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El Devorador de Almas

Boston, 2523 D.C.

Darzzemm el Vampiro se ocultaba detrás de los cubos de basura del callejón. Recostado contra la pared hacía tintinear nervioso sus largas uñas contra el metal. La vieja gabardina que usaba estaba sucia y roída gracias a esperas como aquella. Hacía tres noches que no se alimentaba con humanos

(sangre, sangre, sangre)

y la cabeza le palpitaba dolorosamente. Unas pocas ratas no eran alimento suficiente para un vampiro maduro como él.

Estaba pensando en cambiarse de ciudad. Algo más al Sur quizá. Tendría que viajar en tren-lanzadera como los humanos, claro. Los helicópteros de la Guardia Azul sobrevolaban Boston al acecho de criaturas como él y no dudarían en derribarle. Un transporte militar pasó aullando por la boca de la calleja, rumbo a la muralla perimetral. La potente luz ni siquiera le deslumbró, ya estaba acostumbrado. Los disturbios eran constantes en los distritos exteriores. Dos semanas atrás, más de mil muertos en una manifestación por un más justo reparto del tabaco. Un mes antes, casi quinientos en unas protestas por las esterilizaciones. Siempre los distritos exteriores. Las clases más pobres trataban sin éxito de rebelarse contra el grupo dominante.

¿Pero no había sido así siempre? Darzzemm ya había visto antes todo esto y sabía que algunas veces los pobres ganaban. En sus mil años de peregrinar había conocido muchos pueblos amotinados: los sangrientos campesinos húngaros del siglo XVI, el norte de África del siglo XVII, ingleses y franceses en el siglo XVIII, los valientes españoles del XIX, brutales italianos en el XX, los suicidas árabes del XXI, los crueles noruegos en el siglo XXII, caníbales chinos en el XXIII... Los humanos guerreaban con una frecuencia casi exacta de cincuenta años; eran sorprendentes.

Cuando el vampiro se preparaba para incorporarse y buscar otro escondrijo, oyó pasos y risas en la calle. Contó hasta tres voces

(sangre, sangre, sangre)

distintas. Dos mujeres y un hombre, ¿verdad? Sí, eso era. Pasó inconscientemente la punta de la lengua por sus afilados colmillos y se hundió de nuevo en la oscuridad.

Él notó algo raro al internarse en el callejón agarrando por la cintura a las dos hembras. Arrugó la nariz y vaciló antes de entrar. La mujer de su derecha tropezó con un desecho demasiado sólido y estuvo a punto de caer. Iban las dos terriblemente borrachas. Reían y cuchicheaban en sus oídos y no le dejaron concentrarse en aquello que estaba notando. Él sabía que el peligro acechaba en el callejón, pero su hambre se impuso al temor. La joven de su izquierda buscaba algo con la lengua en su oreja. Un calor intenso ascendió desde su entrepierna…

Darzzemm

(sangre, sangre, sangre)

esperó paciente a que entraran del todo en la oscuridad. Esperaría, sí. En silencio, casi invisible detrás de los cubos. Cuando se confiaran, entonces atacaría. Los humanos, siempre tan sexuales, siempre tan predecibles. Como siempre hacía, aguardaría a que se sintieran cómodos.

La chica rubia estaba tratando de quitarle el cinturón. La morena le introducía violentamente la lengua en la boca. Ambas se apretaban estrechamente contra él. El hombre se dejó llevar lentamente hacia esos placenteros lugares. Apenas se percató de la sutil sombra que se acomodaba para saltar desde el lado contrario.

El vampiro tensó los músculos y se dejó llevar por sus ansías de matar, de beber

(sangre, sangre, sangreeeee)

sangre humana. Echando la gabardina hacia atrás, levantó las manos, descubrió los amarillentos colmillos y se abalanzó sobre el grupo. Precedido por un hediondo aliento, como salido de una tumba, emergió de entre las sombras volcando todos los cubos de basura. El olor de la presa, tan tierna… Casi en éxtasis, apartó con un violento golpe a las dos mujeres lanzándolas al suelo. El hombre era su objetivo principal; quizá ofreciera mayor resistencia.

Cayó sobre él con un aullido, dispuesto a cometer el sacrificio milenario, dispuesto a beberlo por entero. Apartó los (fuertes) brazos y se lanzó directo al cuello de su víctima. Contrajo entonces los labios, la mirada perdida, y dejando al aire todos los dientes mordió

(dolor, miedo, sol, fuerza, mal, oscuridad, estallido, dolor, sangre, mucho dolor, luz)

pero al instante se apartó. No podía traspasar la piel de aquel humano. Comprendió su error, pero era demasiado tarde. Con un sordo rugido, él le atrajo en un abrazo por fuerza mortal y comenzó a abrir su propia boca. Y la abrió y la abrió. Los labios y dientes del hombre se estiraron e hicieron presa en su cuello. Con un leve esfuerzo abarcó su boca y nariz. Darzzemm pensó que tan sólo con la boca, aquel ser sería capaz de tragárselo. El nauseabundo olor del infierno le sofocó hasta el punto de casi asfixiarlo. Entonces él comenzó a absorberlo. Poco a poco al principio. Las caras de todas las víctimas anteriores del vampiro acudieron a su mente, como si la criatura extrajera sustento de aquello. Con más fuerza después. La sensación empezaba a ser insoportable. Sus brazos colgaban a sus costados, inermes. Antes de desmayarse, en un colosal estallido de luz mental, le miró a los ojos.

N´aerjabaernon, el demonio, soltó el pellejo vacío que había sido Darzzemm. Las dos hembras humanas con que pensaba alimentarse esa noche yacían inconscientes en el sucio suelo del callejón. Ya no las necesitaría: había tenido mucha suerte. Hacía tiempo que no se sentía tan saciado, aquel vampiro debía haber sido muy poderoso. Las almas que sentía revolotear en su pecho así se lo confirmaban. La sangre le ardía y le abultaba todas las venas del cuerpo. El demonio se recostó contra la pared, suspiró, y trató de digerir la dosis de poder que había recibido.

10 de Diciembre de 2004 – 14 de enero de 2005.
Jferraz26 de diciembre de 2007

1 Comentarios

  • Monicaerotica

    Hola jferraz

    sangre, sangre,sangre...
    el vampiro había probado un ménage á trois...

    26/12/07 10:12

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