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Ransomware.

En el hospital transcurría la mañana con normalidad, fuera el sol se había posado deslizándose lentamente en un cielo despejado y en la tierra la brisa nocturna había empapado el jardín trasero.
Dentro, los pasillos blanquecinos brillantes permanecían despejados. Eran pocas las personas que esperaban dormidas en las salas de espera. No había aun actividad notoria que rompiera el silencio más allá del ir y venir de los trapeadores y escobas.
Era, por lo tanto, una mañana tan normal como cualquier otra.
La enfermera Ruth, que fungía como recepcionista desde temprana hora, tecleaba con normalidad la computadora revisando archivos de rutina que debía imprimir y archivar. Como era su costumbre, al terminar de hacer ésta labor, decidió revisar su correo electrónico. Al ser la recepcionista matutina, a su bandeja llegaban correos de organismos de salud que mostraban imágenes en estilo de folletos informando acerca de simposios a los que podían acudir personal que laborara en un hospital, así como documentos que se incorporaban a los procesos del instituto que venían desde puestos altos del sector salud. Ruth se encargaba de leer los correos y clasificarlos, imprimía la información para exponerla en el mural o reenviaba el texto a las personas que ella consideraba interesadas en conocer el tema.
Revisando con normalidad los archivos, de súbito, la pantalla de la PC pasó a mostrarse en completa negrura, con la excepción de poder ver en el centro una ventana que mostraba un cuadro de texto donde podía teclearse si esa era la voluntad, pero nada más.
Ruth, extrañada, movía el mouse a ambos lados tratando de encontrar revertir aquello, pero la pantalla seguía tal cual. Se dirigió a la computadora de su izquierda que se encontraba apagada, al encenderla y entrar al escritorio, no tardó ésta en mostrar la misma pantalla con la misma caja de texto en el centro. Esto le resultaba sumamente extraño, ya que nunca había sido testigo de algo similar en todos sus años de labor.
Mientras pensaba en qué podía ser, el teléfono frente a ella comenzó a sonar.
-Hospital Starman, le atiende la enfermera Ruth, ¿En qué puedo ayudarle?
-Si, buenos días enfermera, disculpe, lo que pasa es que mi papá ha perdido su receta médica y no recordamos las indicaciones del doctor Terrance, no sé qué procedería para poder recuperarla.
-Señorita, me apena informar que por el momento sufro de un problema técnico con la computadora. Si sería tan amable de por favor comunicarse más tarde, ya que apenas informaré al área de sistemas sobre éste problema con el que acabo de encontrarme y me imposibilita revisar los archivos de su padre y de cualquier otro paciente.
La persona al teléfono titubeó un poco pero respondió que estaba bien, se comunicarían más tarde.
Al colgar, la recepcionista se puso en búsqueda del teléfono del departamento de sistemas que daba soporte al edificio. Pero volvió a sonar el teléfono.
-Hospital Starman, le atiende la enfermera Ruth, ¿En qué puedo ayudarle?
-Buenos días, me gustaría agendar una cita con el doctor Stevens Kratz, por un problema de rodilla en el que él ha estado al pendiente.
-Disculpe Señor, me apena comentarle que por el momento el hospital sufre de un problema técnico con las computadoras, si fuera tan amable de tratar de comunicarse en unas horas más para ver si entonces esto se ha arreglado.
Al igual que la llamada anterior, la persona pareció sorprendida ante lo escuchado, pero estuvo de acuerdo de que llamaría más tarde.
Ruth ya estaba llamando al departamento de sistemas.
-Cares Consultance, ¿en qué podemos servirle?
-Si bueno, habla Ruth Rix, soy enfermera y recepcionista matutina en el hospital Starman, quiero reportar un problema con un par de computadoras que se encuentran en recepción.
-Permítame un momento. -Pasaron alrededor de 10 segundos-. Buenos días enfermera, habla Richard Silverman, soy miembro del equipo que da soporte a su hospital, me informaron que quiere reportar un problema con sus computadoras, ¿me puede dar más detalle para abrir el reporte y dar avance?
-Pues lo que le puedo decir es que estaba revisando archivos de mi correo que son de aspecto laboral y de pronto la pantalla se puso negra con un cuadro blanco en el centro donde parece poder teclearse algo.
-¿Y eso aparece en todas las computadoras?
-Aquí en recepción solo tenemos dos, y sí, ambas muestran la misma pantalla.
-Mandaremos un equipo a su hospital para que dé solución al problema, aguarde unos veinte minutos.
Al colgar, Ruth decidió informar a su jefe por teléfono.
-Miltoner, el hospital está teniendo problemas técnicos con las computadoras.
Le informó la situación tal como lo había hecho con la empresa de soporte.
Al poco rato tal como le habían informado, llegó un equipo conformado por cuatro hombres jóvenes hacia recepción que después de identificarse como empleados de Cares Consultance se les dio acceso para que de primera mano hicieran uso de las máquinas.
Para esa hora, doctores, enfermeros, pacientes o familiares de éstos comenzaban a arribar al hospital.
La primera parada de todos esos grupos era la recepción, pero por más insólito que les pareciera, la recepción estaba en temporal mantenimiento y ningún grupo mencionado pudo satisfacer sus necesidades. Los doctores necesitaban las agendas de los pacientes del día que habían hecho cita con anterioridad, así como los reportes de seguimiento a pacientes que se encontraban internados. Los enfermeros requerían de los informes de los surtidos de medicamento, la lista de alimentos que cada paciente debía comer y la hoja donde se les informaba qué pacientes necesitaban aparatos (sillas de rueda, muletas, andaderas). Llegaban pacientes a pedir consulta y familiares a informar de su visita a sus familiares internados.
Pasada una hora desde la llegada del equipo de sistemas, aun no había una solución y el área de recepción y su alrededor ya era un caos total.
El director del hospital, Haviland Jensen, conversaba en su despacho con Richard Silverman, miembro encargado de liderar al equipo de Cares Consultance que en ese momento continuaba tratando de restablecer las funciones normales de las máquinas.
-El hospital paga altas sumas de dinero al año a su empresa por un total de tres o cuatro intervenciones al año que están estipuladas en el contrato. Ahora que realmente los necesitamos, y habiendo pasado más de una hora de trabajo por parte de su equipo, no me parece congruente que me diga que aun no tiene un diagnóstico y solución a ésta desagradable eventualidad.
-Estoy de acuerdo con usted, pero al parecer nos enfrentamos a una situación que requiere más que sólo una hora. Nosotros somos una empresa de consultoría que da soporte a toda máquina que funcione en un ámbito empresarial, pero me atrevo a decir que las máquinas no sufren ningún problema técnico, lo que hace éste comportamiento inusual más difícil de detectar.
-Quiero hacer énfasis que mientras su equipo, del que no tengo dudas que se trata de profesionales, hace su trabajo, el hospital se encuentra paralizado puesto que desde ninguna PC podemos acceder a archivos y programas. Es cosa ya de urgencia el que las cosas se restablezcan pues hay vidas en riesgo. No podemos utilizar los sistemas de recetas ni consultar historial médico de pacientes que hayan sido agregados en los últimos dos años, ni siquiera la recepcionista podría dar el número de habitación correspondiente si un familiar, y supongo que ha sido el caso, preguntase dónde se encuentra su pariente.
-Entiendo su preocupación, trataremos de dar un diagnóstico a la brevedad.
El teléfono de la oficina comenzó a sonar cuando Silverman terminó de hablar.
La expresión del rostro del director sufrió diferentes facetas mientras la llamada se desarrollaba.
-¿De qué está usted hablando? -dijo el director con incredulidad. Su rostro de confusión fue adoptando lentamente un rostro duro, Silverman dedujo que Jensen escuchaba algo desagradable -¡Son unos malditos ladrones, pero pagarán por ello, no pueden jugar de ésta manera con vidas humanas!
Al colgar el teléfono, el director sudaba, clavó sus ojos en los de Silverman.
-Se trata de unos malditos delincuentes cibernéticos.
-¿Cómo dice? respondió Silverman.
-De alguna manera se infiltraron a la red del hospital y se apoderaron de las computadoras. Quien me habló era uno de ellos, me piden dinero, pero no me exigen dólares, desconozco a qué maldito país pertenezca la moneda que mencionó.
-Santo Dios. -profirió Silverman sacando su teléfono celular.-Tony, cancela todo, dile a los muchachos que se reúnan en la camioneta; lo que ocurre aquí está fuera de nuestro alcance.
-¿De verdad no pueden hacer nada? preguntó el director aun ensimismado.
-No, como le expliqué, si el error no es técnico no podemos ayudar. Pero le recomiendo dar aviso a las autoridades, ellos cuentan con personal capacitado para éstos casos.
Jensen recobró su semblante y habló a la policía.
Diez minutos más tarde el hospital era desalojado por elementos de seguridad del departamento de la ciudad, dentro del inmueble sólo debían de quedar los pacientes que no tuviesen opción, personal que fuese fundamental y un equipo de policías cibernéticos que montaban en ese momento su base alrededor de recepción.
El director Jensen, que había sido igualmente desalojado, platicaba con el comandante Rick, que era el líder del escuadrón que montaba su base de operación dentro del hospital.
-Esto viene sucediendo desde hace dos años en diferentes partes del país -decía el líder de escuadrón-, es el lado de la tecnología que nadie platica, la negativa.
A ésta canallada se le denominó ransomware, básicamente es el secuestro de tus datos; y como en un secuestro común, piden un rescate para devolvértelos. En ésta época donde los datos son más importantes que los servicios, un hospital viene siendo el blanco perfecto.
-¿Qué es esto? ¿Ciberterrorismo?
-Podría verse así de algún modo, pero realmente lo que éstos desgraciados buscan es dinero fácil, en la mayoría de los casos donde la policía cibernética fracasa lo único que queda es pagar rescate, y la mayor parte del tiempo cumplen su palabra.
-¿No sería mejor pagarles de una vez? No recuerdo en qué divisa me lo pidieron, pero no mencionaron miles o millones.
-Bitcoins -dijo el policía secamente- ¿De cuánto es el monto que exigen?
-Creo que eran 500.
-En estos momentos un Bitcoin oscila entre los 1800 y 1900 dólares, así que, si echamos un poco de matemáticas, 500 Bitcoins podrían ser alrededor del millón de dólares.
Jensen quedó con las cejas arqueadas y palideció.
-Es parte del protocolo si alguien decide hacer ransomware -continuó explicando Rick-, es la moneda elegida entre los cibercriminales pues sus transferencias son imposibles de rastrear, usada con fines legales o ilegales tiene muchas ventajas, pero el uso del Bitcoin está más inclinado a lo ilegal. Compra y venta de órganos, pornografía infantil, contratación de sicarios, trata de personas. Todo lo atroz que se escucha es comprado por esa moneda.
-Pero, ¿Cómo?, ¿Cómo una moneda que ni siquiera sabía que existía puede valer tanto? ¿A qué país pertenece? ¿Rusia? Esos malditos.
-Señor todo listo -surgió una voz del radio que colgaba del hombro del policía.
-El país al que pertenece esa moneda es internet.
El policía avanzó hacia el hospital.










Jaquez19 de mayo de 2017

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