El pececito se preguntaba constantemente ¿qué hay allá afuera? Y ninguna respuesta de su grupo familiar fue capaz de convencerlo. Sabía que debía haber algo más, el mundo no podía ser solamente su casita y los muros transparentes que lo cubrían. Sentía que su vida no podía ser tan pequeña. Siempre pensaba en grande. Pensaba, que algún día tendría la oportunidad de ver una extensión inmensa de cosas sorprendentes que lo estaban esperando. Así pareciera imposible en el presente. Como nunca dejó de soñar en el mundo exterior y de imaginarse las grandezas y maravillosas cosas que algún día vería. Dios lo llamó el día de su muerte y le dijo que era su oportunidad de renacer en un ser humano y experimentar en carne propia la maravilla de su creación. Te lo has ganado hijo, nunca deja de soñar e imaginar y jamás pierdas la esperanza. Ve y disfruta tu vida, investiga su significado y cuando lo halles, vuelve a mí por tus propios méritos. En el mundo te encontrarás con que no todos tus hermanos compartirán la misma dicha con la que tu vives, encárgate de ayudarlos, de orientarlos y amarlos. Pero siempre, ocúpate de ti mismo principalmente, porque si tu cambias, el mundo a tu alrededor también lo hará.
