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Secretos

Unos dicen que fue la compasión lo que llevó al padre Damián a acoger a Martín en su casa cuando este sólo contaba los seis años. Otros prefieren no nombrar motivo.

Fue a los dos días de que el niño viera como una de las ruedas del carro en el que transportaban la leña para vender en el mercado,partiera en dos a su padre tras caerse empujado por el mal fario en un descuido,dejando huérfano del todo al muchacho,pues Martín no llegó a conocer a su madre. Nadie sabe de donde surgió el rayo que se coló por la ventana del dormitorio de su casa seis años atrás,matando de lleno a la parturienta ante los ojos de su esposo y los de su criatura recién nacida tan solo unos minutos antes,que apenas percibían la luz,pero ya se mostraba a ellos la desgracia.

Ante la nueva desdicha,D.Damián,junto con el consentimiento y apoyo de algunos parroquianos,decidió asumir la tutela de Martín,a quien no se le conocía familia alguna,con la intención de cuidar de él hasta que considerara necesario,asegurándose así monaguillo fijo y con la predisposición de enseñarle las tareas que le sirvieran para hacer las veces de ama de casa.
Así pues,y nada más reunir a su padre con su madre en el Camposanto,Martín,sin otra alternativa ni oportunidad de buscarla,marchó con D. Damián a su nueva casa,adosada a la iglesia.

Martín desde siempre había sido un niño tímido,callado,dócil,obediente,rasgos heredados de su padre y que éste aun le inculcó más si cabe a pesar de que ya eran innatos en él,y fue por eso que durante las primeras semanas junto al padre Damián,el niño apenas abrió la boca para decir nada y ni mucho menos para pedirlo. Su nuevo tutor mandaba y él cumplía,sin más.

Fue la víspera del día de San José,justo después de cenar y esperar a que Martín recogiera la mesa y le acercara,como cada noche,al sillón de sus lecturas el libro que le solicitara,cuando D.Damián se dirigió al chico al tiempo que con su mano derecha suavemente le tocaba la cara.

-Eres un buen muchacho,Martín. Jesucristo lo sabe,como sabe también de tu mala suerte por quedar huérfano tan prematuramente. Pero es por eso que Dios me ha puesto en tu camino,para aliviarte,para apoyarte,guiarte y ayudarte y así comprendas que Jesús no te ha abandonado. Y eso es lo que yo voy a hacer,ayudarte,porque es mi voluntad y la de nuestro Señor. Pero,¿sabes?,en la vida todos necesitamos ayuda,todos necesitamos recibir algo de los demás para así sentirnos amados, plenos y reconfortados.

El niño escuchaba atentamente aunque mantenía la cabeza y la mirada al suelo. Mientras,D.Damián le seguía acariciando suavemente la mejilla.

-Esta noche dormirás conmigo,-prosiguió el sacerdote-me harás compañía y yo te enseñaré algunos juegos con los que te aseguro que lo pasaremos bien y nos haremos más amigos. Ya verás como te gusta,tú sólo has de hacer lo que yo te diga,nada más,no tienes que preocuparte por nada ni tener miedo,¿comprendes?

-Sí,padre-respondió Martín asintiendo tímidamente con la cabeza.

-Bien-continuó el hombre-pero has de tener clara una cosa. No debes decirlo ni nunca ni a nadie,debe ser nuestro secreto.¿Sabes qué es un secreto,Martín?

El niño miró a los ojos a D.Damián como esperando una explicación.

-Verás,un secreto es como un tesoro, que para que nadie nos lo quite,debemos esconderlo muy bien y no decirle a nadie donde lo guardamos. Así, nunca nadie nos lo podrá robar y siempre tendremos nuestro tesoro a salvo. Y ese será nuestro secreto. Tuyo,mio y de Jesús,pues para nuestro Señor no hay secretos,y precisamente por eso debes guardarlo con más celo y ahínco ,porque...no querrás que nos roben un tesoro que compartimos con Jesucristo,¿verdad?.Él se enfadaría mucho si eso sucediera y ni tú ni yo queremos eso,¿a que no?.

-No,claro que no-respondió Martín tan seguro como inocente.

-Bien,verás que contento se pone Jesús al ver que puedes guardar tan bien nuestro secreto. Ahora vé a casa de doña Herminia y dile que mañana iremos a comer a su casa para celebrar la onomástica de su marido como todos los años y que luego rezaremos en el patio el rosario,que el año pasado no pudimos por el entierro del hijo de Elvira.

Martín salió de la casa no sin antes colocarse su pequeño abrigo de paño que le resguardaría del frío,que aunque ya no era intenso,todavía se dejaba sentir en las noches de marzo,más aun en las que,como aquella,había lloviznado. Así,el chico subía la empinada cuesta empedrada entre saltos,alguna carrerita y jugueteos con los diminutos charcos que se adormecían entre los adoquines hasta alcanzar en pocos minutos el portal de la casa a la que llamó raudo para completar el recado.

-Hola Martín,-saludó doña Herminia al acudir a la llamada-te manda D.Damián para lo de mañana,¿verdad?

-Sí doña Herminia,- respondió él-D.Damián dice que vendremos a comer y después rezaremos el rosario,que el año pasado...

-Sí,es verdad,-le cortó la mujer- pobre Elvira,perder así a su niño. Ya es desgracia que cayera al río cuando bajaba el deshielo cuando casi siempre está seco. El Señor lo tendrá en su divino regazo,aun más llevándoselo siendo el monaguillo.

Martín miraba a la señora,que más bien hablaba para ella sola que para el muchacho.

-En fin,dile a D.Damián que os esperamos sobre el mediodía .

-Así lo haré doña Heminia,que tenga usted buena noche-se despidió Martín.

-Adiós Martín,vé con cuidado no vayas a resbalar al bajar la calle.

-Descuide señora-contestó el niño ya enfilando su camino de nuevo a la casa anexa a la iglesia.

Y mientras Martín se marchaba por la calle brillante por la sábana de agua que cubría el pavimento y que reflejaba la poca luz que salía de las casas,doña Herminia permanecía apoyada en el quicio de su puerta observando la noche en general y el cielo en particular,intentando adivinar si de nuevo volvería a aparecer la lluvia o si por el contrario se despejaría de nubes el firmamento. Sin llegar a ninguna conclusión,pasados unos segundos se giró para entrar de nuevo en la casa cuando de pronto, antes incluso de cerrar del todo la puerta,le sobresaltó un ruido seco y brusco desde la calle,sonando como suena una rama al quebrarse ante el vendaval,como suenan las tejas al despedazarse violentamente tras caer de los tejados. La mujer volvió a asomarse alterada a la calle buscando el origen de su sobresalto,que aun fue mayor al ver a Martín caído boca arriba en el centro de la resbaladiza calzada.

-¡Martín! ¡Martín!-gritó asustada doña Herminia.-Ay,dios mio,¿estás bien,criatura?

Y Martín no sólo no contestaba,si no que ni uno de sus pequeños músculos movía.

-¡Ayuda!¡Ayuda!-Pidió la mujer entrando en la desesperación mientras se acercaba al chico.-¡José,sal enseguida!¡José!

Doña Herminia pronto llegó a arrodillarse junto al niño con la mejor de las voluntades de socorro,pero no pudo más que caer en el llanto desolado al descubrir que el ruido seco que la sobrecogió no había sido ni tal rama ni teja alguna,sino el cráneo de Martín al golpearse brutal y fatalmente contra los resbaladizos y pétreos adoquines.


Martín volvió a sentir una mano acariciando su rostro,notaba los dedos como si de seda fueran rozando sus mejillas,sus pómulos e incluso sus cabellos. Ralentizados sus movimientos,poco a poco fue despegando sus párpados para presentar a su infantil mirada a una mujer joven de pelo castaño claro,como él,ojos grandes, redondos y negros,como los suyos y nariz pequeña y respingona,como en más de una ocasión le habían dicho que él tenia.

-Hola Martín-dijo la mujer con voz dulce y tenue.

-Hola-respondió él con un hilo de voz-¿dónde estoy?

-En tu nueva casa.

-¿Mi nueva casa?,pero...D.Damián no me dijo nada de una nueva casa.

Martín estaba confuso,extrañado de la situación en que se encontraba. El párroco no había nombrado nada de mudarse a otro lugar y él no alcanzaba a entender que estuviera en otra casa que no fuera la de la iglesia. Pero de pronto le vino algo a la memoria.

-Anda,a ver si va a ser este el secreto...-pensó en voz alta.

-No Martín,este no era el secreto.

-¿Y tú cómo lo sabes?

-Pues porque aquí no hay secretos.

Martín seguía sin entender nada reflejando en su rostro dicha sensación,mientras la mujer continuaba acariciándolo tan dulcemente a la par que le ofrecía la sonrisa más cariñosa que el niño jamás había visto,de modo que a pesar de la confusión que le invadía,Martín sentía en su interior la calma y tranquilidad propias del que no tiene nada que temer.

-¿Y cómo sabes mi nombre?-volvió a preguntar el chico.

-Porque te conozco hace mucho tiempo.

-¿A mí?-pregunto asombrado-pero... yo no te conozco a ti.

-Sí me conoces,es sólo que no me recuerdas -afirmó la mujer.

-Pues no entiendo nada.

-No te preocupes Martín,pronto lo entenderás todo.

El niño de nuevo quedó pensativo y callado unos segundos.

-Me duele la cabeza-dijo después.

-Lo sé.

-Y tengo sueño.

-Sí,es normal que estés cansado. Cierra los ojos y duérmete un poco,después te sentirás mejor.

La mujer pasó entonces pausadamente la suave palma de su mano sobre los párpados del niño,que con la misma lentitud y delicadeza que se abrieron se volvieron a cerrar. Ella,de nuevo adornó su rostro con una sonrisa reflejo puro de la felicidad, y acercándose sutilmente ,le coronó besándolo en la frente.

-Duerme mi vida,duerme. Duerme que no hay secretos que guardar.


( A mamá )
Joss14 de septiembre de 2010

2 Comentarios

  • Bierrodot

    Una narrativa muy entretenida, es excelente. Mejor la muerte que ser abusado por el padre. Créeme que es un texto como pocos los hay por aquí. Me mantuve entretenido en cada letra. Muy bueno!!!!

    SALUDOS!

    PASA POR MIS MALDITOS TEXTOS

    14/09/10 11:09

  • Alejandrina

    un hermoso relato, en cierto momento te deja con los nervios de punta..... muy buena y muy padre historia

    saludos

    15/09/10 04:09

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