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Memorias de un Fusilado.capítulo 1: la Carta

El Inspector de policía de la provincia de A Coruña se hallaba en aquel momento recostado en su silla, recapacitando pausadamente sobre el rápido devenir de las últimas horas.Desde luego, no era para menos, pues lo que, todo sea dicho,por casualidad, había llegado a sus manos, podría ponerle de repente a él y al pequeño pueblo de Ferrol en la agenda de muchos líderes internacionales.

Esa posibilidad, casi segura de hacerse públicos los acontecimientos relatados en aquellos informes, le provocaba miedo, terror quizá.Aquella mañana en particular,había sido aterradora.Cada página que pasaba le comprometía cada vez más, no solo a él, si no ha toda la comisaría de Ferrol, y debido al escaso tamaño de dicha ciudad, quizá entre criminales y víctimas a toda la población.A media tarde, el ayudante de policía Manuel Montaña, viendo el riesgo para sus vidas que aquel informe conllevaba, le dijo al inspector
-"La has cagado, la HEMOS cagado, más vale que nos salga bien la caza o seremos la presa.Pero esto no es para ti, vuelve a los casos de violencia machista, los robos en supermercados, deja esos informes".

Ese miedo, en parte se debía a la angustia de poder perder el anonimato, derecho huérfano y sin asilo, para el cual, la mejor forma de llevarlo a cabo es ansiar su pérdida.Pero no solo eso.Lo que tenía entre manos no se trataba de otro robo a mano armada, no era el actual refugio de un criminal ni las pruebas concluyentes de un caso de atropello, si no más bien de algo mucho más gordo, algo que podría tener impicado a mafiosos, políticos, empresarios y hasta militares.

Todo empezó una gélida mañana de diciembre, en la comisaría de la calle real de Ferrol.En el buzón, una carta sin remitente.En primer lugar, el propietario de dicha carta se disculpaba por carecer de formalidad su primer encuentro, pero asegurando que no se sentía seguro.En seguida, el gran olor para los buenos casos del inspector le animó a seguir leyendo,decisión que lamentaría más tarde.

"Querido Inmspector: Le ruego que me disculpe por esta descortés forma de presentarme, pero mi vida corre peligro.

La ciudad entera corre peligro.Los informes que encontrará junto a esta carta, han sido recopilados por mi familia durante más de 100 años.

Le advierto que es algo muy serio.En cuanto lea aunque sea una página de dicho informe, quedará eternamente ligado a un caso que apenas conocen, además de los culpables, una decena de personas, entre familiares y amigos íntimos

Pese a que los he revisado y suprimido los nombres de mi familia (si decide aceptar el caso, ya contactaré con usted personalmente) le ruego que nos mantenga en el anonimato, no desvele sus fuentes, queme esta carta y esconda los informes, y sobre todo, hágalo por tu cuenta, no busques apoyo en el estado ni en la policía.Me han contado que es el mejor de toda Galicia para estas cosas... o bueno, para cosas parecidas, pues le reitero que el contenido de esos informes, podrían demostrar crímenes y conspiraciones que, sin duda, harían peligrarsu vida si busca apoyo en las personas equivocadas.Tenga cuidado.

Atentamente,
El campesino

Y ahí acababa la carta.El inspector, tras leerla corrió escaleras arriba, se metió en su despacho y cerró la puerta, no sin antes decirle a sus secretaria que nadie le molestase.Se abalanzó sobre ellos, pero antes de leer una palabra, se dio cuenta de lo que le había dicho "El campesino" sobre los informes, el riesgo que le podría traer leerlos, demostrado por la minuciosa forma de ocultar cualquier cosa que pudiese revelar su identidad.Unas palabras surcaron su mente, como si su vida fuese a cambiar para siempre en una decisión de "si" o "no"; "En cuanto lea una página de dicho informe, quedará implicado eternamente"

Un escalofrio recorrió su espalda.No tenía hijos, pero aún acababa de entrar en la treintena, y estaba felizmente casado.Por un momento, vaciló.Pero su curiosidad fue mayor, casi por arte de magia, sin darse cuenta de lo que hacía, se encontró sentado en su silla, devorando, más que leyendo, aquellos comprometedores informes.

Cuando aún no llevaba ni media página, cerró las persianas y encendió la luz de la mesa.Era una luz tenue,casi nula, que por si solo mostraba los años que aquel foco debía llevar allí. Posiblemente su padre, anterior inspector, habría leido ya muchas denuncias con aquella vieja lampara con la que ahora él se dedicaba a entrar en un oscuro, secreto y desconocido mundo, donde nadie sabe salir.

Según relataban los informes, era la segunda vez que la familia de "El Campesino" le mostraba a un inspector dichos informes.La primera, fue en 1969, a un detective privado que se suicidó tras meses de un tira y afloja al régimen de franco.La cuerda con la que jugaron, fue su verdugo. Antes de seguir leyendo, el inspector mantuvo el silencio.Quiso hacerse creer que se trataba de un homenaje a aquel pobre hombre, pero en realidad él sabía que se había parado a escuchar a su voz interior, la cual no paraba de decirle: "quema estos informes, múdate, huye, no sigas, la estas jodiendo" .

Pero una vez más, su curiosidad fue mayor.Poco a poco, conforme pasaban los minutos, leyendo sobre el pobre infeliz al que le otorgaron la misión por vez primera, se iba enganchando, cuanto más leía más intrigado caía, como si de un best-seller comercial se tratase.Tanto era así, que a las pocas horas, mientras dejaba a buen recaudo los informes y se dirigía al baño, meditaba, intentando recuperar la percepción de lo que era real, pues lo que en aquellos papeles se reflejaba, pese a estar relatados con multitud de detalles, los cuales fue confirmando mediante la red, no parecía real, no podía serlo.

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Julianballesteros02 de febrero de 2012

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