TusTextos

Su Voz

Verde abril piedra cielo seda labios sol agua piel sonrisa lagrimas brazos miel manos blanco luz.

- Jorge, Jorge. Abrí los ojos, por favor te lo pido. Abrí los ojos. Me escuchas Jorge. Soy Silvia. Despertá Jorge, despertá.

El día comenzó como debía comenzar. Un sonido agudo, intenso. Un reloj que logró sobrevivir un día más. Un ojo que en esfuerzo sobrehumano intenta abrirse y dar paso a la luz matinal. Un brazo derecho, liso, suave, cálido sobre mi cadera. Un regusto agrio a tabaco en la boca. Describir todos los detalles acontecidos en la mañana sería aburrido; tanto de contar, como de escuchar. Lo trascendental sucedió tras el almuerzo.

Luego de seis largas y estresantes horas frente al consejo directivo, dando explicaciones convincentes o no tanto sobre facturación y rentabilidad.

Me encontré con Carla, tomamos un café en el bar de siempre, cuidando y cumpliendo todos los recaudos, que a estas alturas, están casi automatizados. Charlamos, sonreímos, divagamos, incluso tuvimos la valentía y el desatino de discutir. Fuimos a su piso e hicimos el amor como siempre; pero no como amantes, esta vez no, sino como amigos; viejos amigos que al verse rutinariamente comienzan a evitar cordiales salutaciones.

Me despedí de ella pensando o tal vez concluyendo que esta, nuestra tarde, sería la última vez en que sus labios humedecieran mi boca.
El vacio me oprimía todo el cuerpo dentro del auto. Nunca tuve tantas ganas de esquivar el saludo de Silvia. Un dolor punzante atravesabame el pecho. Nose si por el cansancio o por la conciencia mis deseos se evadían hacia otros caminos. El sonido del coche me adormecía. El pensamiento vagaba por lugares remotos donde la sonrisa era anfitriona.

Perdí la noción del tiempo embriagado por un bálsamo de felicidad, el cual no tenía claro de donde provenía. Me sentía Feliz. Me sentía vivo, como recordando el verdadero sentido de la vida, por lo menos desde este triste y temporal punto de vista. Fue solo un momento. Luego me aturdió una sucesión de sonidos que viraban del grave al agudo más filoso, creyendo oír a lo lejos la voz del verdadero amor, la voz de Silvia, pidiéndome que despierte, luego, no fui más que un cuerpo débil y desgajado; lagrimas caían de mis ojos aunque no lo notaran, quizás por la sangre, quizás por el barro, lo seguro fue que no alcance a oír nunca más su voz.
Javieroscar24 de mayo de 2014

2 Comentarios

Más de Javieroscar

Chat