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En un Momento 4

El desamparo me hunde en los días erróneos de dueño. Una marcha fúnebre es mi caminar. Déjame renunciar a este desalmado encuentro con mi mísera vida. Mi existencia es nada más que una menuda colección de antónimos hacia mi propia persona, sádica forma de ser. Perturbado con el cuervo cargándolo en mi hombro, susurra y susurra muerte y traición, prosas escogidas por la sangre, viscerales palabras de fuerte empatía y el crepúsculo de mi vida.

Porque un día imaginé tu partida. Mi vida sin su fuente sana. Mi presencia ante la oz. Mi locura desalmada me tomo por sorpresa y acogió mis días en actos de vandalismos hechos a medida, amplificados y automáticos. Todo era para mi sufrimiento y dolor. Placer y dolor, parecen nacer en el mismo entorno, pero algo les cambia su forma. La naturaleza triste se esparce, se conjunta, se arma en distintas posiciones pero caen en el mismo paraje. El maldito ámbito cotidiano, porque un día imaginé tu partida.

Ya no existe en mí esa ligereza de espíritu, no reconozco la sonrisa en el espejo. No soy articulado ni mucho menos ufano. No me brillan los ojos. ¿Recuerdas? Esos ojos tristes que se iluminaban sólo en tu presencia, ya no tienen vida ni celebridad. Lúgubre recinto es mi interior. Agónica mi sombra se arrastra tras mío, como el cruel recuerdo del ser humano que nunca confeccioné.

Mi camino se marchó, tras tuyo. El eje cayó quebrantado. Injusto el demontre diáfano que se oculta tras mío. Ríe a carcajadas al verme así, desmejorado e impotente. Me da opciones inalcanzables por su desgaste. Ostenta su título de amigo y confidente, se cree único y necesitado. Se cree amado, porque un día imaginé tu partida.
Josermac16 de marzo de 2008

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