Libertad de una Cárcel, Mí
Cuerpo.
Nada mas levantarme me miro al espejo y veo un mancha gorda y asquerosa. Abro la puerta de mi habitación y me dirijo hacia el baño, allí empieza todo, cierro la puerta y pongo el pestillo; voy directa hacia el inodoro e introduzco los dedos para poder liberarme de la presión. Oigo golpes en la puerta y oigo que es mi madre preguntandome si estoy bien , le contesto que si. Pero al salir me dice que me ve mas delgada pero es mentira, todo es mentida, lo dice porque soy su hija y por supuesto no se ve capaz de decirme que estoy gorda. Que cuando salgo a la calle la gente se aparta y lo único que me viene a la cabeza es pensar en que les doy asco. Me pongo mi ropa y no me gusta como me queda, me acuerdo cuando aun cabía en una talla 34 y ahora que, ahora solo uso la 38. Estoy harta de subirme a la bascula y ver como no llego a la meta de ese cuerpo perfecto. Me voy corriendo a mi cuarto y hecho a llorar. Lloro y lloro como una niña que no encuentra su muñeco preferido. Decido levantarme y vestirme para salir con mis amigo, y ¿que es lo que me pongo? como no, un pantalón ancho y una sudadera ancha. Salgo de casa y veo como la gente se me queda mirando, pero intento no hacer caso hasta que llego al bar. Allí están mis amigas, y me acerco a ellas. Nada mas llegar me dicen que porque me visto así y no se que contestarles. Se piden su coca cola mientras se comen un paquete de palomitas pero no puedo observarlas, asique decido ir al baño y empezar otra vez, pero algo me interrumpe. Eran ellas, mis amigas, golpeando la puerta con todas sus fuerzas, gritándome que parara. Abro la puerta y me dicen que me siente, entonces me dicen que pare, que me estoy haciendo daño tanto ami como a ellas. Me explican que estoy muy delgada que la gente se me queda mirando sorprendidos de lo delgada que estoy. Llegue a conseguir mi meta, pero ala vez me pasé. Llegue a la 34 y también a la 32. Por eso decidí dejarlo gracias a la ayuda de ellas.
