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La Despedida de Afrodita

Aquel poeta en su delirio desesperado, habia vertido un río de tinta evocando la permanencia de la diosa entre los enamorados.
Por aquellos días, confuso, solo emanaba de su pluma súplicas ante la inminente separación.

Llegó él para el adiós y ella abrazándolo y besando con ternura los labios lívidos del iluso, se marcharía en su nave de nácar. Antes de partir, le susurró con voz quebrada, que sentía profunda desilución por los tristes senderos que había tomado el amor entre la humanidad; una monótona síntesis de engranajes y bisagras que no abren ya su corazón ardiente... Unas lágrimas de plata brotaron de sus ojos y añadió -Tú has sabido cantarle al amor, a la alegría; en tu presencia fueron inolvidables todas nuestras aventuras, con tu hermosa prosa avivastes la hoguera con pasión, logrando la sonrisa del universo en cada encuentro. Llevo en mi vientre tu semilla, no deseo que germine aquí, no sería un buen fruto. Retornaré a ti algun día, cuando el hombre comprenda la grandeza del amor.

Y el poeta con los resplandores dorados de aquella memorable mañana, con la humedad impregnando sus párpados, la contempló hasta perderse en la bruma del horizonte.
Compredió la tarea que debía emprender para tenerla de nuevo a su lado... Peregrinar por el mundo difundiendo la palabra de su amada.
Indigo20 de febrero de 2015

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