron
escucha mulata Norah
ahora va bailá con yo

bebe con San Juan
bebe agua de coco
bebe agua de río,
bebe agua de mar
bebe agua de lluvia
y no vayas a pará

¡aah, cumbamba cuioyo!
báilalo mi negra
naide vá a pará
bailan en Puerto Maya
y tambié en Naiguatá

looo looo looleee
loo loooeeeaaaaa
que se escuche en Río Chico
que se escuche en Manporal
...
FIN
Indigo28 de octubre de 2011

8 Comentarios

  • Buitrago

    Barbaro Indigo. Me ha gustado de principio a FIN
    un placer

    Antonio

    28/10/11 09:10

  • Sexoamor

    Delirante, al vaiven de los tambores, del grado etílico y la alegria desbocada en tiempos de tensión. Esa alcoba debío irradiar toda esa energia, inimaginable.
    Saludos Indigo (superó lo esperado)

    28/10/11 03:10

  • Encarnacion

    Cielos, te leí en himen siglo 19 parte 1 ....y enmudecí ante tal viaje mental al que tu pluma obliga, estas seguro que eres de este siglo.....si creo...felicitaciones.

    28/10/11 06:10

  • Asun

    Indigo, por fin llego el final, y por lo que se ve un final feliz. Por lo menos ella cumplió su deseo en la noche de S. juan.
    Me alegro, y sobre todo me alegro de leerte.

    Besos.

    28/10/11 11:10

  • Indigo

    De pláceme entonces, generoso comentario, usualmente no escribo tan extenso, es decir desde Himen siglo 18 hasta aquí, ha sido una ardua tarea, cada entrega me lleva días entre pensar, escribir y corregir, soy de corto aliento en estas faenas aunque emprendedor y terco jejeje, la historia continuará.
    Gracias Antonio.

    29/10/11 07:10

  • Indigo

    Probable que destrozaron el colchón y la cama, y la alcoba brillaría de tanta fricción, jajaj.

    (Ya en serio) Muy contento de haber satisfecho tus expectativas.
    Muaaa Doris!

    29/10/11 07:10

  • Indigo

    Hola Encarnación, hay veces que sueño que escribo, otras, escribo soñando, ahora no se como lo hago. la temporalidad en donde me encuentro la desconozco. debo ser de otro siglo.
    Me complace que lo leído gustó y bonito comentario.
    Saludos cariñosos.

    29/10/11 07:10

  • Indigo

    Asun, estimada amiga, feliz final tuvo, desenfundó el arma y disparó, acertando. Voy a explorar algo al siguiente siglo, a ver que sale...

    Comparto tu alegría sincera. Besos.

    29/10/11 07:10

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