PokÉmons Versus Gamusinos
Leo y releo durante estos días de sofocante estío noticias varias sobre algo llamado "Pokémon Go", un juego para plataformas móviles (principalmente teléfonos inteligentes) que Nintendo junto con Niantic Labs han desarrollado, y no salgo de mi asombro.
Aunque pueda parecer increíble, resulta que a los niños y no tan niños, les ha dado por salir con sus móviles a "buscar, capturar, luchar y comerciar con Pokémons escondidos en el mundo real". O sea, debo entender que puedo encontrarme por la calle con personas que, desde hace días, van cargadas con sus móviles en busca de no se sabe muy bien qué personajillos virtuales deambulando por el mundo real y que, además, intentan cazarlos como si de conejos se tratara.
Los índices de abotargamiento mental empiezan a ser preocupantes. O a mí me están hirviendo las meninges con este bochorno desmesurado que nos acompaña, o el grado de gilipollismo ilustrado está adquiriendo niveles insospechados hasta ahora en una sociedad que no ve más allá de sus propias narices.
Hasta la Policía Nacional, ante el revuelo causado por el lanzamiento de la aplicación en España, ha tenido que publicar un tuit en el que pide seguir una serie de normas de seguridad para el uso del jueguecito de marras, porque son muchas las situaciones peligrosas y absurdas que "Pokémon Go" ha provocado ya en todo el mundo.
Por si todo esto fuera poco, he llegado a leer, incluso, sobre las aportaciones de "Pokémon Go" desde el punto de vista educativo. En el colmo de la desfachatez, se afirma que "este juego promueve el ejercicio físico y nos aleja del sedentarismo, tan habitual de las consolas y más recientemente también de los teléfonos inteligentes y tabletas". Como si para salir a caminar un rato fuera necesario ir pegado al móvil en busca de pikachus y demás sandeces.
Llamadme trasnochado si os place pero, puestos a elegir, me quedo con aquellos imaginarios "gamusinos" inventados por cazadores veteranos para confundir o gastar bromas a los más novatos o a los niños. Gamusinos que solo se podían cazar de noche, pues eran animales esquivos durante el día, esto, claro, con la intención de hacernos pasar toda la noche o parte de ella esperando su aparición.
Buenos tiempos aquellos en los que la fantasía no era sustituida por empresas de videojuegos, y la acción, aunque imaginaria, se llevaba a cabo de la manera más real, sin más dispositivos tecnológicos que un saco, con el que cargaban los novatos; unas piedras, con las que los bromistas llenaban el saco; y una linterna, con la que los responsables del juego hacían volar la imaginación de los más pequeños hasta el punto de hacerles ver, entre las sombras de los árboles, los dichosos "gamusinos".
