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El Amanecer

Como te conocí.

Todavía recuerdo aquel día, mientras amanecía. Las sombras de la noche todavía se aferraban a la calle con denuedo, mientras el sol amenazaba en el horizonte con borrar sus últimos vestigios de reinado nocturno. Aunque la noche había sido cálida, el relente de la mañana se unió al frescor creado en el pavimento mojado por la maquina limpiadora que acababa de pasar con su ruidoso traqueteo, para hacer que fuera agradable caminar por la solitaria calle.

Yo llegaba contento tras una noche de fiesta, había sido una fiesta donde Eva llego con un sencillo cómodo y largo vestido blanco con finas líneas negras, casi imperceptibles, que le quedaba perfecto.
Me fije en ella durante la cena, donde no dejo de sonreír y de seguir nuestras coñas hasta el final, se sumó como una más a un grupo que lleva mucho tiempo repitiendo estas cenas/salidas juntos.
El resto de la noche fue una como tantas otras, aunque algo nuevo había llegado, algo que significaría o no, pero que había cambiado las cosas para siempre. Cena, algo de baile en una discoteca de moda y taxi para volver a casa. Me baje del taxi con Toni en su casa, que pillaba algo apartada de la mía para poder andar y disfrutar de lo que quedaba de noche, así como recuperarme un poco del maldito tequila con Red-Bull que tan de moda se estaba poniendo. No había bebido demasiado, pero si lo justo para estar agradablemente incomodo dentro de mi cabeza.

El camino fue grato, y mi mente se fue aclarando a cada paso que resonaba en la soledad de los callejones que recorrí antes de llegar a casa. Apenas quedaban unos cientos de metros para alcanzar mi destino cuando te vi que paseando a Churchill. El perrillo estaba suelto tratando de olisquear el enrejado árbol de delante del portal de la mercería de Ana, era un intento fútil que repetía día tras día desde que le conocía. Aunque hace unos años que falleció todavía puedo oír su ronca respiración, azorada por lo éxtasis del descubrimiento de nuevos olores.

Al llegar al portal, Churchill se acercó dando graciosos saltitos hasta mí a la vez que roncaba entre jadeos, y recuerdo oír tu grave voz llamarle sin demasiada energía, por un momento tu voz se quebró, seguías casi dormido.

-¡Hola pequeño! ¡Hola, hola, hola! - Le dije al alegre perro que saludaba moviendo todo el cuerpo como si le fuera la vida en ello.

-Buenos días vecino – Dijiste después de que me incorporara tras saludar a Churchill.

Respondí el saludo de manera breve y no recuerdo como empezamos a charlar, una de esas charlas livianas de surgen sin premeditación y que suelen resultar agradables. Me contaste que te viniste a vivir a la comunidad un par de años atrás (ciertamente nos habíamos cruzado pero nunca habíamos hablado más allá de 3 frases sueltas) después de un doloroso divorcio, que había resultado en un viaje fantástico. Recuerdo como habladas con cariño de tu exmujer que, aunque te había engañado con un amigo durante varios meses, no fue capaz de dejarte hasta que la pillaste en la mentira, pero sobre todo recuerdo que en todo momento note dulzura y amor en tu voz, como si no le hicieras ningún reproche, como si te consideraras tu más culpable que ella. Nunca, en todo el tiempo que nos conocimos después de aquello, me acorde de preguntarte por este asunto, ni tu hablaste de ello.
Si me hablaste mucho aquella noche de los días y meses siguientes a aquello, de cómo tu vida cambio y de cómo descubriste que dentro de ti había mucho que decir. Me hablaste de tus nuevas amistades y nuevos amores, de lugares que nunca se te ocurrió visitar y que en aquel momento se mostraron apetecibles, de cómo te diste cuenta que el día tenía 24 horas, y aprendiste a rellenar el minuto con el inexorable valor de los 60 segundos como decía Rudyard kipling en su poesía. Durante meses, que al final se han convertido en años, nos hemos encontrado de manera siempre inintencionada en algún lugar del barrio de manera casual dando lugar a conversaciones filosóficas, políticas o simplemente sobre tu vida y la mía que ahora recuerdo con cariño.

Pero por mucho que hemos hablado y por mucho que me has enseñado nunca podré olvidar como cerramos la conversación la primera ver que nos vimos. Recuerdo haberte hablado de esa noche y de cómo todo había girado en torno a Eva, de cómo habíamos hablado y reído, bailado y compartido un momento especial, un momento que llego a su fin cuando el amanecer toco a la puerta de la noche. Recuerdo también haber dicho esto con cierta amargura que tú, en un momento detectaste, y dijiste:

- No reniegues del Amanecer vecino, pues mientras que durante el día construimos, vivimos y sentimos, comemos y bebemos. Y durante la noche disfrutamos de los momentos con amigos, y amamos entre susurros quedos, es al amanecer cuando todo comienza de nuevo. El amanecer es una promesa queda entre tú y la vida de que tienes todo el día por delante para vivir. Y es ahí en el momento que el sol asoma por el horizonte y nos alumbra con la luz de la mañana cuando debemos agradecer un nuevo día lleno de sorpresas e ideas para descubrir.

Por alguna razón me he acordado ahora de esto vecino y, ahora que te has ido, espero que ese amanecer que te espera allí donde vayas te aguarde con una promesa de alegría eterna.

Hasta que nos encontremos AMIGO.
Isskion22 de marzo de 2016

1 Comentarios

  • Isskion

    No seais muy duros :) amateur total

    22/03/16 12:03

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