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Macarrones Con Cuchara de Plástico

Septiembre de 2005, domingo por la mañana. No hay despertador, no me hace falta. Anoche no hice nada. Me quedé en la habitación, hablando con mi novia. No quiero estar aquí. ¿Por qué me vine?.

Son casi las tres de la tarde. Me obligo a cocinar porque estoy hambriento. No estoy acostumbrado, ni siquiera cuando vivía solo en Madrid. Mi madre venía cada dos semanas y me dejaba mucha comida.

Abro la alacena. Debería haber comprado más cosas para momentos de emergencia. Realmente este es uno de esos momentos. El Könmar está cerrado. No tengo confianza con nadie, no puedo ir a pedir comida. En todo caso creo que no están, se han ido al centro porque abrían el parlamento. Que hagan lo que quieran. No me importan nada.

Llevo el pelo bastante largo, la barba sin afeitar y arrastro unos ojos preocupados por no haber descansado bien. Visto una camiseta que me hace parecer aún más delgado. No como bien y he perdido casi cinco kilos desde que llegué. Se me debe notar bastante. En general, mi aspecto es desastroso.

La mesa está pegada a la pared. Hay montones de ropa encima. No he guardado nada en varios días. Me daba mucha pereza. Hasta ahora, no he encontrado ninguna motivación y eso me impide hacer cosas. Sé que es una excusa para regodearme en la soledad que siento.

Hay una bolsa de macarrones abierta. Caliento un poco de agua y le echo sal, luego la pasta. Mientras se calientan, me acerco a la ventana. El cielo está gris, pero deja pasar algunos rayos de Sol. Es extraña la luz en esta ciudad. Las nubes son inconsistentes, sin espesor. El edificio de en frente todavía no está terminado y me permite ver el horizonte. Mi mirada se pierde en él.

No hay platos ni cubiertos de verdad, están sin fregar y no hay detergente. Unos españoles vinieron a hacer tortilla de patatas. Dejaron la cocina muy sucia y me molestó. Me siento huraño pensando así. Puede que yo no sirva para hacer nuevos amigos. Yo ya tengo los míos en Madrid.

Queda un plato y una chuchara de plástico. Sirvo los macarrones y hago un hueco en la mesa para colocar el plato entre la ropa. Me coloco de cara a la pared. No hay tomate, ni queso, ni ningún condimento. Los macarrones se caen de la cuchara, se resbalan y cojo de uno en uno con dificultad. La estamapa es muy triste. Ya no puedo más, necesito cambiar esto.
Jorchz13 de diciembre de 2007

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