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Los Inicios Nunca Fueron FÁciles (el Primer DÍa de Clases)

Hola, soy Javi y hoy he ido por primera vez al cole. Tengo tres años y, aunque aún no sé muchas cosas sobre mí, sí sé que tengo un mechón rubio en el flequillo con el que mi mami dice que no puede. La verdad es que ella se queja siempre de un montón de cosas con las que dice que no puede, no puede con las rabietas de mi hermana pequeña, no puede con los calcetines de mi padre por el suelo, no puede con mi abu; me parece que tampoco puede conmigo. Ella cree que la vamos a volver loca, pero yo sé que le gusta exagerarlo todo, tampoco es para tanto.

Lo que ha sido increíble es lo que he vivido yo esta mañana en el cole, menos mal que, gracias a algo que llamaban periodo de adaptación, no he tenido que aguantarlo durante mucho rato. Y no penséis que soy un novato de esos, no, no, no; yo tengo experiencia, con seis meses ya me cagaba en la guardería cada vez que me daba la gana. ¡Esos sí que eran buenos tiempos!

Os cuento, el caso es que con mi mechón rebelde como carta de presentación de mi saber estar y con una experiencia en seños que ya quisieran otros, he llegado de la mano de mi mami a mi cole nuevo. ¡Qué pasada! Aquello era enorme, jardines, patios, pistas de deportes, edificios&, y gente por todas partes. Mi mami ha tenido que sujetarme fuerte, fuerte, porque todo el mundo empujaba y casi me llevan en volandas. Menos mal que ella ha sacado los codos, ha tirado de mí como del carrito de la compra y se ha hecho valer como una heroína entre aquel barullo de gritos y carreras. Hemos llegado a una fila y nos hemos colocado los primeros después de una fuerte discusión con un papá pardillo con perilla que llevaba en brazos a una niña, que me ha sacado la lengua mientras él nos reprochaba no sé qué de mucho morro.

A continuación ha salido al patio una colección de seños con unas batas de colores, preciosísimas. Yo pensé que iban a hacer un desfile de modas, pero solo ha sido una ilusión. Lo que hicieron fue sonar unos silbatos y, después de gritar un montón de nombres, hemos entrado, por fin. La verdad es que yo no he podido escuchar casi nada, la niña de la lengua colgante se ha puesto a berrear a mi lado y así era imposible.

Por un pasillo tan largo como una carretera hemos seguido a la sita Pepi, así se ha presentado, hasta el aula y ahí ha comenzado la pesadilla. Cuando los papás y las mamás han empezado a despedirse de todos los piojos, mi gran experiencia en guardes y seños se ha esfumado como el viento y una magia poderosísima la ha hecho desaparecer. No he podido aguantarme, ha sido escuchar los gritos y los lloros de mis compañeros y he empezado a notar un pequeño mareo que con el alboroto se ha hecho cada vez mayor. Una especie de nudo en el estómago me ha hecho llevarme las manos a la boca. En ese instante mi madre me ha mirado con unos ojos enormes y, con una voz que no parecía suya, me ha gritado: ¡¡¡No, Javi, nooo!!!

Ha sido imposible, no he podido evitarlo, una gran arcada se ha apoderado de mí y una de las paredes, dos niños, una niña y dos mamás se han visto gravemente perjudicados por el contenido de mi panza. Después de eso no he aguantado más y he llorado como si no hubiese fin, como un despreciable y repugnante novato. La media hora que hemos estado todavía allí se me ha hecho eterna. Pero lo peor de todo empieza mañana, con qué cara me presento yo en el cole después de semejante espectáculo. Nadie se me acercará jamás por miedo a despertar a mi peligroso volcán interior. ¡Para que luego digan que ir al cole es algo estupendo! ¡Y una mier&, perdón!

Jucapega196315 de septiembre de 2016

1 Comentarios

  • Jucapega1963

    ¿Qué ocurriría si un niño de tres años pudiera contarnos con detalle su experiencia? ¿Sería algo así?

    15/09/16 07:09

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