La muerte se ha olvidado de nosotros esta noche, fue pasando de mano en mano hasta pasar de largo, mientras pasábamos de ella. Mis ojos volaban furiosos, aterrados, del cañón a la mano, de la mano al cañón, buscando cobijo, intentando encontrar una salida imposible.
Hoy la he sentido muy cerca, percibí su aliento junto a la sien; y una garra, dura como la bala que me observaba, rozó mi mano haciéndome temblar de frío. Pero los hados, favorables otra vez, se alinearon del lado de los vivos. Mañana un nuevo desafío, una azarosa jugada, decidirán si nos despertamos o no con un fogonazo final.