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Angustia

Hoy fue una de esas tardes de hastío y angustia. Viernes, tarde calurosa, un libro se me embarraba en la cara con letras pegajosas, mares de letras como hormigas intentando entrar por mi oído. Hoy fue una de esas tardes interminables, de un vaho caluroso permanente que emerge del piso y no deja ni respirar.

Al parecer toda esa angustia se había establecido en mi habitación. Pensé en que alguien, fuera de mi habitación, podría tener motivos para sentirse feliz. Pensé un poco en mí, cuando era un pequeño y disfrutaba, sin importar absolutamente nada, de los placeres de patear una pelota, sentir que la vida se te va en un grito, por el simple hecho de meter una pelota entre dos piedras, sentirse ganador, compartir una bebida gaseosa, llena de químicos y azúcares, pero sobretodo llena de gloria. En fin, sentirse feliz. Sin duda pensé en alguien feliz fuera de mi habitación, porque aquí adentro la angustia pesaba tanto que no me dejaba ni levantarme.

Pero ¿ de dónde venía toda esa angustia? Ahora que pienso con mayor ligereza, puedo repasar algunos capítulos de mi vida, sobre todo uno que me hizo creer en las teorías platónicas de la reminiscencia y el amor. Recuerdo aquellos días de enero cuando recién empezábamos a conocernos. Recuerdo que me narraste aquel día que paseabas por Coyoacán con tu hermano. Aquel día que se acercaron juguetones y sin miedos a una vieja quiromántica, como si se acercaran a un puesto de dulces a saborear un caramelo, caramelo dulce como el futuro que te plantearía la vidente.

Y claro que el caramelo te supo en extremo dulce. Acabábamos de conocernos, yo te parecía alguien especial, te adoraba y me adorabas con mucha inocencia. Recuerdo claramente el núcleo de tu relato, aquella previsión de la quiromántica que te decía que habías encontrado al hombre con quien pasarías el resto de tus días como mortal, porque acababas de encontrar a, lo que ella denominaba, “pareja astral”, una especie de reencarnación, la indicación de que nuestras almas se encontraban después del cese de los cuerpos. Esa cosmogonía de nuestro amor infinito, encontrarnos una y otra vez por los siglos de los siglos, y que justamente en el año 2008 nos habíamos vuelto a encontrar, y despertó nuestra memoria del alma para recordar que los cuerpos no corresponden pero que las almas son eternas, eterno amor que crea ese ser andrógino, que lo vuelve a armar a través de los ojos. Y por eso recuerdo tanto el primer día que te vi, esquivando mi mirada, como no queriéndome ver, pero al final nos fundimos en ese abrazo, manifestación de nuestras memorias despiertas, de nuestras almas reencontrándose, del ser andrógino completo, la representación del amor infinito. Por supuesto que creí la historia de la quiromántica, porque sentía que te conocía de siglos con sólo mirarte a los ojos. Creí en esa historia y creí en el futuro.

Hoy, después de 5 años, pesa tanto creer que la quiromántica hizo una mala lectura. Pesa tanto saber que tomaste unas tijeras y cortaste mi alma como si fuese una sabana. Pesa tanto saber que te llenan más los placeres mundanos que alimentar nuestra alma, ese amor infinito. Pesa tanto seguir creyendo. Pesa mi habitación, porque me miras desde una fotografía, porque en la pared cincelamos nuestras iniciales, porque la cobaya que me regalaste me recuerda tanto a ti. Esa cobaya que huye de mi, pero que exige con exagerado rigor que la alimente, que cumpla las necesidades de su cuerpo. Esa cobaya que chilla y me taladra los oídos.

¿De donde viene esa angustia que me ahoga? Viene de la nada. Así es de la nada viene mi angustia. Ese sentirme libre, objeto de mi angustia, libre de aventarme al vacío sabiendo que estás tu, libre de volar, libre de navegar por la infinitud de la nada. Todo eso me angustia, porque he caído y ahora me siento culpable, culpable y harto de mi mismo, desesperado y atolondrado, desenado ser un niño que estalla en un paroxismo por el simple hecho de meter una pelota entre dos piedras.
Ivanflowers08 de junio de 2013

1 Comentarios

  • Albertocubeiro

    Lo importante es que el niño interior, ese que un día fuimos no nos abandone jamás. la clave de la ilusión esta en ese niño.

    "Todo eso me angustia, porque he caído y ahora me siento culpable, culpable y harto de mi mismo, desesperado y atolondrado, desenado ser un niño que estalla en un paroxismo por el simple hecho de meter una pelota entre dos piedras."

    Genial

    09/06/13 06:06

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